Hace pocos días el ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, informó que solamente el 20% del patrimonio artístico pertenecían a obras de artistas mujeres. Nosotras Podemos, una organización creada en 2017, estimó ese porcentaje en el 30% en todo el mundo. “Las mujeres somos el 80% de la matrícula de las escuelas de arte y no alcanzamos a estar representadas en el 30%”, cuestionó Andrea Giunta.
El patrimonio artístico oficial tucumano que se encuentra en el Museo Timoteo Navarro está integrado por 903 obras. Alrededor de 152 obras registradas en el inventario son de mujeres. Sería el 17% de la totalidad del patrimonio, le contó a LA GACETA hace unos meses Alejandro Esser, el responsable del archivo histórico del Museo.
Esta es la realidad que, con un premio para el 8 de marzo, el ministro pretende “despatriacalizar” el patrimonio o “reparar”, al menos. Lejos, muy lejos de los hechos, como las propias artistas Marisa Rossini o Claudia Esperguín han señalado en cuanto a las limitaciones y contradicciones de esos anuncios.
Declamar el fin del patriarcado porque se aprobó la legalidad del aborto, suena igual de estrecho que el propósito de este premio.
Pero, por sobre todo, ¿puede reducirse el patriarcado a una cuestión de porcentajes o de números? ¿Puede considerarse con independencia de las clases sociales?
La visibilidad de las disidencias y la paridad de género siguen provocado un gran debate que se expande y desborda la comunidad artística.
Porque cuando se habla de “mujer”, hay qué precisar a qué tipo de ´cis´ pertenece.
La propia Giunta en su libro “Contra el canon”, propone construir otras narrativas e invertir las ideas, mientras cuestiona la noción de centralidad. En ese canon está también la presencia del patriarcado.
Hace unas semanas, la convocatoria al 109º Salón Nacional de Artes Visuales lanzó una encuesta -al principio de carácter obligatoria, luego optativa- donde los artistas debían consignar su orientación sexual entre 12 opciones de género, como travesti, gay, transexual, bisexual, no binario, o heterosexual, entre otras.
Lo diverso
La escritora y activista travesti Marlene Wayar, recién incorporada al Palais de Glace en el área educativa, aspira a que el museo se abra a lo diverso “para que los recursos lleguen a otros colectivos históricamente menospreciados y disminuidos en sus posibilidades de acceso al espacio institucional”. (ver “Defienden...”).
La funcionaria salió a defender la encuesta y el formulario que fue objetado por gran parte de la comunidad de los artistas. Pero lo hizo ampliando el debate.