Los habitantes de una cueva ubicada en Qesem, al este de la ciudad israelí de Tel Aviv, desarrollaron hace 300.000 años la capacidad de utilizar las cenizas de las hogueras para retrasar al máximo el deterioro de alimentos vegetales y piezas de caza, según investigadores de las universidades de Sapienza y Tel Aviv. Las conclusiones fueron publicadas por el periódico Haaretz, según una investigación realizada por un equipo comandado por la italiana Cristina Lemorini y los israelíes Avi Gopher y Ran Barkai.

Así protegidos, los alimentos que no se consumían inmediatamente podrían conservarse durante semanas o incluso meses porque su descomposición se aletargaba significativamente. Además, gracias a esta técnica, los insectos se mantenían a distancia y se eliminaban también los malos olores.

Quiénes eran los habitantes de la cueva sigue siendo un misterio, porque solo se han recuperado unos pocos dientes. Al parecer, eran descendientes de Homo erectus. Estos y otros artefactos encontrados en la cueva fueron estudiados durante más de 20 años. Los resultados llevaron a los investigadores a concluir que tenían un nivel avanzado de organización, un concepto elaborado de tiempo y de las estaciones, así como la capacidad de aprovechar al máximo el área que los rodeaba.