Desanimados e inseguros; esos son los sentimientos que describen la actualidad de la mayoría de los tucumanos. Este año, LA GACETA y la firma Reale Dallatorre Consultores (RDT) realizaron una encuesta para conocer cómo había impactado la pandemia en la sociedad. Qué implicancias había alcanzado en el comportamiento de los jóvenes y adultos y qué sentían luego de tantos meses de angustia, de pérdida de vínculos sociales, de agobio económico y de encierro.
Los resultados fueron categóricos. El 80,3% de los tucumanos consultados admitió que su mayor inquietud es la inseguridad. Ya en el análisis de esos números, ocho de cada 10 creen que la falta de respuestas por parte de la Justicia es el principal causante de la inseguridad, y un 54% considera que el accionar de los motochorros pone en vilo a la ciudadanía de la provincia.
El trabajo ratifica lo que es el común denominador en las charlas familiares o de amigos, lo que reflejan las páginas de LA GACETA y lo que monopoliza las discusiones políticas. La seguridad es una materia pendiente. En rigor, los intentos de las autoridades por tratar de prevenir los hechos de inseguridad, en especial los motoarrebatos, no han dado resultados. Desde leyes declaradas inconstitucionales, como la que introducía modificaciones al dictado de las prisiones preventivas, a otras que no han sido reglamentadas por el Poder Ejecutivo; como la sancionada este año que prohíbe que dos adultos viajen en una misma moto. Se han sumado, por ejemplo, propuestas para obligar a dueños y a empleados de estaciones de servicio a que oficien de agentes controladores de uso de casco, chalecos y patentes, pero tampoco avanzaron por los rechazos generados.
El asunto genera un efecto dominó. Porque la inseguridad y la incapacidad demostrada por el Estado para llevar tranquilidad a la población desencadenan que un sentimiento de desilusión y de batalla perdida se expanda -en particular- entre los jóvenes. Y ahí, el sondeo encargado por LA GACETA encuentra otro correlato con la realidad: un 44% de los tucumanos dijo que, si pudiera, dejaría todo y se iría del país. Los más predispuestos, casualmente, son los más jóvenes, que se muestran decepcionados de las políticas y temerosos por lo que vendrá. Les preocupa, además, su horizonte laboral y profesional.
Quizá el aspecto más entusiasta que arrojó la encuesta de Reale Dallatorre Consultores es el dato de que los tucumanos aman ser tucumanos: un 64,4% de los comprovincianos dice sentirse entre muy y bastante orgulloso de su lugar de origen. Ante la pregunta, ¿en qué medida dirías que te sentís orgulloso de ser tucumano?, el 37% dijo “muy orgulloso” y un 27% dijo “bastante orgulloso”.
¿Qué implica eso? Que la sociedad espera un guiño, una señal de cambio por parte de las autoridades. Que los tucumanos están dispuestos a pelearla desde aquí para posicionar a Tucumán y convertirlo en un lugar amigable, fructífero, de oportunidades. Que sienten orgullo por haber nacido en la tierra en la que se declaró la Independencia y que sonríen cuando alguien menciona que Juan Bautista Alberdi, Nicolás Avellaneda, Mercedes Sosa, Tomás Eloy Martínez, César Pelli o “Palito” Ortega nacieron en este suelo. Que están orgullosos de los valles y cerros que pintan la provincia. Y que ese sentido de pertenencia, en momentos de desazón y de ahogo, puede ser el principal combustible para gestionar cualquier cambio.