Aunque San Javier es un sitio ideal para el turismo, porque se encuentra a sólo 24 kilómetros de San Miguel de Tucumán, los problemas estructurales del servicio de agua en la villa enclavada en el cerro dificultan la permanencia. En el primer mes del año, los vecinos y visitantes padecieron con los largos cortes y con el suministro a cuentagotas de la provisión de agua, a tal punto que muchos instalaron cisternas para asegurarse una estadía medianamente tranquila.

Pero esto no alcanza, porque en los cortes prolongados -en enero hubo uno que duró una semana- no hay previsión que sirva. En 2014 hubo un “apagón” turístico en la villa tras diez días sin agua: los hoteles debieron cancelar entonces sus reservas y enviar a sus huéspedes de regreso, porque la carencia líquida era total. Y aun cuando en esta ocasión no se ha llegado a ese extremo, cabe imaginarse los problemas cotidianos que significa estar en un lugar turístico, lejos de casa, y tener que cocinar, asear el lugar, bañarse y lavar la ropa sin saber si habrá agua, además de la necesaria para beber. Sin mencionar la necesidad de proveerse de filtros porque el poco líquido que llega a menudo sale turbio.

El problema del agua en San Javier es crónico; lleva décadas. La zona se abastece del acueducto que nace en Anfama, administrado por la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) y mantenido con auxilio de la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT), y su provisión alcanza para reforzar incluso el suministro de agua para El Corte, en el pie del cerro, otro sector que desde hace años reclama por los problemas en el suministro de agua. En septiembre pasado, los responsables de la UNT relataban que se estaban haciendo reparaciones en el acueducto, que suele dañarse no sólo por su antigüedad -fue terminado en 1961-, sino por los movimientos en la montaña. Periódicamente hubo problemas por falta de mantenimiento. En 2007 se firmó un convenio entre la SAT y la UNT para repararlo con una inversión de $ 8 millones, que concluyó con un arreglo integral en 2010, pero los problemas en el suministro siguieron. La comuna ha encarado como parte de su tarea cotidiana el suministro por vehículo cisterna de líquido a vecinos y hoteles en temporada estival.

Así las cosas, los vecinos y veraneantes están reclamando con mayor o menor presión. Observan que no hay problemas de provisión en la cercana Villa Nougués; que hay usurpaciones con conexiones clandestinas que agravan el problema; que a pesar de los anuncios de arreglos las cañerías siguen siendo pequeñas, insuficientes, precarias y frágiles (hace pocos días se publicó la imagen de una pérdida que formaba un “géiser” junto a la ruta 338, a la altura de la calle 12) y que las respuestas que dan la SAT, la UNT y la comuna son “ineficientes” frente al aislamiento que genera esta situación. El problema obliga a los turistas tucumanos que pueden hacerlo a bajar a la ciudad a lavar la ropa o comprar bidones con agua para proveerse.

Llama la atención que estando la universidad y la empresa estatal encargada del servicio de agua como responsables del suministro de líquido a la villa no hayan encontrado las respuestas necesarias y contundentes como para resolver los problemas que llevan tanto tiempo de palabras y frustraciones en San Javier. El lugar, bello y accesible, es frecuentado durante todo el año por excursionistas, ciclistas y visitantes; sin embargo los problemas de la vieja ruta –cuya remodelación concreta no parece estar en los planes de las administraciones provincial y comunal- y los del agua hacen que los habitués de este sitio lo llamen “un paraíso olvidado”. Convendría que se inmediato se prevean formas de auxiliar al vecindario en lo inmediato en el suministro de agua; que se hagan recorridos cotidianos para reparar inmediatamente las pérdidas detectadas (como la del “géiser” mencionado) y que se discuta un proyecto de envergadura para asegurar que en el futuro (cuanto antes) el agua no sea un problema, sino una de las delicias de San Javier