La aparición de grupos de deportistas que están haciendo plogging en Tucumán, al mismo tiempo, nos indaga y nos enaltece una vez más como sociedad. La contradicción no es ociosa: tenemos tan poca empatía en general con el medio ambiente, en este caso específico, arrojando basura en cualquier lado, que al mismo tiempo eso nos preocupa y nos ocupa. Como resultado, cobran impulso estas iniciativas que ayudan a paliar una situación a la que nunca debimos haber llegado.

Plogging es una combinación de trotar con recoger basura. Según los especialistas, el origen está en la expresión del sueco “plocka upp”. Justamente fue en Suecia donde comenzó como una actividad organizada hace un poco más de cuatro años. Ya en 2018, se expandió de tal modo en distintos países, que se fue convirtiendo en un fenómeno que gana adeptos de manera sostenida. La creciente preocupación por la contaminación plástica es su principio básico. Por extensión, también los practicantes recogen otro tipo de residuos. Al hacerlo, hay un entrenamiento que proporciona una variación en los movimientos del cuerpo, como por ejemplo flexiones y sentadillas, acciones extras a las de caminar, trotar o correr.

Se entiende que la desaprensión por el destino de la basura que la gente produce en las ciudades, en lugares públicos o en paseos naturales no son algo privativo del tucumano. Sucede en todo el mundo, aunque ello no debe constituirse en una excusa como para no hacer nada. Por ello, que haya quienes den pasos en ese sentido, es plausible y merece ser imitado. Mientras, no hay que desfallecer en las campañas para mantener nuestros hábitats naturales como la palabra lo indica.

En diciembre del año pasado, atletas de distintas edades llevaron a cabo a cabo en el parque 9 de Julio un plogging. Y lo repitieron hace algunos días en el parque Avellaneda. Es sorprendente ver cómo los que participan van vestidos de deportistas, con bolsa de residuos a mano. Y cómo frenan su marcha una vez que ven algún residuo. La acción, incluso, llama la atención de ocasiones transeúntes, muchos de los cuales hacen consultas, se interesan.

Estas actividades no sólo tuvieron como escenario a San Miguel de Tucumán. En Las Talitas, Yerba Buena, Tafí Viejo, Concepción ya las hubo. Y se han programado otras en Monteros y en Lules. Una zona que es recorrida de manera permanente es el cerro San Javier, de los más castigados por quienes lo visitan y deciden arrojar residuos sin vergüenza alguna.

Walter Herrera, activista en esta iniciativa, declaró que la idea es largar en todos los lugares donde uno realice una actividad, y que no necesariamente los atletas deben estar aglutinados en un mismo sitio. “Hay que poner fuerzas para que el concepto crezca, se naturalice y vaya siendo parte de las personas que lo practican”, asegura.

Una variante para los ploggers (como se denomina a las personas que hacen plogging), es eliminar los residuos también en los espejos de agua, subidos a un bote. Ello ya ocurrió en el lago de El Cadillal, por ejemplos. Varias instituciones, desde hace años, organizan salidas para levantar la basura. “Hay gente que lo hacía hace tiempo y no sabía que se llamaba así”, explicó Pablo Palacios, integrante de la escuela de natación Aguas Abiertas.

Todos los que hacen plogging esperan que más gente se sume para así poder, por fin, erradicar toda la basura que se encuentra en los distintos espacios públicos tucumanos. Pero también es de esperar que, entre nuestras prácticas comunes y saludables, esté el no arrojar residuos en la vía pública. Esta vez, hay quienes dan una mano en la limpieza mientras hacen deportes. Pero lo básico sería no seguir naturalizando un acto que nos hace daño tarde o temprano, por más pequeño que sea el residuo que se arroja.