Hay más de dos millones de argentinos desempleados, el 11,7% de la población económicamente activa. Esta dramática arista de la pandemia representa uno de los grandes desafíos que aguardan en 2021, al cabo de 12 meses en los que el PBI se contrajo como un bandoneón y la industria está utilizando poco más del 60% de su capacidad instalada. Cifras complejas, exiguas, alarmantes y capaces de despeñar a cualquier país hacia el abismo... salvo que sea el nuestro. Tan acostumbrados estamos a las crisis que estadísticas que congelarían al propio Winston Churchill en plena Batalla de Inglaterra aquí son materia transitada. Tan incorporados están los ciclos negativos en la Argentina que las respuestas ya ni siquiera requieren un esfuerzo resiliente de la población. Se soportan con un acostumbramiento que fronteras afuera sólo genera incredulidad. Bienvenidos a la montaña rusa.

Eso sí: para la rosca política no hay emergencia que valga. Así que mientras la ciudadanía suma y resta en el afán de nutrir el arbolito y la mesa de fin de año con la mayor dignidad posible, la “dirigencia” piensa en elecciones que en este momento no están en la cabeza de nadie. O sí, en la de los potenciales integrantes de esas listas que allá lejos, en el segundo semestre, saldrán a la cancha con o sin PASO, porque las primarias 2021 están por verse.

Las mesas de arena ocupan horas en las tiendas oficialistas y opositoras, horas que bien podrían dedicarse a la gestión o a la elaboración de propuestas para lo urgente y para lo visionario. La entente Campero-Bussi, globo de ensayo que no vuela demasiado lejos, logró su objetivo de ser la comidilla partidocrática. A la vez comienzan a circular fotos sospechosamente “casuales” de gente reunida (legisladores nacionales y provinciales, funcionarios, desocupados de la función pública, operadores), hablando quién sabe de qué, como si fueran cumbres de Estado. Y no faltan quienes dedican su tiempo, por ejemplo encumbrados directivos de instituciones intermedias, a soñar con 2023, el sillón de Lucas Córdoba y los etcéteras del caso.

¿Hace falta todo eso en estas horas críticas?

* * *

Así como se achica el PBI se achica la clase media. Cruzando datos del Indec y del Observatorio de la Deuda Social de la UCA queda claro que cerca de la mitad de los tucumanos (no menos del 47%) son pobres, mientras un significativo segmento de la población transita por la cuerda floja, a punto de desplomarse en la escala. En ese resbaloso zigurat el límite lo marcan los $ 43.608 de la “canasta de la supervivencia”. Hubo un tiempo en que los precios/tarifas subían por el ascensor y los salarios lo hacían por la escalera. Este año la mayoría de los sueldos quedó atrapada en la planta baja, entrampando el poder adquisitivo y activando la guillotina social.

Es un efecto cascada, un derrame de clases en el que tampoco el porcentaje ABC1 puede sentirse a salvo. Es el clásico magma en el que derivan crisis económicas como la actual. Mientras todos pretenden ir hacia arriba, las fuerzas de la realidad -tan implacables como las de la física que aprendimos en el secundario- traccionan para abajo. Harán falta muchísimas herramientas durante el primer semestre de 2021 para cambiar el sentido de este ciclo nefasto. Empezando por el humor y las expectativas de un pueblo que está cansado, asustado, escéptico y al que poco se ayuda con políticas y anuncios erráticos.

* * *

La pandemia está lejos de concluir, pero la sociedad ya la dio por terminada. Como esos pacientes que se dan el alta sin esperar lo que opine el médico. La “nueva normalidad” no es otra cosa que retomar el hilo de la vida anterior a marzo, en algunos casos aceptando ponerse el barbijo, aunque cada vez son menos quienes lo usan. Las advertencias sobre los rebrotes cotizan en baja, por más que Europa y Estados Unidos estén otra vez en aprietos. Si allá el coronavirus regresó tras el oasis del verano, ¿por qué debería suceder lo contrario aquí, teniendo en cuenta, ya que estamos, que el deporte favorito -en el caso de Tucumán, reflejo del resto del país- es organizar fiestas, asados y juntadas multitudinarias a espaldas del COE?

Nada de lo referido a la vacunación está claro. Es una sucesión de declaraciones, marchas y contramarchas que sólo se transforman en un aporte más, y para nada menor, a la confusión general. Y ya que estamos, una muestra poderosa del comportamiento errático que los gobernantes, desde la Plaza de Mayo a la Independencia, registran por estos días. Ni el cómo ni el cuándo ni el con qué de las inmunizaciones está claro, porque el protocolo de hoy puede cambiar mañana; la vacuna elegida esta semana tal vez sea otra en el corto plazo; y así. Además hay demasiada gente opinando sobre un tema que toca de oído. Más confusión entonces.

* * *

Las encuestas publicadas semanas atrás por LA GACETA sirvieron para medir distintas temperaturas del cuerpo social. El mercurio jamás deja de explotar cuando el tema seguridad asoma en la discusión, porque la crónica policial hace rato que se escribe en primera persona. ¿A quién puede sorprender entonces lo sucedido el miércoles en el Abasto? Si dos ladrones, arma en mano, irrumpen en un paseo atestado de comensales persiguiendo el maletín de un empresario puede considerarse una mancha más del tigre más grande de la selva. La capacidad de asombro es cosa del pasado.

“Gracias a Dios no pasó a mayores”, declaró el comisario Alfredo Díaz. Hubiera ayudado un poco más si afirmaba: “gracias a la prevención no pasó a mayores”. Pero así anda la Policía tucumana, encomendada a la Providencia. A confesión de partes, relevo de pruebas. ¿Y el Ministerio de la Inseguridad? Blindado, como si viviéramos en un cantón suizo. Ese es el problema cuando el eslogan del gobernador Manzur reza “cuidamos el futuro”. De vez en cuando hay que cuidar el presente.

* * *

La cuestión del empleo, volviendo a las cifras reveladas ayer por el Indec, se agrava en Tucumán debido a que, en materia de informalidad, la provincia sigue siendo el paraíso del trabajo en negro. O mejor dicho, el infierno. Ese sector, el más castigado por la crisis, es -lógicamente- el que más necesita la ayuda del Estado para que sus necesidades básicas queden lo más satisfechas posible. Pero nunca alcanza, porque más que durante los dos últimos años la cobertura en forma de planes, asignaciones y subsidios haya crecido sin parar. Nunca alcanza porque el hambre no espera, no da tregua, no se toma un fin de semana largo.

En el norte salteño rige una emergencia socio-sanitaria, producto de los numerosos casos de desnutrición que padecen los chicos, en especial los pertenecientes a las comunidades originarias. El martes pasado murió en el hospital de Tartagal una beba de un año y nueve meses, a la que no pudieron rescatar del cuadro de desnutrición y deshidratación con el que había quedado internada un día antes. La niña residía con su madre, de 17 años, en un paraje llamado El Traslado, más de 100 kilómetros al este de Tartagal. No es la clase de noticia que cope la agenda informativa, cuando se trata de lo que verdaderamente importa. Es el rostro, el cuerpo y el nombre de la crisis, que deja de ser una abstracción para convertirse en el dolor nuestro de cada día.

* * *

El viaje informativo no es caótico ni caprichoso, porque los temas (economía, política, pandemia, inseguridad, drama social) constituyen la foto del fin de año. Así de empinada es la cuesta que deberemos subir. Una vez más.