Hace un año atrás, en julio de 2019, LA GACETA publicaba una crónica que relataba los resultados del relevamiento realizado por la organización Techo, sobre villas y asentamientos informales en todo el país.
Estudiaron variables como el lugar en donde se emplazaban las viviendas o casas de familia, acceso a servicios básicos, la presencia o no de líneas de colectivo cerca del lugar, recolección de residuos, entre otros. De acuerdo a estos índices evaluados por la organización, Villa Muñecas era la segunda barriada más vulnerable del país.
En primer lugar estaba La Frontera, una villa ubicada en la localidad de Allen en Neuquén, y le seguía El Camino de San Andrés, en Córdoba.
El hecho de que las familias vivan en zonas de riesgo, como un canal o en cercanías a las vías de un tren, eran variables claves para confirmar la vulnerabilidad del lugar. Y Villa Muñecas las tenía todas. Y aún las tiene.
A la luz de la pandemia, y con el filtro del coronavirus y sus riesgos, las carencias se hacen más visibles. Es que nuevamente son aquellas poblaciones las que están siempre más perjudicadas.
Ayer, nuestro diario otra vez llevó a la tapa a Villa Muñecas. En la foto tomada desde el puente Castro Barros, niños y animales se mueven entre los desperdicios que llevan años taponando el canal que separa a la barriada de Lomas de Tafí.
No tienen agua potable. Para bañarse piden agua prestada que recolectan en bidones cada noche. Tampoco hay recolección de residuos. Ningún camión entra en la zona, así que los desechos van a parar al canal.
Pero para Sergio, Ivone y Guillermina eso no es problema. De hecho, los vecinos cuentan ante las cámaras de televisión de LA GACETA que “ya es costumbre vivir así”.
En Villa Muñecas ahora le temen al coronavirus. No tienen cómo combatirlo y tampoco se han acercado a ayudarlos. “Vemos en la tele que pasan por todos los barrios y toman la temperatura, pero acá nadie ha venido”, agregan.
Mientras tanto en el Siprosa aseguran que hay alrededor de 100 barrios populares que preocupan a las autoridades por las características arriba señaladas. Tendrán que esperar su turno.
El tema de los canales ha sido siempre una cuenta pendiente para los funcionarios. Una responsabilidad que pasan de un lado a otro de la que nadie se ha hecho cargo por completo hasta el momento. Hay gente que debe ocuparse. Es la Dirección Provincial del Agua la que debería resolver la limpieza de los canales. Son los responsables de las estructuras de los cursos de agua de la provincia y deberían encargarse de su reparación y mantenimiento.
“Todos conocemos la situación de los canales: están abandonados”, admitió ayer un funcionario municipal, justamente encargado de la Higiene Urbana de San Miguel de Tucumán. Malezas, caños rotos y estructuras viejas, basura y hasta animales en descomposición hay en su cauce. Con ese panorama, la limpieza es complicada dicen desde el municipio. “Requiere mucha maquinaria y nosotros no tenemos las herramientas para hacerlo”, agrega.
Mientras tanto, la provincia sigue esperando que aparezcan los fondos de un convenio con China, que según dicen, quedó trunco en la anterior gestión nacional.