Se acabó el amor político en el matrimonio oficialista que en 2015 celebraron Juan Manzur y Osvaldo Jaldo. La pareja electoral había renovado sus votos con entusiasmo a mediados de 2019, pero apenas pasó la ceremonia apareció una tercera en discordia: la reforma de la Constitución. Ayer, entre acusaciones de mutuas infidelidades, se separaron.
Jaldo asestó un triunfo incontrastable en la elección del defensor del Pueblo. Pese a los esfuerzos de la Casa de Gobierno, consiguió nada menos que 27 votos para negarle al manzurismo la posibilidad de contar con un ombudsman propio. En ese lugar, el titular de la Cámara consagró a su candidato: Eduardo “Lalo” Cobos. No son pocos los legisladores que ató. Ni es menor el hecho: en la primera pulseada directa, el tranqueño apostó fuerte y ganó.
Esa victoria, por supuesto, ni se reduce a la elección del ombudsman (figura largamente decorativa en esta provincia, salvo escasas excepciones) ni al ámbito de una sesión. Desde ayer a la mañana, figurativamente, el PJ se quedó sin candidato a gobernador.
Manzur, que no descarta buscar un tercer mandato, necesita para ello de una reforma constitucional que lo habilite. Pero Jaldo no está dispuesta a dársela. Esa es la significación que, para el vicegobernador, tiene el triunfo de ayer: transmitir el mensaje de que está clausurada cualquier intentona de enmienda porque él tiene los números para frenarla. Tanto es así que no requiere de 27 legisladores para frenar una modificación de la Carta Magna: con 17 bancas (más de un tercio de los 49 escaños) conjura que el manzurismo logre los dos tercios para declarar la necesidad de la enmienda. O sea, tiene un “cordón sanitario” de 10 parlamentarios: puede perder esa decena de apoyos y aun así cumple su objetivo.
A la vez, Jaldo, que dijo temprano en 2019 que quiere ser gobernador, necesita ineludiblemente del apoyo de Manzur. Pero el gobernador no está dispuesto a dárselo. En el norte feudal y decisionista, el presupuesto del Poder Ejecutivo convierte al mandatario provincial en el gran elector. Por la vía negativa, Ramón Ortega no apoyó a la entonces senadora Olijela Rivas en 1995 y ella no fue gobernadora. Por la vía positiva, Julio Miranda terminó su mandato en 1999 denunciado por el presunto pago de coimas para habilitar una abortada reforma de la Constitución, y acosado por la tragedia de los niños que morían por desnutrición. Aún en ese contexto, dijo que el candidato del justicialismo sería un ex legislador radical. Y José Alperovich fue gobernador. Luego, Alperovich avaló a Manzur en 2015 y lo consagró. Pero lo enfrentó en 2019 y terminó cuarto.
Se asoman dos escenarios posibles ahora que las infidelidades han quedado expuestas. Uno es la reconciliación, para la cual uno de los dos miembros del binomio oficialista debe rendirse. O Manzur renuncia a la reforma y elige a Jaldo; o Jaldo le concede la reforma a Manzur y se pone a la cabeza de la tarea. De lo contrario, advendrá el divorcio. Y no será en buenos términos. La salida de Agustín “Tin” Fernández como secretario de Gobierno (su esposa Mariela Reyes Elías, votó a Cobos) es apenas una muestra. Se esperan más novedades en organismos provinciales. Y nacionales...
No cuesta trabajo imaginar que la Legislatura interpelará a los ministros por cuestiones que irán desde la inseguridad hasta las vacunas para los privilegiados y sus familias. Tampoco es difícil suponer que la Casa de Gobierno se acordará del presupuesto de la Legislatura, así como de las asistencias financieras a las intendencias afines a Jaldo. Ayer, por caso, los celulares manzuristas marcaban números de teléfono porteños y repetían que habían perdido una votación contra la unión entre “desleales”, radicales macristas y bussistas. Es tan corto el amor y tan largo el olvido...
Justamente, así como está detonado el oficialismo, ayer estalló cualquier posibilidad de noviazgos en la oposición. Entonaban lindo la serenata de la “unidad” hasta que ayer les prendieron la luz en el recinto. Y varios desafinaron feo.
Hay que reconocer que, tal y como estaba planteada la votación, sólo había lugar para acompañar la propuesta o para rechazarla, y tanto el jaldismo como el manzurismo propician la lectura de que quienes votaron están con uno y quienes no lo hicieron están con otro. Pero ello implica la pretensión de que interna pejotista lo es todo. Lo que sí es seguro es que, salvo el alfarismo, los demás no mostraron cohesión. Y por ende, tampoco coherencia. Los legisladores radicales avalaron a Cobos, cosa que no hacen los intendentes radicales que tejen una alianza con FR, partido en el que ayer unos parlamentarios se abstuvieron y otros no. Así no hay construcción de alternativas que aguante...