El carnaval de Ranchillos, que tiene lugar todos los años en el club San Antonio de esa localidad, es parte de la cultura provincial; más allá de su inmensa popularidad regional (convoca a miles de personas cada noche de shows, incluso con visitantes de otras provincias y cartelera con los mejores artistas nacionales), hasta tiene un documental propio en el que se lo declara Capital de la fiesta del Rey Momo (estrenado hace cinco años y con la dirección de los tucumanos Mauro Cena, Matías Galindo y Matías Minahk).
Más allá de la alegría y la música, es una fuente de ingresos clave para el club anfitrión y la comunidad del lugar. Es la principal financiación anual para la entidad deportiva que conduce Antonio Alberto Pino, y en forma periférica, alrededor de 200 familias logran sustento por dos o tres meses con lo que recaudan de venta de comida a la salida del predio, lo que da una pauta de la relevancia de esta actividad.
Pero este año, todas las proyecciones y previsiones se desvanecieron y Ranchillos deberá hablar del carnaval en pasado: por el coronavirus, la fiesta anual se canceló. Pino, se mostró compungido por la situación, sobre todo porque ya habían realizado inversiones para garantizar sus puertas abiertas.
“Como la situación en general, no sólo en el país o la provincia sino en todo el mundo, esta pandemia tiene consecuencias. Al principio pensamos que era imposible celebrarlo, pero también vimos que ciertos locales y entidades estaban anunciando algún tipo de evento y eso nos motivó a ir preparando al club para esa situación. Acá hay espacio de sobra: entonces buscamos sillas y mesas e íbamos a cumplir con todo el protocolo sanitario de distanciamiento; solicitamos permiso ante el Comité Operativo de Emergencia (COE) y directamente no nos autorizaron. Hemos suspendido toda actividad y directamente ya no vamos a hacer los eventos, que si bien no era carnaval acostumbrado, iba a ser parecido”, sostuvo el dirigente.
Pino detalló que la idea en la que trabajaron “era montar un modo bar, con concurrencia de gente controlada, por supuesto, y acorde a la capacidad que podíamos cubrir y a cumplir con todas las medidas necesarias sanitarias, pero a los clubes no le autorizan a pasar a esa modalidad a pesar de tener una cantina interna, como es nuestro caso”. “Nos perjudicó porque es el evento más importante que tiene la zona en el año, aparte del único ingreso genuino e importante que tiene San Antonio, gracias al cual podemos hacer nuestras actividades”, remarcó.
Polémica
El delegado comunal, Luis Del Campo, puntualizó que “el carnaval se suspendió por orden del COE”. “Desde la comuna se apoyó en todo momento este tipo de eventos, siempre y cuando haya un marco y un protocolo de seguridad. Hoy por hoy, el club no presentó ningún papel, ningún permiso ni nada por el estilo. Así como respaldamos los emprendimientos, se deben cumplir con ciertas condiciones”, aclaró.
Pino lo desmiente. Asegura que la cantina interna fue íntegramente remodelada y tiene ahora una salida hacia la calle, pero no se la puede habilitar porque carece de los permisos de funcionamiento como bar. También hay un parque al aire libre que puede servir para los más chicos, que tampoco tiene uso.
“Tenemos toda la documentación presentada en la comuna local. Hasta esta semana no nos autorizaron a nada; seguramente la próxima lo harán, porque ya nos olvidamos del carnaval. Este año pasó y nos pasará; ya estamos viendo cómo se sigue, porque San Antonio no recibe aportes comunales ni provinciales, ni tiene sponsoreo de ningún tipo, se autofinancia por sí mismo”, sostiene.
“En la comunidad tenemos algunas cuestiones encontradas. A nosotros, como entidad, nos prohíben hacer actividad deportiva, pero si se recorre el pueblo, van a encontrar que hay canchas donde se hacen campeonatos todas las semanas con 400 o 500 personas a la vuelta, sin ningún control, sin ningún distanciamiento”, se quejó Pino.
Ni social, ni deportivo
Lo cierto es que las arcas del club ya vienen golpeadas, porque la pandemia impidió la continuidad de su actividad social y el alquiler de sus instalaciones para fiestas privadas (como casamientos o cumpleaños de 15 años) y reuniones, como la que hacen los Testigos de Jehová dos veces al año, con una concurrencia de 3.000 personas en cada oportunidad.
“Hace tiempo solicitamos al COE que habilite el estadio para que gente de River y de Boca, que viene a la provincia, haga prácticas con chicos de divisiones infantiles de fútbol. Ni siquiera nos respondieron; o sea, no nos habilitaron tampoco para eso”, se lamenta.
Las gestiones se realizaron también a nivel federal, ante la Secretaría de Deporte de Nación con el objetivo de “ver si encaramos alguna modificación para adecuarnos a las circunstancias”, a decir del directivo.
En los hechos, la inactividad está a punto de cumplir un año: “simplemente hacemos mantenimiento y limpieza, junto a algunas refacciones; con limitaciones propias, hemos sostenido al club con vida internamente aunque con menos directivos acompañando la gestión, ya que muchos han tenido problemas con la covid-19”, afirma Pino.
(Producción periodística: Santiago Robles)