Para un Atlético acostumbrado a hacer valer el peso de su estadio, la falta de público sigue siendo una proscripción determinante, que le impide hacer uso de ese tónico vigorizante y milagroso que suele ser el aliento de su gente cuando las fuerzas empiezan a escasear. Quién sabe si de haber estado las tribunas habilitadas, el “Decano” hubiera podido volver a la carga y recuperar el control del partido en lugar de caer, casi por inercia, a manos de un Central Córdoba que supo explotar las debilidades defensivas de su rival para llevarse el clásico interzonal por 2-1.
Para los santiagueños, fue el primer triunfo en el historial de visitante en el José Fierro. Para Atlético, fue la cuarta caída consecutiva en 25 de Mayo y Chile, estirando la racha que traía desde la segunda fase de la Copa Maradona (derrotado por Banfield, San Lorenzo y Colón). Algo que no ocurría desde hace casi 20 años. Las frías estadísticas no siempre son un criterio más fiable para medir el presente de un equipo, pero en este caso, se condicen bastante con el bajón futbolístico que viene experimentando Atlético desde que terminara como el mejor de los 24 equipos de Primera en la primera fase de la Copa anterior.
Sí, porque esto no es de ahora, más allá de lo bien que le haya sentado la llegada de Ricardo Zielinski a Estudiantes, antes incapaz de ganar un partido y ahora líder de su zona con dos triunfos. Omar De Felippe lleva muy poco tiempo con el equipo como para juzgar su papel, aunque ayer hayan resultado cuanto menos debatibles algunas de sus decisiones tácticas, como sacar a Augusto Lotti (que venía siendo de lo mejor y físicamente más fresco del equipo) y a Guillermo Acosta, autor del único disparo al arco que generó Atlético en el segundo tiempo, bien contenido por Sánchez. No obstante, si contra Huracán (el próximo lunes, también de local) no se consigue un buen resultado o se observa al menos una mejora notable en el rendimiento del equipo, las miradas sobre el DT sí tomarán un cariz más urgente.
Si hubo algo para rescatar de ayer es que, al igual que contra Unión, Atlético comenzó bien, buscando los espacios, triangulando, con actitud pero sin perder la calma. Lotti, muy activo y en buena sintonía con el mediocampo, definió bien de media vuelta y le dio la ventaja al “Decano”. El problema es que, también como en Santa Fe, los motores se fueron apagando poco después y ya no hubo vuelta atrás. El gol de Milton Giménez justo antes del final de la primera etapa fue un cachetazo que podía despertar a Atlético o dejarlo sentido. Fue esto último. Desorientado en su propia casa, fue presa fácil de un “Ferroviario” que leyó bien el partido y entendió que el negocio estaba en esperar al rival y aprovechar el evidente desgaste de su mediocampo y la mala noche de su defensa para golpear de contra. El craso error de Vergini en el gol de Sequeira fue el último eslabón de una cadena que hacía rato amenazaba con romperse. Mucho trabajo tiene por delante Atlético para volver a ser un equipo firme en todas sus líneas.