Los cadetes se han convertido en presa fácil de los delincuentes. “Expuestos a los robos, el peligro los acecha en las calles”, decía el título de nuestra edición del 19 de septiembre, cuando se advertía de los riesgos que sufrían los trabajadores de este servicio que arrastra la contradicción de ser uno de los más solicitados y a la vez uno de los más precarizados, a pesar de su visibilidad: se los ve a toda hora por las calles de la provincia, ya sea en las más céntricas o en las más alejadas. En el hoy lejano septiembre se advertía de la tremenda indefensión de los cadetes, que ya contaban dos muertos a manos de asaltantes, y se pedía medidas en apoyo de su integridad. Ahora, terminado el primer mes del año, ya se hizo una marcha en protesta por los ataques a cadetes tanto en barrios periféricos como en el centro. Al igual que el año pasado, no tienen respuestas.

En los últimos días hubo dos casos que causaron conmoción: el ataque a un joven que fue apuñalado para robarle la moto en la zona del Barrio 11 de Marzo, y el robo de la moto de otro mensajero en el corazón del microcentro, sobre calle 25 de Mayo. “Nos están cazando”, dijo uno de los representantes de los trabajadores, mientras las familias y los cadetes protestaron en reclamo de medidas de seguridad. En el caso del barrio 11 de Marzo, la víctima fue internada en grave estado y los vecinos advirtieron que la zona es de altísimo riesgo, una “tierra de nadie” donde hay ataques de noche y de día, y que en la agresión de marras dos seccionales de Policía se disputaban por no recibir la denuncia, diciendo que no era de sus jurisdicciones.

En el caso del centro, la queja consistió en que no se les dio acceso a las cámaras de seguridad para visualizar siquiera quién se había llevado la moto. Hugo Santucho, quien representa a los cadetes en Tucumán, afirmó en septiembre que les cuesta mucho tener contacto con la Policía. “Hicimos muchísimos intentos para tener una reunión, pero nunca nos escucharon. Ya no sólo la Policía, que debería brindarnos la seguridad, sino tampoco la Secretaría de Transporte que parece que no nos considera trabajadores. Nunca hubo ningún tipo de acercamiento”, se quejó. “El problema ahora es mayor que antes, ya que somos de los pocos que podemos circular tarde, y entonces nos están esperando. Perdemos los vehículos, nos roban, nos lastiman, nos matan. Estamos absolutamente desprotegidos. Nos están cazando. Todos los días nos ponen las pistolas en la cabeza. Hay compañeros que dejan de trabajar por miedo”, aseguró en ese entonces.

Se estima que en Tucumán al menos 6.000 personas trabajan como cadetes, de modo precarizado y un alto nivel de informalidad. Se encargan de los repartos para conocidas apps de entrega como monotributistas, no cuentan con ART ni obra social. “Somos esenciales, pero parecemos trabajadores de segunda. Las grandes empresas no tienen ni oficinas en Tucumán”, dijo el referente. El año pasado hubo proyectos para tratar el tema de la precarización pero la seguridad parece estar fuera de los planes de las autoridades, que no han encontrado la forma de proteger a los colectiveros ni a los taxistas, y que parecieran no dar abasto para dar respuestas a las frágiles víctimas del servicio de “delivery”, que se mueven por toda la ciudad y a toda hora, de acuerdo a los requerimientos de una ciudadanía encerrada en sus casas.

No hay una salida fácil para ese complejo problema, pero se debería estudiar a fondo. Se ha reclamado por la falta de aplicación de la ley Antimotochorros; se ha mencionado que registrar las actividades y los horarios de trabajo de los mensajeros podría servir para hacer un seguimiento más cuidadoso, así como el propuesto GPS para colocar en cada moto, que figura como de aplicación futura en la mencionada ley contra el arrebato. Pero mientras no haya una decisión de analizar esta dificultosa situación se seguirá lamentando ataques y temiendo que en cualquier momento ocurra una tragedia.