Sin dudas fue uno de los mejores caballos argentinos de todos los tiempos. Le bastó competir solamente cuatro veces en nuestro país para demostrar su poderío y dejar en claro que era un ejemplar distinto al resto. Y luego, toda esa clase también la sacó a relucir en Estados Unidos, donde triunfó en las tres oportunidades que compitió. Candy Ride fue y, es actualmente como padrillo, un embador de lujo para el turf nacional.
Candy Ride nació el 27 de septiembre de 1999 en el haras Abolengo, ubicada en la localidad bonaerense Capitán Sarmiento. Fue adquirido al menos tres veces por distintos propietarios cuando era potrillo, pero fue devuelto debido a que en las placas radiográficas le encontraron una pequeña fisura. Sin embargo, Gumersindo Alonso (por entonces secretario de Agricultura y Ganadería de Córdoba) hizo caso omiso a esa lesión, lo adquirió junto a unos familiares y amigos y lo llevó al hipódromo de Río Cuarto, donde comenzó a ser entrenado bajo la batuta de Daniel López.
Luego de cuatro meses de preparación, llegó el debut para el hijo de Ride The Rails por el que sus propietarios habían pagado 12.000 pesos. Fue el 1 de mayo de 2002, en el hipódromo de General Cabrera, en Córdoba. El nieto materno de Candy Stripes ganó en 27” para los 500 metros, con Héctor Calvente en su montura.
“Los dueños me hablaron para que lo corra, pero les dije que no iba a poder porque tenía que montar a una potranca que entrenaba mi papá. Finalmente, la potranca no corrió, pero yo tampoco pude ser el jockey de Candy Ride”, le contó a LG Deportiva Armando Glades. “Cuando pasó la carrera, me arrimé y lo felicité a Gumersindo Alonso, quién me dijo que cuando el caballo vaya a Buenos Aires yo iba a ser el jinete”, agregó.
Y fue así, porque Candy Ride compitió por primera vez en “las luces” el 9 de agosto de 2002. Ese día, con Glades en su montura, venció por 12 cuerpos en el tiempo de 1’9”31/100 para los 1.200 metros de la pista de arena de Palermo. “El potrillo estaba alojado en el pabellón 16 de Palermo y yo era el peón y el vareador. La primera vez que lo monté, me di cuenta de que era un caballo distinto. Tenía una velocidad impresionante y una calidad tremenda”, recordó Elbio Daniel Fernández, quién había conocido al hijo de la yegua Candy Girl en Río Cuarto. “En Río Cuarto nunca lo monté, pero sí lo vi entrenar varias veces y hasta me tocó estar en las gateras a la para de él con otro caballo. Parecía un potrillo más, pero la gente de Daniel López ya hablabade que tenían un ejemplar diferente al resto”, agregó “Pechera” Fernández.
“El debut en Palermo fue muy bueno, porque ganó por varios cuerpos sin que lo tenga que exigir. Me había dejado una muy buen impresión, pero había que tener en cuenta que había triunfado en la categoría de perdedores, por lo que había que hacerse muchas ilusiones”, dijo Glades. Después de ese debut en la arena palermitana, el bisnieto materno de Farnesio comenzó a ser preparado para correr el Gran Premio “Polla de Potrillos”. “Su evolución fue permanente y estaba en gran forma para esa competencia. Sin embargo, unos días antes tuvo tos y moco, por lo que no pudo correr”, agregó el jinete.
Debido a esa enfermedad, Candy Ride perdió la chance de competir en la primera gema de la Cuádruple Corona y tuvieron que reprogramar su campaña. “Los dueños decidieron dejarlo definitivamente en Buenos Aires y pasó al cuidado de René Ayub, que estaba radicado en San Isidro. Antes de su segunda presentación, trabajó 1.600 metros en forma brillante. Tenía la oportunidad de competir en un cotejo de ganadores de una carrera o en el Gran Premio San Isidro. Los dueños y el entrenador optaron por el desafío más exigente”, explicó Glades. Pero lo que parecía un duro escollo, para Candy Ride fue un simple trámite ese 12 de octubre de 2002. Se adjudicó su primer Grupo I por ocho cuerpos sobre el experimentado Jamelao, en el brillante registro de 1’32”16/100 para la milla de césped.
Después de semejante demostración, el zaino comenzó a estar en la mira de propietarios de Estados Unidos. “Estuvieron a punto de comprarlo, pero cuando se enteraron del problema que tenía de potrillo decidieron esperar un poco más”, reveló Glades. El interesado en adquirirlo era el prestigioso entrenador norteamericano Ronald McAnally, que prefirió esperar una actuación más de Candy Ride en Argentina para cerrar la operación.
El crack volvió a competir el 14 de diciembre en el Gran Premio “Joaquín Anchorena”. Y volvió a brillar. Derrotó por ocho largos a Eclipse West, en 1’31”01/100. “Me olvidé que me habían pedido que si podía bata el récord. No lo puse a correr de firme en ningún lado y quedó a 01/100 del récord, que lo tendría que haber batido tranquilamente”, expresó Glades.
Después de ese triunfo McAnally decidió adquirir a Candy Ride por una suma cercana al millón de dólares y en enero de 2003 lo llevó a los Estados Unidos. En la meca del turf mundial, siguió deslumbrando. En junio de 2003 debutó en Hollywood Park en una prueba de 1.700 metros, donde también salió victorioso. En su segunda actuación en los Estados Unidos, Candy Ride conservó su invicto al imponerse en el American Handicap (Grupo II) en 1’46”1/5, quedando a solo 2/5 del récord. Y fue después de esa carrera que llegó su mayor desafío: el Pacific Classic, una de las competencias más importantes. Y entre sus rivales estaba Medaglia D’Oro, considerado el mejor caballo del mundo. El crack argentino lo venció por 3 1/4 cuerpos en el tiempo récord de 1’59”11/100, consagrándose como el mejor fondista del mundo.
Luego de ese éxito, sufrió una lesión y no pudo seguir compitiendo, pero actualmente es uno de los mejores padrillos de Estados Unidos, con más de 700 hijos ganadores, de los cuáles casi 100 obtuvieron triunfos clásicos. Su servicio esta valuado en 100.000 dólares. “Es un fenómeno para todo. La verdad que no deja de sorprenderme”, cerró Glades.