Hace justo un siglo las lluvias y tormentas asolaban esta provincia. Las crecidas de los ríos afectaban varias zonas y parajes que hoy en el siglo XXI siguen siendo viéndose perjudicados. Calles inundadas, barrios anegados, casas bajo el agua, ríos desbordados se producían antes tanto como en el presente. Marzo de 1921 se presentó muy lluvioso. Las calles se convirtieron en ríos. Los nombres a continuación no nos sorprenderán: avenida Avellaneda, Santiago, Corrientes, Córdoba, Mendoza, avenida Roca, que por entonces estaba en obras y fue socavada por la correntada. Para nuestros colegas de 100 años atrás, “no podía faltar este complemento de la inundación: la hondonada bajo el puente del Central Córdoba”, y agregaban: “las aguas habían llegado a una altura no menor de dos metros, siendo un grave riesgo para los vecinos de la calle Bernabé Aráoz y 24 de Septiembre”.

Si nos trasladamos al sur provincial la crónica señalaba: “la parte principal de la inundación abarcó una extensión de ocho leguas (una legua alrededor de cinco kilómetros) largo por más de una legua de ancho, y como de costumbre los puntos más azotados por la corriente Monteagudo, La Ciudacita, Guardia, Los Aguirre y El Tobar”.

Tafí Viejo tampoco se salvó de la tormenta que derramó “145 milímetros en poco más de un par de horas”. La ciudad quedó sin luz y las calles se volvieron ríos y hubo centenares de damnificados, en cuyas casas entró el agua.

En el relato de la época, el río Salí se volvió protagonista como lo hace en la mayoría de las oportunidades que llueve intensamente. La noticia aparecida el martes 22 de marzo de 1923 indicaba: “el domingo a causa de la copiosa lluvia de los dos días anteriores, adquirió el río Salí, exiguo casi siempre, tal ímpetu, que fue necesaria la concurrencia del cuerpo de bomberos para reforzar con ramaje los puntales del puente y aminorar así la fuerza de la correntada, con el objeto de evitar que las aguas lo arrastren”.

EN 1921. Las aguas del río hicieron peligrar la estructura del puente que fue protegido con ramaje colocado por los bomberos.

La historia continuaba así: “aún ayer se temía tal percance cuyas consecuencias serían graves, dado que interrumpiría por completo el numeroso tráfico que usa el puente”.

Allí mismo se anunciaba una baja en los niveles de agua con la consiguiente reducción de la presión sobre la estructura de madera. En este punto debemos recordar que el cruce del río se hacía por un puente de madera que brindaba servicio desde hacía varias decenas de años.

En 1871, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, la Oficina Nacional de Ingenieros encargó estudios a los técnicos franceses Julio Delacroix y Luis Dode para la construcción de un puente de madera -de quebracho colorado-. Como sigue sucediendo en la actualidad, el caudaloso Salí se llevó la obra, y desde entonces hubo sucesivas intervenciones en 1879 y en 1900.

Miles de tucumanos lo cruzan diariamente para acceder a San Miguel de Tucumán; y otros tantos lo hacen en sentido inverso para ir al este provincial o a otras provincias. La obra de hormigón armado, que se inauguró en diciembre de 1931, permite vadear el Salí desde hace 90 años. Es el reconocido puente Lucas Córdoba, nombre que no llevaba originalmente. La idea de la construcción nació del entonces senador nacional Ramón Paz Posse y esa fue su denominación hasta que el interventor de 1943, Alberto Baldrich, lo cambió por la actual nominación.

Volviendo a los hechos de 1921 se relataba: “los vecinos más próximos, o sea los situados a una cuadra del río, en ambas márgenes, tomando como punto de partida el puente, han tenido que trasladarse con precipitación, porque las aguas desmoronaron e invadieron los alrededores”.

Además se informaba que cuadrillas de obreros trabajaban en cada orilla tratando de construir parapetos a manera de diques, para cerrar la expansión a las aguas.

Como vemos el puente sufre los ataques del río y con sus debilidades y fortalezas permanece en pie comunicando a la capital tucumana con el este de la provincia.

En una nota anterior se recordó la crecida del 2 de noviembre de 1935 que llevó el nivel de las aguas a casi tocar la platea del puente. Según los informes periodísticos de entonces las precipitaciones en la ciudad fueron más bien escasas, pero en los departamentos del norte fueron intensas, con valores que superaron los 15 mm, y todo eso confluyó por medio de la red hidrográfica hacia el Salí.

Estas lluvias ocurrieron durante la jornada del 2 de noviembre, pero al día siguiente se generalizaron y hasta fueron importantes en San Miguel de Tucumán. La crónica señalaba: “llovió en forma copiosa en Tucumán, compensando de esta forma la larga sequía que la provincia ha sufrido, comprometiendo seriamente las cosechas y agravando la situación sanitaria”.

De manera similar al presente las temperaturas en los días previos a la tormenta, por entonces, rondaban los 40 grados para caer abruptamente tras las lluvias a unas máximas cercanas a los 20 grados.

Socavones

Más cerca en el tiempo, nuestro diario del 6 de marzo de 1963 anunciaba los inconvenientes para el tránsito por el puente al derrumbarse parte de los terraplenes del lado oeste de la construcción que se cayeron debido al accionar de la crecida de las aguas del río a causa de las lluvias de los días previos en la zona de los afluentes del Salí. Debido al socavamiento se cayó la plataforma por donde circulaba tanto el tránsito automotor como peatonal. Los vecinos del lugar, debido a que la caída se produjo de madruga, tomaron medidas precautorias para evitar accidente mayores.

El 19 de marzo de 1984 cedió el pilar de sustentación número 16 del puente y se hundió generando por ende la caída de la plataforma. El percance se debió a que no se abrió el cauce que había sido encajonado unos años antes para construir un balneario y un complejo deportivo por parte del gobernador de facto Antonio Bussi.