Ya quedó atrás el primer mes de 2021 y los tucumanos han sido testigos de distintas postales que suelen repetirse en esta época, año a año. Solo para citar algunos ejemplos, se puede hablar de las calles de Tafí del Valle repletas -con o sin pandemia-, de las elevadísimas temperaturas y sus consecuentes cortes de luz o de una que otra tormenta intensa que deja invisibilizadas las calles. Sin embargo, hasta acá hubo un gran ausente: el dengue.

Para esta altura del año, en 2020 comenzábamos a observar el inicio de la epidemia en Tucumán. Los primeros casos, que más adelante tuvieron un pico de 7.806 infectados, se detectaron a mediados de febrero. Y para el final del verano contabilizábamos cuatro muertos y 1.000 pacientes de gravedad en la provincia. Si bien por aquel entonces era la llegada del coronavirus la que acaparaba la atención de todos, el Aedes aegypti no dejaba de generar temor.

Llamó la atención cuando, pocas semanas atrás, el secretario ejecutivo médico del Siprosa, Luis Medina Ruiz, anunciaba que en la provincia no se había reportado ni un solo caso de dengue en lo que iba de 2021, pese a que sí se había detectado la circulación del mosquito transmisor de la enfermedad. En una nota publicada ayer por este diario (“Dengue en Tucumán: no hay epidemia, pero hay más cantidad de mosquitos”), se precisa que en todo el país hubo apenas 71 casos registrados este año, de los cuales solo 21 fueron corroborados por laboratorio, la mayoría en Salta (16 casos).

¿Pero qué pasó en Tucumán? En el área de Salud se habla de distintos factores que contribuyeron a que el mosquito, aunque no fue erradicado, esté bajo control. La palabra clave, una vez más, es prevención. Las autoridades informaron que hubo casos sospechosos la semana pasada, pero que además de haber sido descartados por análisis, la Dirección de Salud Ambiental provincial desplegó de inmediato un operativo de bloqueo en las zonas donde residían los pacientes que presentaban síntomas. A lo largo de varias manzanas se realizaron fumigaciones y hasta se ingresó a las casas en busca de algunos recipientes que pudieran servir de criaderos de mosquito.

La titular de esa dependencia, Julieta Migliavacca, explicó que en la actualidad se realiza un monitoreo entomológico con sensores, que consiste en detectar los huevos para colocar luego ovitrampas y reducir la presencia del Aedes aegypti. Contó que también se lleva adelante un relevamiento, conocido como LIRA (Levantamiento Rápido de Índices de Infestación de Aedes aegypti), para identificar criaderos de larvas del mosquito en zonas críticas. Mediante un software especial, los técnicos de salud evalúan cuántas viviendas hay en un sector y en qué porcentaje deben hacer el relevamiento. Con esos datos, ingresan a las casas indicadas (al azar) y revisan si hay recipientes con larvas.

Una vez más, y al igual que ocurre con la covid-19, la responsabilidad de cada uno como parte de la sociedad es determinante para evitar que la situación se desborde. Por estos días, con tantas lluvias, podría decirse que Tucumán es el escenario ideal para la reproducción del mosquito. Eso motiva a los agentes sanitarios a recorrer los barrios e instar a los vecinos a descacharrar.

Paradójicamente, la pandemia del coronavirus contribuyó a evitar un brote de dengue. En el mencionado artículo, la investigadora del Instituto Superior de Entomología del Lillo Giselle Rodríguez explicó que la restricción de movilidad hacia países vecinos y el control del ingreso de personas febriles ayudó a reducir la entrada del virus. “Es este tiempo interepidémico vital para controlar las poblaciones del mosquito”, apuntó.

Con la covid-19 no hubo demasiado tiempo para actuar. Además de ser un virus desconocido, avanzó con rapidez por todo el mundo y fue cuestión de semanas hasta que se instaló en la mayoría de los países. Pero el dengue es distinto; a este sí lo conocemos, sí sabemos cómo se comporta y erradicarlo o no está en nuestras manos. ¿Dejaremos pasar esta oportunidad?