La Argentina inició ayer el camino hacia la inmunización de la población frente a la Covid-19. Si bien se distribuyeron 300.000 dosis de la vacuna rusa Sputnik V a lo largo del país, se esperan nuevas partidas para el primer mes del año que viene, con el fin de aplicárselas a los agentes esenciales, especialmente los de salud. El plan masivo se extenderá al menos durante todo el primer semestre de 2021, con la idea de que llegue, en forma escalonada y progresiva, según la disponibilidad gradual y creciente del recurso y a la priorización de riesgo, a la mayor parte de los habitantes.

Las autoridades confían que, a través de ese programa, la sociedad podrá transitar, con un poco más de tranquilidad, hacia la nueva normalidad. La intención es reducir, paulatinamente, la morbilidad-mortalidad y el impacto socio-económico ocasionados por la Covid-19 en la Argentina. Sin embargo, las medidas de bioseguridad deben seguir cumpliéndose, ya que el riesgo al contagio seguirá latente en la medida que surjan nuevas mutaciones al virus. Ayer, por caso, Chile denunció la aparición de la nueva cepa en su territorio, algo que ya había sido detectado en otro país vecino y principal destino turístico de los argentinos: Brasil.

Las autoridades sanitarias nacionales han informado que la protección de la vacuna no es inmediata, ya que contempla la aplicación de dos dosis (la segunda se coloca a los 21 días) y a partir de la última el proceso de protección puede darse entre una o dos semanas. En ese lapso, incluso, las personas pueden llegar a enfermarse, aunque se considera que el proceso puede llegar a atenuarse. Por esa razón es que se sugiere mantener el distanciamiento social (de dos metros), el uso permanente de barbijos o tapabocas, la higiene sanitaria, evitar reuniones masivas en lugares cerrados, ventilar los ambientes y no compartir el mate o la vajilla, entre otras acciones.

El 31 de diciembre de 2019, China notificó la aparición de casos confirmados por laboratorio de una nueva infección por coronavirus (SARS-CoV-2) que posteriormente se diseminó en varios países de todos los continentes. El 30 de enero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que el brote del nuevo coronavirus constituía una emergencia de salud pública de importancia internacional y finalmente el 11 de marzo se declaró el estado de pandemia.

Desde entonces, numerosas actividades económicas han resentido su situación, llevando incluso al cierre de algunos negocios y fábricas. Los indicadores socioeconómicos empeoraron, con un nivel de pobreza que supera el 40% y con un desempleo de dos dígitos. Sin posibilidad de salir a la calle, los trabajadores no pudieron buscar otro empleo que les permita llegar a fines de mes. Para 2021 se estima una reactivación económica y un mejoramiento de los indicadores.

El impacto de la Covid-19 ha dado lugar a numerosas comparaciones: con la crisis financiera mundial de 2007-2008, con la Segunda Guerra Mundial e incluso con crisis que solo conocemos a través de los libros de historia, dice un reciente informe del Banco Mundial. Si bien esas comparaciones pueden parecer dramáticas, la pandemia ha tenido un efecto de gran alcance en casi todos los aspectos del desarrollo, como pocas crisis anteriores. La verdadera magnitud de la pandemia solo se conocerá en los próximos años, a medida que se recopilen y analicen los datos.