Algunas cosas resultan difíciles de digerir en estos tiempos de fútbol bajo las normativas de una pandemia. Una es la ausencia de público. Sin gente, suenan como nunca los piques de la pelota, se escuchan clarito los gritos de entrenadores y de jugadores. El ruido de una pelota dando en los palos o en el travesaño es más ruido todavía.
Defensa y Justicia tiene su estadio “Norberto Tomaghello” en Gobernador Costa, dentro del partido de Florencio Varela. Y su ubicación es un tanto alejada del centro de la ciudad. Por lo tanto, no hay demasiado ruido urbano. En consecuencia, los piques de pelota, los gritos, sonaron como nunca antes. Sobre todo en el primer tiempo sin goles del partido que el “Halcón” jugó con Delfín de Ecuador.
Pero siempre se puede cambiar. Y eso pasó con el desarrollo del juego. Tres goles en el complemento fueron el triunfo del fútbol sobre el vacío de las tribunas. Tres conquistas que valieron para la primera victoria del local en la Copa Libertadores, después de sus dos derrotas en el comienzo de la competencia.
Cuando la realidad abruma por lo sanitario y lo económico, un grito de gol es un desahogo. Efímero, pero desahogo al fin.