A principios de enero, WhatsApp sorprendió a muchos cibernautas con un comunicado. A partir de ahora, habría un cambio en su política de privacidad y el servicio de mensajería podría compartir los datos personales de los usuarios con Facebook (su empresa matriz desde que Mark Zuckerberg compró la app). Además de replicarse en Instagram y el resto de marcas afines al gigante de las redes sociales.

Las polémica no tardó en llegar. ¿Cuáles son los límites de nuestra intimidad? ¿Con qué objetivo se usa la información que sedemos? La cuestión es más preocupante al pensar en los antecedentes de filtraciones que tiene Facebook. Sin embargo, ante la confusión, hay que hacer algunas aclaraciones.

“La nueva actualización de WhatsApp no afecta el contenido de los mensajes (textos, videos, memes, enlaces, fotos) que enviamos a nuestros amigos o familia. Estos están cifrados de extremo a extremo y solo son leídos por el emisor y su receptor. Ni siquiera la empresa puede acceder a ese chiste, confesión o pelea que escudriñamos”, explica el programador Jerónimo Corbalán.

Para la aplicación, el verdadero tesoro son los metadatos. “Acá hablamos de detalles como nuestro nombre, número telefónico, contactos, dirección IP, los horarios de conexión y las transacciones financieras o pagos que concretamos. Todo eso, sumado a la información sobre el dispositivo móvil que poseemos. Por ejemplo: su modelo, proveedor de internet, sistema operativo, etcétera”, enumera el especialista informático.

El resto de los ítems figura detallado en la página web oficial, pero todos apuntan a lo mismo. “Desde hace años, el conglomerado de Facebook intenta posicionarse como una plataforma comercial y sacar provecho de los negocios online. El propósito de esta modificación en los términos y condiciones apunta a enlazar los hábitos de consumo y nuestros perfiles para armar campañas publicitarias súper efectivas y vender mejor sus productos”, asegura el técnico en Programación Ernesto Mayorga.

Por lo pronto, las críticas hicieron que WhatsApp retrasara hasta el 15 de mayo sus actualizaciones. Y, en la lógica de causa-efecto, que nosotros cotejemos otras alternativas.

Con un récord de descargar en Play Store y App Store, desde hace tres semanas las elegidas son Telegram y Signal. A continuación una guía sobre sus diferencias, similitudes y ventajas comparativas.

Cifrado

Al comparar los tres servicios de mensajería un punto clave es el tipo de cifrado que manejan. WhatsApp y Signal mantienen todos los diálogos encriptados, así que nadie externo puede mirarlos. En cambio, en Telegram, la opción de cifrado de extremo a extremo solo figura al iniciar chats secretos.

“Hay que diferenciar dos conceptos. Por su protocolo, los chats de WhatsApp están mejor protegidos que en Telegram. Ahora, esa ventaja de seguridad se pierde porque la empresa es la que más referencias privadas nos exige para funcionar y menos explicaciones brinda sobre el destino de las mismas. Sin olvidar que la Unión Europea multó en 2017 (por 110 millones de euros) a Facebook ante la falta de transparencia en su adquisición”, añade el técnico en informática Andrés Zahara.

En contraposición, Telegram y Signal cuentan con códigos de programación abiertos. “Eso significa que podemos rastrear hacia dónde va nuestra data y chequear que no exista un uso indebido de los perfiles”, especifica Mayorga.

En esta parte de la contienda, la victoria se la llevan ambos servicios. Dado que también podemos negarnos a activar la geolocalización y los permisos para la cámara o el micrófono.

Fotos y perfiles

Entre sus configuraciones “blandas”, los tres servicios de mensajería restringir la cantidad de gente que ve nuestra foto de perfil. Por otra parte, cada cuenta de WhatsApp se anexa a un número telefónico específico (así que cualquiera es capaz de contactarnos), pero en Telegram existe la alternativa de ocultar esa referencia y dejar solo nuestro nickname.

Signal es el punto medio, dado que se limita a pedir teléfonos y el nombre o la fotografía de perfil son opcionales.

Capturas y reenvíos

Mientras las excusas (o causas) para hacer una captura de pantalla son miles, el problema de WhatsApp es que jamás nos avisa cuando alguien guarda nuestros chats.

Al ingresar a Telegram y Signal esta complicación no ocurre y cualquier screenshot que se efectúe -al programar la privacidad- viene seguida de una notificación a ambos usuarios.

Mensajes

Para los que prefieren hacerse los desentendidos, el año pasado WhatsApp sumó como novedad la función de crear mensajes temporales. Con esta herramienta, tras siete días, nuestros textos desaparecen por arte de magia.

En el caso de Signal, la “autodestrucción” de documentos compartidos es instantánea. El extra: también podemos activar nuestro remitente como confidencial para interactuar en total anonimato.

La misma función es aplicable a Telegram, con la distinción de que los mensajes temporales son exclusivos para los chats secretos. Entre los adicionales, el servicio posibilita editar los textos una vez enviados (y, en contraste con WhatsApp, sin alertas del tipo “el mensaje fue eliminado”).

Por último, Telegram incluye la chance de crear una nube individual para enviarnos a nosotros mismos archivos.

El secreto de Telegram

Para quienes deseen descargar una aplicación all inclusive Telegram lleva la delantera. El motivo son sus bots: unos programas automatizados que incorporan funcionalidades sin tener que instalar nada extra.

Las alternativas son infinitas y nos facilitan -por ejemplo- la descarga de libros, conversión de videos, edición de música, edición de archivos Word y la gestión de llamadas por Zoom. Sumado a ofrecernos minijuegos, calculadoras, diccionarios, enciclopedias y listas de tareas.

Su funcionamiento es sencillo. Basta con buscar el nombre de usuario del bot y abrir un chat (igual a la interacción con cualquier humano). Al apretar el botón “iniciar” los comandos se activan y listo.