Mi dios, Jorge Luis, cita a Gibbon quien observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán”, sigue citando Borges, “bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe”.
Eso me permite, por oposición o en línea con Gibbon, traer a este día y a esta geografía nuestra y a este escenario de cuarentena que va aflojando, algún camellito, ya que no son ni fueron nuestros jamás o sólo lo fueron por un rato en los circos de nuestra infancia.
En Tucumán regresaron los bares de 5 de la tarde a 12 de la noche, siempre al aire libre, con algunas rutinas de prevención.
Ayer fui con una amiga a comer un rico sándwich en un bar luego de tantas semanas.
Las mesitas, a distancia prudente, no impedían que el antiguo mundo se nos viniese encima: el ruidito de las tazas de verdad, no de cartón, los gritos de una bebé impaciente en una mesa vecina, la reaparición de Lautaro, de unos 10 años, vendiendo esta vez biromes con la desfachatez y el carisma que lo caracterizan y que, por lo visto, no perdió en el tiempo de cuarentena; la música del bar, unos perros que pasan con sus dueños o quizás cuidadores y decidieron ladrarse feroces... Todo eso además de mucha gente en la calle.
Y ahí fue cuando me apareció el camello, tan citado por los maestros espirituales. Estuvo atado semanas y cuando le quitaron el amarre siguió paradito ahí, sin moverse demasiado. El confinamiento se ha convertido en su naturaleza.
Nos llevará un tiempo regresar al mundo de antes y volver a movernos, a vivir con todas las de la ley.
Cuando lo pensaba y comentaba, sentí una especie de nostalgia -chiquitita- de la cuerda alrededor de mi tobillo, alrededor de mi alma.
© LA GACETA
* Ayer se cumplieron dos meses de la muerte de la autora de este texto. Probablemente es el último que escribió.
PERFIL
Mercedes Chenaut nació en Tucumán, en 1957. Era licenciada en Letras. Fue la encargada del área de investigación del Centro de Literatura Infantil y Juvenil de la Universidad Nacional de Tucumán en los 90. Durante dos décadas coordinó el taller literario “Animarse a gritar”. Desde muy joven publicó cuentos, poesías y crónicas en LA GACETA Literaria. Publicó, junto con Juan Carlos Yapura, Memorias de un elegido. Su último libro es Respuestas a Facebook…y otros textos impúdicos. Murió en Tucumán el 20 de diciembre de 2020.