En uno de sus más notables poemas -“La poesía”- Santiago Kovadloff confiesa: “Sólo sé extraer poesía de la piedra. / Cavo en lo ordinario, me sumerjo, doy con ella, / pez que atrapan mis dedos en lo íntimo del barro”. Y agrega algo definitorio, en mi opinión, de su particular modo de poetizar: “Viejas perchas, botones, el fulgor de un dedal / que insiste entre mis lápices / tazas que fueron de Kiev y escaparon al olvido…”
Su inspiración elude “las grandes revelaciones” y celebra los más pequeños, los más modestos objetos, aquellos que probablemente escaparían al campo visual de los poetas icónicos: “el espejo donde me miro”, “Costuras”, “Cena en un restorán”. Esa es su paradójica originalidad en este poemario: la del gran poeta de lo pequeño, o, mejor, de lo que hasta él parecía pequeño, indigno de un protagonismo. En pintura, un Rembrandt, un Van Gogh, a través de quienes descubrimos el esplendor de una simple costurera de barrio o la maravilla elemental de una silla de mimbre.
Desde luego que nunca “lo pequeño” tuvo un vocero tan insigne e inspirado; alguien capaz de definirse con singular destreza: “No soy un escritor, soy lo escrito”.
Santiago ensayista, filósofo, poeta, periodista; Santiago polígrafo ¿ha enriquecido esos géneros tan diversos o son ellos quienes lo enriquecieron a él? Lo cierto es que El visitante nos convoca a visitar a su espléndido anfitrión.
© LA GACETA
POESÍA
EL VISITANTE
SANTIAGO KOVADLOFF
(Vinciguerra - Buenos Aires)
EXTEMPORÁNEO *
Por Santiago Kovadloff
Un hombre que no mira una pantalla.
Un hombre que no escribe en un teléfono.
Un hombre quieto, inmóvil, solo.
Sin un diario en la mano.
Un hombre que hace nada ante una mesa.
Libre.
Que parece pensar o no.
Absorto, su boca entreabierta.
Un hombre que únicamente está.
* Incluido en El visitante.