Autoridades sanitarias y expertos coincidieron en que las aperturas y la relajación social del verano fueron los detonantes de la segunda ola del coronavirus en Europa, más mortífera aún que la primera, una experiencia que podría servir a América Latina, donde el reciente repunte de los contagios hace temer un rebrote de la pandemia.
Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), David Nabarro, enviado especial para la Covid-19 en Europa, responsabilizó de la segunda embestida a los Gobiernos europeos por no haber construido la "infraestructura necesaria durante el verano, después de haber controlado la primera".
Tras el fuerte impacto de la primera ola en el continente europeo, que llegó a colapsar el sistema sanitario de países como España, Francia, Italia y Reino Unido, las autoridades relajaron las restricciones, reabrieron las fronteras y reanudaron la actividad económica de cara al verano.
Incluso el uso del tapabocas, una de las medidas básicas de protección contra la Covid-19, no estaba generalizado en muchos países y se limitaba al transporte público y a los lugares cerrados.
Con el ocio de regreso, los europeos pudieron disfrutar de unas vacaciones tranquilas, en las que reinaba una sensación de victoria frente al virus, que los llevó a bajar la guardia en un momento crucial.
Los contagios comenzaron a crecer de forma ininterrumpida desde junio, se dispararon a finales de septiembre y alcanzaron su pico en noviembre, lo que derivó en una segunda ola más letal que la primera, en la que las restricciones y confinamientos volvieron a ser la norma.
Europa registró casi el doble de muertes durante esta segunda embestida, con más de 505.100 decesos entre agosto y enero, frente a los 265.470 de la primera, ocurridos entre enero y junio, según datos del portal Our World In Data de la Universidad de Oxford.
De hecho, la región tuvo más fallecidos por coronavirus desde finales de noviembre a la actualidad, que en los primeros diez meses de 2020, según las cifras de la universidad británica.
Si bien el contagio veraniego no ha sido aún corroborado científicamente, los expertos coinciden en que las aperturas y la relajación social durante ese período fueron determinantes en la segunda ola europea.
Para el director de la OMS para Europa, Hans Kluge, la conducta de los europeos durante el verano, "con mayor movilidad y un contacto social intenso fuera de la burbuja habitual son factores que sin duda han contribuido".
Una opinión compartida por el especialista en enfermedades infecciosas del hospital público de la ciudad inglesa de Bradford, Jorge Abarca.
"En las vacaciones la gente se libera más, viaja más y hay mayor tiempo de exposición. Algo similar ha sucedido en fin de año con las Fiestas", dijo a Télam el médico mexicano, que enfrenta al virus en primera línea en el Reino Unido.
De hecho, en América Latina, donde la primera ola de Covid-19 nunca ha cesado, los contagios volvieron a dispararse en diciembre con la llegada del buen tiempo y el incremento de las reuniones sociales durante el período festivo, lo que hace temer que se repita lo vivido en Europa.
Ante esta situación, muchos países han decidido reforzar las restricciones, como los confinamientos localizados decretados en Colombia o el freno a la circulación nocturna sugerido por el Gobierno nacional a las provincias en Argentina.
Estas medidas fueron defendidas por Abarca, quien consideró que hay que restringir la movilidad y evitar los contagios "lo más que se pueda", sin afectar a la economía en lo posible.
"La estrategia de tener esos pequeños toques de queda es muy buena porque disminuye mucho el tiempo de exposición y la interacción entre las personas", explicó y agregó: "Hay que tratar de buscar el punto medio y no estar completamente aislados, es una estrategia a trabajar a nivel global y social".
En ese sentido, afirmó que probablemente las infecciones continuarán, "es inevitable", apuntó, pero precisó que serán mucho menores, más fácilmente identificables y, sobre todo, evitarán la saturación de los sistemas sanitarios.
Pero no sólo limitar la movilidad es importante, sino que Abarca destacó que los Gobiernos deben concientizar mucho a la sociedad sobre el uso de mascarilla y la distancia social, fomentar el teletrabajo y testear para poder controlar los focos de contagio.
La experiencia europea ha demostrado que no hay que esperar al desborde de la situación para implementar medidas. Por ello, el director de la OMS en Europa instó a los países a emprender una estrategia única, en lugar de brindar respuestas diferentes en cada momento.
"Es importante afrontar la pandemia como un acontecimiento único de unos dos años de duración, con momentos más agitados y otros de mayor tranquilidad", resaltó Kluge en una conferencia de prensa en diciembre pasado.
También Abarca vaticinó que "al menos durante los próximos dos años" la denominada nueva normalidad seguirá vigente en el mundo.
"Esa normalidad que conocemos de poder viajar, poder abrazar y tener contacto más cercano con la gente tendrá que limitarse hasta que haya un buen control de la pandemia, tanto en diagnósticos, como en vacunación, concientización y tratamientos", opinó.
Para el experto, el papel de la sociedad es fundamental para poder controlar al virus y, sin embargo, a su juicio, es algo que aún no entendemos.
"Hay que concientizar sobre todo a los menores de 40 años porque hemos visto que en general desarrollan cuadros muy leves o son asintomáticos", enfatizó el especialista, quien argumentó que la falta de síntomas hace que los jóvenes no visualicen "el impacto social y económico" que esto conlleva.
"El portador asintomático en una pandemia es un problema enorme porque va diseminando la epidemia a diestra y siniestra sin darse cuenta", sentenció.
Aunque Abarca se mostró comprensivo con el cansancio social, que atribuyó en gran parte a la politización del brote, advirtió que no hay tener exceso de confianza ni tampoco ser extremistas.
"La vacuna no es el final del túnel, sino el principio del final, tendremos que pasar aún por otras etapas", concluyó.