La hipertensión arterial (HTA) es una enfermedad crónica que se caracteriza por mantener una presión arterial elevada a lo largo del tiempo, y tiene alta prevalencia (afecta a más del 33 % de los adultos en nuestro país). Es una enfermedad silenciosa, es decir, no genera síntomas; y la única forma de diagnosticarla es mediante el registro prolongado (no un caso aislado) de la presión arterial. Sobre todos estos datos hay consenso en las guías nacionales e internacionales sobre el abordaje de la HTA. También en las medidas higienico-dietéticas (bajo consumo de sodio, y dieta rica en frutas, vegetales y lácteos descremados, que incluye cereales, pollo, pescado y nueces), la actividad física y el uso de antihipertensivos para el tratamiento.

No lo hay, en cambio, respecto de una práctica que -advierten expertos de la Fundación Cardiológica Argentina- es llamativamente frecuente: el uso de benzodiacepina, ansiolíticos que actúan sobre el sistema nervioso central: “la prescripción no se encuentra avalada por ninguna guía científica; tampoco existe evidencia suficiente para indicaras en el tratamiento crónico de la HTA”, afirman en un comunicado.

Advertencia

“El uso indebido de benzodiacepinas es un problema de salud pública mundial que se asocia con consecuencias preocupantes. Por eso su uso para indicaciones no aprobadas ni respaldadas por recomendaciones de las sociedades científicas por fuera del ámbito de la investigación clínica debería ser considerado un mal ejercicio de la medicina”, enfatiza Jorge Tartaglione, presidente de la FCA.

Y Miguel Schiavone, magister en HTA, hace hincapié en que la evidencia disponible sobre la utilidad de los ansiolíticos para manejar la HTA -o como tratamiento propiamente dicho- es escasa. “Los resultados obtenidos no indican disminución de la presión arterial como para ser usados como tratamiento ni como adyuvante. Por eso ni las guías nacionales ni las internacionales para el manejo de la HTA lo consideraran”, precisa.

Un problema

El uso de benzodiacepinas está muy extendido en el país: el 26,4% de la población de entre 50 y 65 años las utiliza. “Y es particularmente problemático, dado que se puede desarrollar dependencia después de sólo unas pocas semanas de uso regular. Muchos usuarios a largo plazo experimentan problemas con la reducción de la dosis, que incluyen ansiedad de rebote, náuseas, cambios de percepción y, en raras ocasiones, ataques epilépticos y psicosis”, enumera el psiquiatra Pablo Richly.

“Además, los efectos relajantes musculares y sedantes de las benzodiacepinas aumentan el riesgo de caídas, particularmente en las personas mayores; también existen asociaciones con ciertas infecciones y con un aumento de la mortalidad por todas las causas -agrega-. Incluso, no sólo produce efectos amnésicos a corto plazo; también existe evidencia de un impacto a mediano y a largo plazo en la cognición, con una creciente (y fuerte asociación) con la demencia”.

Saber diferenciar

Por eso, destacan, es importante diferenciar la HTA de las “crisis hipertensivas”, un motivo de consulta frecuente cuando los pacientes acuden a servicios de urgencia por presentar presión arterial elevada, con o sin síntomas. De hecho, se estima que entre el 1 y 2% de los pacientes hipertensos desarrollarán una crisis hipertensiva en algún momento de su vida y su incidencia parece encontrarse en aumento.

Resaltan, entonces, la necesidad de diferenciar entre tres posibles cuadros. El más grave es la emergencia hipertensiva, que se da cuando la suba de presión causa daño de órganos (corazón, cerebro, riñón) y conlleva compromiso vital inmediato, lo que obliga a un descenso de las cifras en un plazo de dos horas mediante medicación parenteral.

En la urgencia hipertensiva la elevación de la presión no causa lesiones de órganos blancos ni compromete la vida, lo que permite prolongar el tiempo para descender la presión entre 24 y 48 horas con tratamiento médico vía oral. Se da en pacientes con antecedentes de HTA; hay riesgo de que evolucione a emergencia hipertensiva y de que las cifras de presión arterial no cedan con el reposo.

El tercero son las pseudocrisis: se trata de HTA reactiva a situaciones específicas en las que predomina el estímulo simpático (estrés, ansiedad, dolor). La presión desciende luego del reposo de 30-40 minutos o cuando se resuelve la causa que desencadenó dicha elevación. Sería el único caso en el que las benzodiacepinas, bajo estricto control, podrían ser útiles, para controlar el estímulo que desencadenó la suba de la presión.

“El desafío para el médico es definir si es una emergencia, urgencia o pseudocrisis; sobre esa base definirá si el paciente recibirá un tratamiento antihipertensivo vía oral -asociado o no a una benzodiacepina- y reposo, o si necesitará un tratamiento endovenoso”, aclara Schiavone.