Por Daniel Medina

Un crítico que escribe sobre el presente es un trapecista sin red. Garabatear sobre tiempos remotos es fácil, no implica riesgos: siempre hay centenares de tesis, ponencias y artículos periodísticos sobre los cuales reafirmar una visión. Esa red de contención no existe para quien aventura una lectura sobre lo que está pasando. Hay errores históricos: alguien llamó mamotreto insoportable a Adán Buenos Aires. Aún más conocido es el caso de la novela Los Reconocimientos, del norteamericano William Gaddis: la prensa lo destrozó y un fanático del libro se encargó de recopilar todas esas reseñas para demostrar que ninguno de los periodistas había leído, si quiera, las primeras 50 páginas, de una obra maestra de casi mil páginas. Esas críticas después fueron recopiladas en un libro, que las desguaza, bajo el título “Despidan a esos desgraciados”.

Por eso es tan importante el libro “Tres realismos (literatura argentina del siglo 21)” (Editorial Nudista) , de Maximiliano Crespi, que recopila artículos sobre narrativa contemporánea, publicados, mayormente, entre 2010 y 2014.

Los primeros capítulos del libro están dedicados a otros críticos que han intentado pensar el presente literario y, en la visión de Crespi, han fallado. Beatriz Sarlo, Juan Terranova; también se menciona a Elsa Drucaroff y a Josefina Ludmer.

Con un medido desborde de pasión y ausencia de lástima (Si hay lástima, no hay respeto) Crespi comienza cargándose esas lecturas que considera erróneas. Es un reproche, ante algo que para él es evidente y que los otros críticos no pudieron ver.

Sobre Sarlo dice que si bien acierta en la lectura del síntoma (un cambio cualitativo en la percepción de lo literario) “se manca en la adopción de una perspectiva conservadora que hace de lo nuevo un signo de decadencia o degradación”.

Al libro Los prisioneros de la torre, de Drucaroff, le reprocha: “intenta leer la “nueva narrativa argentina” desde un tematismo extorsivo y simplificador que jibariza la potencia de lo nuevo en pos de cristalizar el semblante satisfecho de un progresismo tibio, humanista y bienpensante”.

Con la misma pasión y ausencia de lástima va abordando a distintos autores.

Dice sobre Selva Almada: “Que en tristes tiempos de penuria imaginativa y fruición bienpensante una propuesta de realismo discreto y “literatura de provincia” pase –a los ojos de una crítica de nostalgia modernista – a ser celebrada como “alta” literatura”, no es motivo de sorpresa”.

Hasta ahora quizá el lector de esta nota se haya formado la idea de Crespi como un sadomasoquista que lee libros que no le gustan, para después destrozarlos, no si saña. Esa  sería una lectura errónea. De ser así, el libro serviría de poco. Pero Crespi también ahonda, con la misma pasión, en libros que pueden concebirse bajo el halo de lo que él define como “realismo infame” (y lo dice como elogio). Y en esos artículos sobran los elogios a Aurora Venturini, Ariana Harwicz, Francisco Bitar, Federico Falco, Luciano Lamberti, Samanta Schweblin, entre otros, mientras va dando detalles sobre las características de este realismo. Crespi lee para entender el truco de los magos, pero sigue fascinándose con los efectos que producen esos trucos.

Dejamos, acá abajo, la charla virtual, en la presentación del libro. No tiene desperdicio: