Por Inés Páez de la Torre
Un estudio publicado en 2009 por investigadores de la Universidad de Indiana y del Instituto Kinsey con datos de casi 4.000 mujeres de entre 18 y 60 años llegó a una conclusión interesante: más del 50 % había utilizado vibradores. La mayoría tanto para masturbarse como durante el sexo en pareja. La investigación constató, entre otras cuestiones, que su uso estaba claramente en ascenso y asoció este hecho a mejores índices de excitación, lubricación y orgasmo.
Sin embargo, todavía muchas personas se niegan a incursionar en el rubro de los juguetes sexuales por distintos motivos. Empezando por los prejuicios negativos que circulan al respecto, la vergüenza de hacer el trámite (algo totalmente salvable con la facilidad de las compras online) o sencillamente por pura resistencia a la novedad, aún si ésta promete más diversión y placer.
Lo cierto es que incorporar uno de estos suplementos a los encuentros puede ser muy útil para quienes necesitan una estimulación clitoriana más directa para alcanzar el clímax.
Desde luego que ciertas posturas también pueden lograrlo, pero un anillo vibrador colocado en el pene o un pequeño aparatito a mano puede incrementar muchísimo el goce sexual.
El rabbit
Existe una variedad enorme de modelos, tamaños, texturas, colores y funciones en la oferta de vibradores (¡hasta algunos pueden ser manejados mediante una aplicación en el celular!).
Uno de los más famosos es el rabbit, popularizado hace ya unos años gracias a su aparición en “Sex and the city”. El conejo, además de hacer cosquillas en el clítoris con sus orejitas, tiene un dildo que da vueltas dentro de la vagina a diferentes velocidades. Lo que logra, en realidad, es presionar el punto G con una intensidad y una precisión que probablemente una mujer sola o con la penetración no lograría.
En el citado estudio, el 55 % de las mujeres reconocieron que empezaron a utilizar vibradores sólo por curiosidad, un tercio dijeron hacerlo para facilitar el orgasmo, y un 27 % porque sus parejas se lo pedían. Pero la gran mayoría opinó que incorporarlos había tenido efectos más que positivos en su vida sexual.
Un buen recurso
Algo parecido ocurre con los lubricantes. En un estudio de la Universidad de Indiana publicado en 2011 y dirigido por la exitosa sexóloga norteamericana Debby Herbenick (el mayor estudio sobre lubricantes que se ha realizado hasta la fecha), se seleccionaron cerca de 2.500 voluntarias. Les dieron seis tipos diferentes de lubricantes para que los probaran en la masturbación y el coito (anal y vaginal) durante cinco semanas.
¿Cuál fue la conclusión? Su uso mejoraba en forma significativa las experiencias sexuales, y no sólo en mujeres que sufrían sequedad vaginal o dolor durante la penetración.
También se comprobó que los lubricantes acuosos eran más tolerados que los basados en silicona. (Los de silicona se mantienen más tiempo en los genitales que los acuosos, en tanto que estos últimos se reabsorben más fácilmente). Pero los autores del estudio sugirieron que cada persona debe experimentar con el tipo, la cantidad y el momento en el cual utilizarlos.
De hecho, como aseguran muchos expertos, usar lubricantes es lo más sencillo y accesible que alguien puede hacer para mejorar el placer sexual.