La caña de azúcar es un cultivo que, debido a su gran capacidad de producción de biomasa, presenta elevados requerimientos de agua y de nutrientes para alcanzar los máximos rendimientos.
Sin embargo, como expresa Eduardo Romero, coordinador del subprograma Agronomía de la Caña de Azúcar de la Estación Experimental Agroinustrial Obispo Colombres (Eeaoc), durante esta primavera el área cañera fue seriamente afectada por dos situaciones: la quema y la sequía. La interacción de ambas potenció la expresión de daños sanitarios y provocó detención y retraso del crecimiento de variadas intensidades.
Durante la zafra acontecieron severos problemas de quema, asociados a la sequía y a las heladas, que sin dudas superaron su incidencia al área cañera, pero que la afectaron severamente en un 42%, con más de 40.000 hectáreas que se quemaron en pie y en el resto eliminó todo el rastrojo.
Simultáneamente, la escasez de lluvias desde mediados de abril en adelante, si bien facilitó la zafra, tuvo continuidad hasta fines de noviembre e inicio de diciembre, cuando recién se registraron algunas precipitaciones de diferentes intensidades, que aunque trajeron un poco de alivio aún no mostraron la suficiente continuidad ni uniformidad territorial como para haber superado la situación general de déficit hídrico. Esta preocupante situación atraviesa nuestra provincia y preocupa al sector.
En general, con excepción de lotes que pudieron ser regados, los cañaverales muestran un retraso fenológico y de crecimiento de 30 a 45 días, situación más notable en el sur de la provincia. Esta condición general implica que será difícil lograr el cierre antes de mediados de enero, acortando el período de gran crecimiento lo que afectará las posibilidades de lograr altos niveles de producción.
En las cañas socas, la quema del Residuo Agrícola de Cosecha (RAC) intensificó la sequía y facilitó la irrupción de Elasmopalpus, que encontró condiciones óptimas para su evolución, lo que generó daños de variada importancia y ocasionó en algunos casos -en especial, en socas viejas- la decisión de descepar anticipadamente estos lotes, con la intención de sembrar algún otro cultivo estival.
A esta situación se sumó la llamativa aparición en muchos lotes -en especial de LCP 85-384- de los látigos característicos del carbón, tema comentado la semana pasada.
También se registraron serios problemas en plantaciones, especialmente las realizadas a partir de agosto, lo que generó fallas importantes y, en otros casos, la pérdida total de lotes.
Debido a tales efectos interactivos es de prever la ocurrencia de perjuicios en la producción global de caña, asociada a una reducción en superficie por los lotes ya perdidos, como por el menor crecimiento y rendimiento esperable en términos generales, aunque aún resulta muy apresurado e imprudente estimar su magnitud.