“No me imagino una chacarera sin violín” relata Néstor Garnica, el músico que comenzó a recorrer el país en enero y este fin de semana tocará en diferentes peñas tucumanas: esta noche y el domingo al mediodía actuará en la peña 9 de Julio (9 de Julio 345), con su show denominado “Criollo” con guitarra, bombo y violín, entre chacareras, zambas, gatos y huaynos, que son sus preferidos; mañana, por la noche, estará en la peña Malparida (Corrientes y Catamarca).

Contento porque ha retornado a los escenarios con público luego de 10 meses, el santiagueño le dice a LA GACETA: “estamos recorriendo varias provincias, aunque sabemos que nos tenemos que cuidar; toda mi vida la pasé en el escenario. Cambiar de un día para otro no es posible. Estábamos esperando ansiosos este momento”.

Aparte del folclore, el violinero santiagueño disfruta con la música clásica y el tango, y en sus temas no se detiene en la tradición.

- Desde hace un tiempo te llamás violinero y no violonista.

- La diferencia es el estilo, yo aprendí el violín sin saber música. En ese proceso uno comienza a inventar, a crear, y hay cosas que vas incorporando; sin querer, con el tiempo todo eso sale en algún arreglo o una melodía. Comencé a tocar cuando tenía poco más de 10 años y aprendí como autodidacta. Luego estudié en Tucumán y todo suma, además seguí mi aprendizaje en Holanda. Lo de autodidacta tiene que ver con el estilo santiagueño con la chacarera. Me siento un violinero: así se referían nuestros maestros a quienes tocaban, pero no habían estudiado. La diferencia se nota en la manera de hacerlo, porque hay algo que no se enseña en el conservatorio, sino que se recibe a través de la transmisión oral. A la gente le gusta esa mezcla que se expresó en el disco “La fiesta del Violinero” (lanzado en 2004).

- Mezclás estilos, ¿podrías hacerlo con el reguetón?

- No me imagino cómo lo haría (risas). El folclore está en un ritmo ternario, lo que hacemos principalmente son chacareras, gatos escondidos… Se puede mezclar con el reguetón que tiene un ritmo binario; hay cosas que vienen para quedarse y otras que pasan, son modas. Aquí tenemos la guaracha, que también tiene una estructura binaria.

- Empezaste autodidacta, pero luego te formaste en esta provincia y luego en Europa.

- Sí, estudié mucho sobre todo a los violinistas barrocos que a través de los años crearon una técnica ante la que me saco el sombrero. También admiro a Vivaldi, Paganini, Corelli, entre muchos otros. Son cosas que uno aprendió en el camino, que es la mejor escuela, y algunas se van incorporando.

-¿Y qué le dio el violín al folclore argentino?

- No me imagino una chacarera sin violín; desde niño tengo uno, es un instrumento diferente, que es más noble y te hace viajar. Da un tinte especial, por los sonidos agudos que tiene. Es un protagonista de la escena. Cada instrumento cumple un rol dentro de la música. Pero esta es mi propuesta. Las cuerdas siempre embellecen todo. Me crié escuchando a Sixto Palavecino, así que imaginate. Por mi parte, lo que trato de mostrar es que una chacarera es alegre, te invita a bailar. Tengo un violín que alegra, por eso está integrado como parte de las peñas. Por causas que conocemos todos de esta situación, en mi banda que era de siete ahora somos tres. Comenzamos a tocar después de 10 meses en diferentes provincias, casi en todo el país y nos está yendo bien.

- Cuando componés hay otras músicas, supongo…

- Mirá, cuando se te viene una melodía a la cabeza es como un regalo del cielo. Uno se puede contagiar con otras cosas, uno puede escuchar otras composiciones, y esa música te lleva a otra y así, en un proceso. Pero nadie hace una melodía genuina, siempre hay influencias de otras personas o de cosas.