Las burbujas son la principal y la más importante medida de prevención contra el coronavirus en las instituciones educativas, son la base del protocolo de bioseguridad que los chicos necesitan para este regreso a la presencialidad. Sin embargo, también se presentaron como una odisea para algunos padres, en especial para quienes tienen más de un hijo en diferentes horarios y escuelas.
LA GACETA ha consultado a algunas madres sobre sus aventuras a la hora de organizarse con los hijos.
Teniendo en cuenta el objetivo del Gobierno que es minimizar la posibilidad de contagios, en cierta forma, lo de las burbujas puede ser bueno si es que todas las familias son responsables y evitan que haya múltiples contactos, según Carolina Gallo. “Si todos los padres asumen eso como responsabilidad y lo restringen al máximo, las burbujas sí van a funcionar. Por ejemplo, mi hija mayor va al secundario y en su colegio aislaron a una burbuja, entonces no va pero las clases siguen de forma virtual. Y la virtualidad permite que los chicos que no puedan ir por algún motivo puedan seguir las clases a través del aula virtual y la currícula tiene continuidad”, señaló.
Profesores particulares creen que ahora serán más requeridos“Respecto a los pooles, no he conseguido porque tengo cuatro hijos, así que este año está siendo bastante difícil y estoy tratando de organizarme. Nosotros venimos ‘zafando’ pero nos cuidamos, trato de que no tengan muchas reuniones sociales porque yo también trabajo”, cuenta.
“Sería un infierno”
Roxana Bazán tiene dos hijos que van al mismo colegio. Hasta ahora, tiene la posibilidad de no ir a trabajar, ya que hasta el momento no se ha revertido la medida de que si ambos padres trabajan, uno puede quedarse con los hijos. “Pero si esto se revierte, mi vida sería un infierno total”, afirma. Hace un año que está en cuarentena con los chicos. Uno de ellos está en primer año y el otro comienza su escolaridad en el jardín de infantes.
En el colegio de ambos, en el caso del más grande, asisten con una semana de por medio, manteniendo una en la virtualidad. Pero el que va a jardín va todos los días, todas las semanas. “Yo los mando a un colegio céntrico porque con mi marido trabajamos ahí, pero mi problema es que vivo en Tafí Viejo y no puedo dejarlo solo al que tiene las clases virtuales. Entonces lo llevo al más chiquito, que entra a las 9, a las 8.30 para dejarlo a las 8.40 y la maestra del más grande sabe que entrará un poquito más tarde a Zoom porque estamos volviendo de dejarlo al otro en el jardín. A las 11.30 ya tengo que salir a buscar al del jardín. Cuando ambos tienen clases presenciales, tengo que hacer tiempo en el centro porque salen con 40 minutos de diferencia”, explica.
“Es un caos, un desgaste. Es imposible si tengo que volver a trabajar. Tampoco puedo delegar la responsabilidad a mis hijos porque mis padres, que viven en la zona, son pacientes de riesgo. No sé qué haría si me dicen que tengo que volver a trabajar, no tengo un plan B, no puedo volver a hacer mi vida hasta que todo esto se normalice. Ni los pooles me servirían, ¿y si me traen a mi hijo a las 12, saliendo yo a las 13?”, lamenta.
Complicaciones
“Es una complicación, ya que al estar pocas horas en el colegio se complica para ir a buscarlos porque los padres trabajamos también”, dice María Gabriela Barrios. “Otra cosa: están todos los bares llenos de gente sin distanciamiento y sin barbijo y los chicos van una semana sí y una semana no. En el caso de mi hijo, que está en quinto año, y mi hija, que va a otro colegio, van solo una semana al mes. Lo que han atrasado y van a atrasar este año se va a notar y mucho”, señala.
“Respecto a las burbujas, a mi hijo es a quien más le cuesta estar distanciado de sus compañeros, volvió desilusionado del primer día de escuela”, comenta Romina Eustachio, quien tiene un niño en cuarto año y una niña en segundo grado que van a la escuela a la mañana y a la tarde respectivamente. “Pero afuera sí pudieron, ambos, compartir alguna reunión. Es contradictorio: afuera se juntan, comparten, aunque sean pocos, y en la escuela es todo estricto”, apunta.
“Con el tema de los horarios es complicado. El sistema es dual y las escuelas mandan los esquemas quincenales. Me vuelvo un poco loca con la organización, pero hay que adaptarse y poner lo mejor porque a ellos les hace bien. El simple hecho de ir a la escuela ya es un cambio”, concluye.
(Producción periodística Valentina Medina)