• Primera escena: una directora de hospital público sale de su casa porque debe hacerse estudios ambulatorios, luego de un diagnóstico de covid-19, ya que registraba sintomatología. Un grupo de vecinos la denuncia en las redes y la situación se viraliza.
• Segunda escena: dos médicos centinelas salen de un operativo en un country mientras los vecinos registran fotográficamente la situación. Luego, esas imágenes son subidas a las redes sociales.
• Tercera escena: un emergentólogo llega a un domicilio particular tras una llamada de un paciente que oculta algunos síntomas por temor a no ser atendido por la urgencia de su caso.
Los tres hechos han causado preocupación en la comunidad sanitaria. Le inquieta la estigmatización de las personas que constituyen la primera línea de fuego. La circulación viral comunitaria ha expuesto a todos a un virus del que aún no hay cura ni vacunas. Detrás de cada contagiado hay una familia, que padece la angustia que despierta algo desconocido y cuya única arma para repeler el virus es el apego a las normas de bioseguridad.
“Realmente, fue muy injusto; hay que pensar que nos puede pasar a todos. Soy muy respetuosa de las normas y jamás violaría un aislamiento. Simplemente, salí a para hacerme una tomografía. La mayoría lo entendió y han sido pocos, que estuvieron cargados de resentimiento, de bronca. No entiendo los sentimientos de esta gente. Es más, cuando me hice el test, estaba segura que me iba a dar negativo. No pensé que me iba a dar positivo”. El relato es de la directora del hospital Ángel C. Padilla, Olga Fernández, que ayer, en el programa “Buen Día” de LG Play, salió a responder sobre el escrache de un grupo de vecinos del barrio donde reside. Esta situación puso en vilo a otros miembros del Sistema Provincial de Salud (Siprosa), que permanentemente están en la primera línea de fuego en esta batalla contra la covid-19.
Desde hace más de 170 días, José María Mansilla viene peleando contra el virus. Es el jefe de los médicos centinelas, los que van a aquellas casas donde hay algún caso sospechoso para covid. A este profesional y a su equipo se les sigue erizando la piel cada vez que el Ministerio de Salud difunde el parte diario de contagios. “Lamentablemente es el resultado de nuestro trabajo. Los números vienen en aumento porque hay más hisopados y, como dijo el director ejecutivo del Siprosa (Luis Medina Ruiz), no hay que sorprenderse si siguen incrementándose”, destaca. Mansilla muestra su inquietud por la reacción de cierto sector de la sociedad. “Nos preocupa la estigmatización; no sólo la nuestra, sino también la de aquellos que resultan contagiados. Se está naturalizando la violencia y eso me lleva a pensar de que no somos valorados socialmente por el trabajo que desempeñamos cotidianamente”, dice con resignación. El jefe de los centinelas cuenta que hay situaciones en que personas se niegan a someterse al hisopado por temor al escrache. A nosotros nos tocó de cerca hoy mismo (por ayer) en un country en el que los mismos vecinos nos sacaban fotos y exponían a todos en las redes sociales”, relata. Ayer, luego de dialogar con LA GACETA, el profesional envió un mensaje por WhatsApp a su grupo de trabajo pidiéndole más fortaleza frente a la crispación de un sector de la sociedad. “No pedimos que nos traten como héroes, sino que haya más solidaridad con aquellos que se ponen al servicio de todos”, reflexiona.
Francisco Barreiro es el director de Emergencias del Siprosa. Afirma que, en varios casos, médicos, enfermeros y choferes tuvieron que salir huyendo de algún lugar por la baja tolerancia de algunos vecinos. “Uno puede pensar que se haya instalado el miedo al escrache o a una nueva enfermedad que nos ha puesto a todos en vilo, pero no se puede reaccionar violentamente cuando un agente sanitario va a ayudar a alguien que necesita asistencia”, indica. Barreiro sostiene que es comprensible ese temor, pero que también aquellos que reaccionan de mala manera frente a alguien que ha contraído covid deben entender que ese médico, esa enfermera o ese chofer está exponiéndose por un servicio que eligió prestar y que también quiere volver a su casa sano, sin el virus”. A su vez, llama a la reflexión de los tucumanos. “Es incomprensible que, a estas alturas de la pandemia, alguien circule por la calle sin barbijo; atienda a un cliente sin tapaboca o que mienta el diagnóstico cuando vamos a prestar un servicio de emergencia. Hay que ser más solidarios”, manifiesta. Tomando el caso de la doctora Fernández, el director de Emergencias cita una máxima israelí: “si mi vecino está tranquilo, lo más seguro es que no tenga problemas”.
Aquellos aplausos
En los primeros tiempos de la pandemia, cuando los casos no eran tan numerosos, en distintas partes del mundo el reconocimiento a la labor del personal de la salud llegaba desde los balcones a través de aplausos cuando entraba la noche. A medida que el virus se expandió, aquel gesto quedó en el olvido. “Nadie está exento de esta pandemia. Médicos, enfermeras, instrumentistas, técnicos, administrativos, personal de mantenimiento y de limpieza cumplen un rol social importante, pero también son padres, madres, esposos, hijos. Sólo pedimos respeto y solidaridad”, afirma Norma Iglesias, directora de Enfermería del Siprosa. Ella, como el resto de la comunidad sanitaria, le dice no a la estigmatización, a la violencia y a la exposición pública de los casos positivos. Recuerda que, hace algunos meses, una enfermera del sistema pasó una situación agobiante cuando, en las redes sociales, apareció su nombre y su foto con comentarios intolerantes sólo por haber contraído el virus. “No somos víctimas de nadie, pero aquellos que viralizan esta situación deben pensar que esa persona, que trabajó en esta pandemia, seguramente se recuperará y volverá al servicio, a la trinchera, para seguir dándole batalla a este virus, cuidando a cada uno de los tucumanos que le toque atender”, remarca. “El cuidado del otro y la actitud de servicio está en nuestra esencia, como personal de la salud que somos”, finaliza Iglesias.