LANÚS.- (Por Marcelo Androetto, especial para LG Deportiva) A esta película ya la vi. Qué pena Atlético. Por cuarta vez consecutiva, el equipo de Omar De Felippe sacó ventaja en el marcador pero luego no consiguió mantenerla. Y ante Lanús en “La Fortaleza”, como había sucedido frente a Central Córdoba hace dos semanas, el “Decano” se quedó con las manos vacías.
Es verdad que la remontada con victoria 2-1 del “Granate” no condice con el trámite global del partido. Un empate hubiera sido más justo. La derrota castiga por demás a Atlético, pero a la vez supone una expiación lógica ante su marcada caída física y futbolística, otra vez, en un segundo tiempo.
Ese remate de otro partido del pibe Matías Esquivel sobre la hora -Atlético cometió el pecado de darle tiempo y espacio para patear desde fuera del área- terminó de rubricar lo que ya se veía venir, lo que se sentía en el aire en el Sur del Gran Buenos Aires, desde hacía un rato largo, mucho más después del empate obtenido por José Sand desde el punto del penal.
Atlético salió a jugar sin complejos, le peleó el balón al “Granate” en la salida y le cortó los circuitos de juego. Con agresividad bien entendida. Con coraje. Y con variantes en la creación, con una riqueza mayor que la apuesta solitaria a la segunda pelota: recuperaba en campo contrario y tocaba corto y rápido.
Tanto en el tiro libre que derivó en el rebote y gol de Guillermo Acosta como en otra jugada que siguió, el “Decano” mostraba voracidad, metía muchos jugadores en el área rival, mostraba que tenía el arco rival entre ceja y ceja.
Hasta el intervalo y un poco más, el equipo de De Felippe había estado muy firme en la retaguardia. Teniendo en cuenta que enfrente había “muchachos” como Sand, Nicolás Orsini y Lautaro Acosta, había mérito. Después del excelente primer tiempo que entregó, todo indicaba que esta vez sí podía concretarse un triunfo histórico.
Quizá los hinchas más jóvenes del “Decano” no lo sepan, pero Lanús ha sido siempre, y en distintas categorías, una suerte de “bestia negra” para Atlético, que solo una vez, hace 34 años había logrado vencer al “Granate”. Y en Tucumán. Jamás en “La Fortaleza”.
No pudo ser. Atlético volvió a diluirse. Perdió consistencia con los cambios, mientras que Luis Zubeldía acertó con las modificaciones por su lado (buenos ingresos de Franco Orozco y el propio Esquivel).
La merma física trajo como consecuencias que los jugadores albicelestes comenzaran a llegar cada vez más tarde y se repitieran las infracciones como un mal presagio.
Entonces, se concretó el “dejá vu” de los tres partidos precedentes -incluido el inconcluso con Huracán-, en los que el Decano había picado en punta en el marcador, pero luego no pudo mantener la ventaja (empates con Unión y con el “Globo” -parcial- y derrota con Central Córdoba).
En otras palabras, el estiletazo final de Esquivel trajo al presente, memoria emotiva mediante, que hay algo que este Atlético no aprendió aún, una dificultad de base que deberá resolver De Felippe si aspira a concretar un ciclo largo y exitoso como el de su antecesor.
Un festejo pleno, de tres puntos, deberá esperar todavía. Tal vez hasta el miércoles en Córdoba ante Comunicaciones por Copa Argentina. O hasta el lunes frente al modesto Patronato en casa. Por ahora, lamentablemente, Atlético se vuelve a Tucumán con la frente marchita.