15 segundos. Eso es lo que tarda Netflix en pasar de un capítulo a otro. Ese breve lapso de tiempo define irse a dormir a una hora razonable o el “miro uno más” puede conducir a un atracón de series y películas, lo que en inglés se conoce con el término binge watching.

Tomarse un fin de semana o feriado largo para mirar 20 películas seguidas o temporadas enteras de series no es algo nuevo: sucede desde la llegada del cable y la proliferación de los videoclubes en la década del 90. El asunto es que, con el confinamiento obligatorio por la pandemia de coronavirus, se masificó y llegó a su pico máximo en la historia de la humanidad.

Según datos de Netflix el uso de la plataforma -sólo en Argentina- trepó a un 73% más de lo habitual durante abril del año pasado. Mientras que para algunos es la manera normal de consumir series y películas, una parte de la población lo experimentó, por primera vez, en este período de aislamiento.

Lo que sucedió en nuestro país es una muestra de lo que, durante la pandemia, ocurrió en el resto del mundo. Los números del primer trimestre del año -difundidos por Netflix- son la continuación de una tendencia ya consolidada a nivel planetario: sumó 15,8 millones de usuarios entre enero y marzo de 2020, cuando la expectativa era de 7 millones para este período. Esto representó un crecimiento del 23 por ciento de manera interanual, lo que se tradujo en 183 millones de clientes en el mundo.

Al servicio de las plataformas

Si bien la compañía californiana capta la mayor parte de suscriptores a nivel global, sus competidores Amazon Prime Video, Disney, YouTube, Qubit, Movistar Play, Flow y las de producciones nacionales: Cine.Ar y Cont.Ar conforman el pelotón de plataformas que habitan en el mapa de consumo audiovisual de los argentinos.

Esta nueva modalidad de consumo audiovisual modificó los guiones de algunas series y películas, las cuales no funcionarían en TV abierta, ya que su trama se completa en todos los capítulos de cada temporada y no en cada uno.

Son varios los guionistas y directores que han advertido que este cambio cultural podría ser negativo para la narrativa de la historia ya que esperar un capítulo de una semana a la otra forma parte de la historia misma.

El formato narrativo de las grandes plataformas es el de cliffhanger: literalmente “colgado de un precipicio”, que también se puede traducir como “al borde del abismo”. La técnica narrativa se utiliza al final de una escena, normalmente al final del capítulo de una obra de ficción, para generar suspenso y enganchar al espectador para que se interese en ver el resultado en la siguiente entrega.

La publicidad hará el resto

Durante la cuarentena daba la sensación de que el fin del mundo estaba a la vuelta de la esquina y había que mirar todo lo que nos pusieran delante de nuestros ojos.

“Ese circuito requiere un consumidor cautivo y quieto, además de un sistema de medios que todo el tiempo hable de eso. ¿Qué público demanda que los periodistas de espectáculos (otrora cultura) hablen sin parar de series? Ninguno. Esa práctica periodística es también instaurada por los dueños de plataformas/productores; y esa suerte de carrusel de consumo tiene en un gestor ficticio de demanda (el periodismo) la garantía de la reproducción del circuito”, explica a LA GACETA Literaria Daniel Cholakian, sociólogo, periodista e investigador universitario en teoría del cine.

Tomando como referencia el binge watching y las quejas de los mismos afectados fue que Netflix, a partir de una encuesta, lanzó una campaña en el mes de junio para alertar a las personas que pasan excesivo tiempo frente a las pantallas.

Las audiencias caen rendidas a las mieles del binge watching, lo cual en perspectiva de consumo cultural tiene su costado positivo: genera aficionados que se encargan activamente de promocionar y defender el producto desde sus redes sociales y, a la vez, significa el desarrollo de un proyecto audiovisual lo que se traduce en un mercado laboral más amplio.

De todos modos los creativos de la industria audiovisual se sienten -de alguna manera- obligados a producir contenidos que sean atractivos para el consumidor voraz de estas plataformas. Sucede que, en muchas ocasiones, las necesidades del mercado no siempre se adscriben a las creaciones de un artista y, esa maquinaria de producción, termina por devorarlo todo.

© LA GACETA

Ulises Rodríguez – Crítico de cine.