“A la sombra del arbolito se reúnen los amigos, mientras unos preparan el locro, otros llegan con el vinito…” Tal vez eso ocurrió el lunes, luego de que la siesta cafayateña se llevara al silencio sus metáforas mojadas por esteros bandeños. Era la última sobreviviente del legendario grupo La Carpa y aunque algunas biografías la registran como nacida en 1926, un fiel amigo asegura que el 21 de marzo pasado Carola Briones había celebrado el siglo de su llegada a los cielos de La Banda, cuna santiagueña de poetas y músicos, como María Adela Agudo, su mentora, con quien inició su actividad poética.

Punto de vista: el apasionamiento por causas convocantes

Tucumán la abrazó una buena parte de su vida. Antes de latir con estos cerros, en su pago natal había sido secretaria de la revista “Zizayán”. Ejerció la docencia y participó de actividades culturales en ambas provincias. Junto a Raúl Galán, María Elvira Juárez, Raúl Aráoz Anzoátegui, Manuel Castilla, Omar Estrella, Nicandro Pereyra, Sara San Martín, Agudo y Víctor Massuh integró en 1944 el grupo La Carpa.

Fue cofundadora con Manuel Serrano Pérez y Carlos Duguech de Ediciones Tarco, que publicó durante 10 años (1969-1979) “Cartón de Poesía”, publicación mensual que divulgó la labor de poetas, ensayistas y plásticos del NOA, así como libros. En nuestra provincia, publicó “Agua de esteros”; “Con ojos de silencio”; “Cuando sopla el viento norte”; “Donde el tiempo es más lento”; “Llueve sobre la caña dulce”, “Comarca alucinada” y “Zorrinito Cuni” (narraciones juveniles).

Recibió premios y distinciones, entre ellos, mención en la Primera Antología Poética de Tucumán; Medalla de Oro en el Salón del Poema Ilustrado del Consejo Provincial de Bellas Artes en 1970; Primer Premio en el Salón del Poema Ilustrado de la misma institución en 1975, Medalla de Oro de la SADE, Tucumán, por “mérito a su honrosa trayectoria en las letras del norte”, en 1976.

El pan cotidiano

En 2005, fue invitada por el Fondo Nacional de las Artes a dar a conocer su obra en la casa de Victoria Ocampo (Buenos Aires), oportunidad en que compartió el espacio con Manuel Serrano Pérez, Arturo Álvarez Sosa y Carlos Duguech. Sobre ese encuentro, el filósofo tucumano Víctor Massuh escribió para LA GACETA Literaria: “en poemas transparentes y conmovedores, Carola Briones rindió homenaje al Noroeste Argentino, su paisaje y su gente. Aunque tucumana de adopción, porque allí realizó su carrera literaria, Carola nació en Santiago del Estero, en un hogar donde la plástica y la poesía eran el pan cotidiano. Ahora me entero de que vive en Cafayate, donde, por suerte, sigue escribiendo. Fue magistral el poema con el que cerró su lectura. Contó que bajo la esfera lujosamente estrellada de esa ciudad norteña, intimó con una estrella a la que le escribe una carta. Imaginé entonces el ‘ascenso’ espiritual de Carola. Desde los llanos de su Santiago marchó hacia los cerros de Tucumán, hasta recalar en las ‘tierras altas’ de Salta; acaso para estar al alcance de ese cielo en el que seguramente una estrella lleva su nombre”.

Amables coplas

En Tucumán, con Pepe Lacasa, hombre de una intelectualidad de alto vuelo, que trabajó muchos años en la sección Corrección de Pruebas de LA GACETA, conoció el amor. Su hija Adriana siguió el camino poético, pero la muerte le puso una zancadilla muy joven. Al jubilarse, Carola se fue a vivir a Cafayate. En 2010 dio a conocer “Los cantares del Zorrinito”, amables coplas dedicadas a los changuitos. “De la mano de mi gato Zorrinito pretendo que vayan conociendo, nombrando y valorando los elementos que les son afines y comunes, que forman parte de su mundo cotidiano y que deben aprender a querer y respetar para que en cualquier circunstancia lo sepan valorar y defender”, dijo.

En un horizonte de esteros y médanos su mirada se fue apagando. “En Cafayate no hay penas/ dice el sentir popular/ porque avento las arenas/ murmura el viento al pasar./ En Cafayate el Zonda/ bebe vino torrontés/ y cuando la noche se ahonda/ ya mira todo al revés”, tal vez le susurró al viento antes de partir.

Poema

“Hay un día
que sólo a ti te pertenece.
Un tiempo
a tu medida y a tus ansias.
Que son tuyos, los árboles, el aire
y esa nube pequeñita
en el azul verdoso de este cielo de noviembre.
Retomas los caminos
que siempre arriban a tus sueños
y no puedes detenerte
en su mundo inasible.
Pero solo te queda ese refugio.
Fuera está el bosque enmarañado
con lianas y espinos
que dañan tu piel hasta sangrarte.
No gritas, no clamas,
ahogas tu dolor, acallas tu soledad
y metida en un pozo
abrevas en las aguas serenas del recuerdo
esa mansa nostalgia que leo en tus pupilas,
ese remanso de ternura que quiere desbordarse,
esa llama encendida que no ceja
aunque extiendas las manos
y el vacío
te las cubra de cierzo y de neblina.

Carola Briones