La línea se va volviendo densa. Bucea en un interior intenso. Turbulento. Se impregna de voces ocultas. Un bandoneonista ejercita una melancolía. La ausencia es una mujer que late en el pentagrama de la soledad. La tinta siluetea dos almas liberadas en un poema. “El dibujar siempre estuvo, atravesado casi como una catarsis, de la infancia y la adolescencia; en este sentido la familia alentaba mis actitudes para ello, dibujaba las láminas para mi tía Adela, maestra, dibujaba en la escuela, era buena en esta materia. En la infancia, mis padres también lo alentaban de alguna manera, tomé clases de piano, declamación, como todos los padres que buscamos que los hijos tengan actividades recreativas, ellos también lo hacían”, cuenta la artista visual Adela Noriega, que vio la luz en Monteros, donde vivió hasta los 17 años. De bajo perfil, alterna la actividad artística con la investigación, la docencia y el gremialismo.

- ¿Qué circunstancias o personas te llevaron a hollar la senda del arte?

- En la secundaria, tuve dos profesores de arte, el pintor Vicente Rodríguez y el escultor Juan Carlos Briones, que trabajaban en la Escuela Normal. Luego, cuando vine a estudiar arte en la capital, me reencontré con Rodríguez;con él charlábamos de la pintura y presenté su muestra en el Centro Cultural Virla. Siempre me recordaba cuando era una adolescente destacada en el dibujo y me alentó a seguir la carrera. Hoy, a la distancia recuerdo hasta cómo Briones agarraba el lápiz, algo particular en los artistas. Pero la adolescencia vino con otras cosas, además, los amigos, la música, la democracia, las lecturas, filosofía y literatura. Aunque no lo creas, la que me desalentó un poco fue la familia, una carrera sin futuro, pero fue un desafío y volvería a elegirla. El apoyo de mi padre estaba, en el sentido que, si era mi vocación, me respetaba. No era fácil estudiar una carrera como esta en 1982.

- ¿El ambiente en la Facultad te atrapó? ¿Qué aprendiste de tus principales maestros?

- A la Facultad de Artes la recuerdo con mucho cariño, allí nos divertíamos mucho, pasábamos casi todo el día en la institución. Inicié la Facultad con la democracia, fue un momento único de transformación institucional, dejaba de ser Departamento y pasaba a ser Facultad, con Carlos Navarro como decano. Se incorporaron los docentes que habían sido cesanteados y retomaban sus cátedras: Imelda Cuenya, Myriam Holgado, Enrique Guiot y el maestro Ezequiel Linares. Elegí cursar el Taller con él, lo acompañaban Dante Cipulli, Raquel van Gelderen y Eduardo Joaquín. Con Linares tuve un contacto estrecho, un gran maestro, escucharlo era un placer, lograba ponerte el deseo, sacarte del conflicto. Recuerdo que me decía: “la figura es lo tuyo, y el dibujo, ¡tiene una fuerza!” El taller de Linares despertó el deseo por el arte en su amplio sentido, me enseñó a ver la pintura y a comprender su proceso de producción, a apreciar el cine y a profundizar en la literatura latinoamericana. Por supuesto, que no todo era facultad, había un entorno, estaba Lobo de la Vega, Gatti, Salas, Gucemas, Kelly Romero y Enzo Lampasona. El ambiente cultural de Tucumán me cautivó, nos reuníamos en determinados lugares como El Buen Gusto, La Cosechera y El Cardón, nos encontrábamos los artistas de varias disciplinas. Puedo decir que despertaba Tucumán culturalmente.

- ¿Incursionaste en las distintas artes visuales? ¿En cuáles sentías que podías decir algo?

- Mi título es licenciada en Artes con una orientación, pintura, pero también soy ceramista. Ahora, el dibujo es una de las disciplinas en la que me siento muy cómoda, la pintura acompaña. Hace unos años, incursioné por el textil, trabajo el bordado. Empezó como un curso, a ver qué era eso, y me cautivó, no solo por el hacer del bordado sino porque hay grandes artistas que trabajan lo textil. Sin embargo, yo lo integré como un proceso pictórico.

- ¿La docencia y la investigación desplazaron tu actividad artística?

- Puedo decir que sí, la docencia dejó un poco al lado la producción, ser docente es una gran responsabilidad, y como toda actividad laboral debes estar preparado y capacitarte. Sin embargo, la actividad artística siempre estuvo, no tan para afuera como en los años anteriores, en la muestra o en la exposición, como cuando trasladaba grandes cuadros, caminando, como empresa titánica. Hoy, puedo decirte que sigo trabajando en mi taller, en mi casa y de manera constante, como una acción más íntima. La investigación es algo que nos toca como tarea universitaria, y me interesa como campo de teorización del arte. Tal vez sea porque mi actividad docente se halla entre dos espacios, el Taller y la Historia. Actualmente integro el proyecto de Investigación del Ciunt, dirigido por Lilian Prebisch y Claudia Albarracín, con orientación a la escultura. Ello apunta a pensar en la teorización con localidad, es decir investigar el campo artístico de Tucumán.

- Tus metas investigativas están dirigidas al arte local, ¿por qué? ¿Se puede hablar de una pintura, grabado o escultura con identidad tucumana?

- Creo que sí, cada cultura tiene un rasgo de identidad local. En uno de los trabajos que presenté en la Jornada Arte al Sur, en San Juan, hablo de este concepto, tomo algunos de nuestros artistas para el análisis: Gramajo Gutiérrez, Tito Quiroga, Blanca Machuca y Lionel Marchesse, que manifiestan en su producción, de una manera abierta, llana si se quiere, esa territorialidad, cada uno posicionado en lo popular de la cultura. Encontramos que su arte mira desde un provincianismo, un latinoamericanismo o nacionalismo, por decirlo de alguna forma. Bueno, mi planteo es como un hilo en la construcción histórica, y donde el arte vislumbra desde un momento la aparición de lo global. La identidad aparece como un ser, que como dice Kusch, no se halla en lo afirmativo del es, sino en el modo de estar, lo que está.

- ¿Qué te atrae de la obra de Lorenzo Domínguez?

- A Lorenzo Domínguez, lo conocí desde mi cotidianeidad, quiero decir por sus obras emplazadas en la Facultad, el lugar que habito. Trabajo sobre la obra de Domínguez, “La mamita niña”, una obra que realiza en Tucumán. En él expongo sobre ese hábitat de la obra en su descontextualización, una obra que adquiere otro significado cuando entra en un espacio del arte. Su poder evocador cambia, encuentra sentido. Investigar sobre su obra significó descubrir un Lorenzo Domínguez que se preocupaba también por una identidad americana. Es interesante ver como realizó un intenso trabajo en Tucumán, en un momento clave para el desarrollo de las artes y de la institución, y con él trabajaban otros grandes artistas: Lino Eneas Spilimbergo, Gómez Cornet, Pompeyo Audivert, Lajos Szalay. Estamos hablando de un momento histórico situado entre 1949 y 1954, cuando fueron contratados por la UNT, durante la administración del rector Descole.

- ¿Se estudia con detenimiento en la Facultad la producción de los maestros tucumanos?

- Lamentablemente, no. Falta dar profundidad en el estudio a los y las artistas locales, lo digo también por el lugar que merecen las mujeres en el arte. Creo que es algo pendiente todavía.

- ¿De qué te habla el arte textil?

- En el textil encontré una manera de producir diferente, muchas veces parto de una imagen, algo que archivo y guardo, ahora que tenemos un dispositivo a mano. Al tiempo, que es una manera de pensar sobre la imagen, encuentro un modo para trabajarla en el bordado. Me lleva a una acción diferenciada con el dibujo, en él me domina la línea, parto de ella y surge la imagen. El bordado es de una ejecución lenta, es un proceso que va creciendo por etapas, mientras lo ejecuto, logro distraerme, y a la vez, reencontrarme con el pasado. La aguja de mi madre, los hilos y la tijera. Me encuentro con la máquina de coser, una siempre retorna de alguna manera al lugar de origen.

- En pocas palabras, ¿qué es el arte?

- ¿Qué es el arte? Está difícil, ¿no? El arte es una expresión con sentido. El arte es una imagen sublime. El arte es una construcción entre el hacer, el ver y el sentir.

“AUSENCIA”. Un dibujo de la artista, que estudió en la Facultad de Artes.

PERFIL

Una trayectoria

Artista plástica, docente e investigadora de la UNT, Adela Noriega nació en Monteros en 1965. Posee titulación de Diplomatura en Educación Superior de Clacso de 2019; cursa estudios de postgrado en el Doctorado de Humanidades, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT. 

Fue becada en el Programa de Cooperación Inter Universitaria para Profesores por la Agencia de Cooperación Iberoamericana, Universidad de Vigo (España). Ha participado en diversos congresos, simposios y jornadas de investigación. 

Como artista ha realizado una intensa actividad en el campo del dibujo y de la pintura, y ha realizando numerosas exposiciones individuales y colectivas en la provincia, en el resto del país y en el exterior.