Durante la actual temporada veraniega, como ya lo hiciera en años anteriores, LA GACETA se ha ocupado de publicar importantes notas acerca de diversas cuestiones que interesan a Tafí del Valle. En la edición del 8 de febrero se lee un artículo escrito por la arquitecta Olga Paterlini de Koch, destacada profesional de nuestro medio, que ejerció como Decana de la Facultad de Arquitectura de la UNT, donde es profesora titular y Directora del Instituto de Historia y Patrimonio y de la Maestría en Historia de Arquitectura y Urbanismo Latinoamericano. También se desempeña como Asesora de la Comisión Nacional de Monumentos , Lugares y Bienes Históricos, y con quien tengo el honor de compartir asiento como Miembros de Número en la Junta de Estudios Históricos de Tucumán.
El artículo al que me refiero se titula “Afloran los problemas de Tafí, pero nada cambió en todo un año”. Está ilustrado con la fotografía de una vivienda, asentada en el cerro El Pelao, al que se le hizo un corte abrupto para nivelar la pendiente natural de la ladera, de forma tal que la casa quede instalada sobre superficie horizontal. La ilustración, en sí misma, es muy demostrativa de uno de las afligentes agresiones que padece el medio ambiente tafinisto.
Desde ya que adhiero en totalidad a las consideraciones que realizó la profesora Paterlini de Koch, así como a su exhortación final a un compromiso colectivo para salvaguardar las potencialidades del valle, desde lo cultural, económico y técnico. En esa dirección pretendemos aportar algunas breves consideraciones, con idéntico propósito.
Todo tiene que ver con la conceptualización que se tenga acerca del manejo del territorio. Como bien comenta la nota, las interacciones antrópicas datan de hace más de 2.000 años, pero con previsible aceleración se han insertado desde la habilitación del camino (Ruta 307) en 1943 y han cobrado significativa importancia en los últimos años. La participación de actividades humanas responde sin dudas a la evolución socio económica y cultural de los habitantes y de los visitantes, dado que el atractivo paisajístico y climático de Tafí lo ha venido convirtiendo en un sitio de notoria actividad turística, lejos de lo que fuera con anterioridad a la existencia del camino, donde las explotaciones ganaderas y las pequeñas industrias lácteas predominaban.
El avance imparable
En pocos años la expansión urbanística sobrepasó las escasas previsiones que se habían realizado. Recordemos que La Quebradita, por ejemplo, fue pensada y programada para instalación de una futura villa veraniega, dotada de amplios terrenos, espacios verdes, sitios destinados a servicios públicos o comunitarios, etc. Para eso se expropiaron a la familia Esteves, propietaria de la estancia Las Tacanas, 200 hectáreas, al tiempo que la familia Chenaut, propietaria de la colindante estancia Los Cuartos, donó otras 100 hectáreas. Esa superficie se loteó y el Estado vendió en forma acomodada en largas cuotas a los interesados que tomaban a su cargo las edificaciones de viviendas.
Pero esa finalidad, con el paso del tiempo, no se cumplimentó debidamente. Los espacios verdes, los terrenos destinados a hotelería o a servicios públicos no se utilizaron, se produjeron ocupaciones, y hasta fraccionamientos de lotes que deberían haber conservado mayor tamaño. Además, con el advenimiento del turismo, los antiguos propietarios de fundos ganaderos o agrícolas, ubicados en otros parajes del valle, comenzaron a subdividirlos, generando innumerables loteos, al punto de que en la actualidad existen miles de casas de veraneantes. Y el avance de las construcciones y fraccionamientos se tornó imparable, no obstante algunas regulaciones municipales, para procurar fijar zonas residenciales con mayores exigencias en sus dimensiones y prestaciones básicas.
Todo se hizo y se continúa haciendo sin que exista un consenso respecto de la capacidad portante del valle. Esto es, una visión integral de sus reales posibilidades. Determinar qué tierras, zonas o lugares pueden destinarse para actividades agrarias, cuánta edificación habitacional puede llegar a soportar el territorio, cómo se armonizarían los servicios de infraestructura, qué grado de prestaciones públicas se hacen necesarias. Viales, de energía, de comunicaciones, de salud, que van desde la provisión de agua corriente y electricidad hasta la recolección de residuos y sus sistemas de eliminación, pasando por la telefonía, el aprovisionamiento, la circulación y todos los aspectos que hacen a la convivencia humana y al aprovechamiento integral, razonable y eficiente del entorno natural es materia todavía pendiente y muy necesaria.
Es probable que el clima y el paisaje, mayoritariamente, se conserven pese a las agresiones que padecen ciertos sectores, como el cerro El Pelao, que se evidencian a simple vista. Pero si el Estado asume el rol de generar espacios de consenso entre los partícipes necesarios, con los debidos protocolos para lograrlo, podríamos estar todavía a tiempo de evitar mayores desbordes.
Un momento clave
Se ha anunciado la determinación de realizar la construcción y puesta en funcionamiento de un centro de alto rendimiento deportivo de altura, en un sitio que corresponde al loteo de La Quebradita, reservado por el Estado. La idea, que parece tener algún avance, fue fomentada hace unos pocos años por la Federación Económica de Tucumán, que anticipó su colaboración financiera para la obtención de un anteproyecto del afamado estudio internacional de arquitectura que dirigía nuestro comprovinciano César Pelli.
Las pretensiones gubernamentales contarían con el aval nacional, por un monto cercano a los cuatro millones de dólares, para la obra. Más allá de que la cifra parece exigua para tal emprendimiento, la iniciativa podría ser una buena oportunidad para el replanteo de los consensos respecto del manejo del territorio con las fuerzas vivas. Porque suena claro que si esto se concreta, la dinámica que generaría podría marcar un antes y un después en el valle. Habrá que estudiar los accesos, ya que la ruta 307 no sería suficiente. Prever pistas de aterrizaje de aviones o helicópteros, las prestaciones de cierta complejidad en materia de comunicaciones, televisión, internet, telefonía. La atención gastronómica, la afluencia periodística, la temática sanitarista, y en definitiva el manejo y conducción del complejo, que por su importancia y significación difícilmente podría quedar en manos de autoridades locales. Y ello debería conducir a afrontar otra deuda existente, que es la de la sistematización, conservación y aprovechamiento ordenado del embalse de La Angostura. Aunque Tafí del Valle es magnífico y acogedor, creemos que todavía hay mucho por hacer.