El telón cayó en Europa. La final de la Liga de Campeones consagró campeón a Bayern Munich en una temporada difícil, atípica. Las dificultades generadas por el coronavirus fueron iguales para todos. Sin embargo, las respuestas fueron diferentes. Allá jugaron; respetaron los reglamentos y completaron las competencias. Lejos está el fútbol argentino de lograr algo parecido. La distancia en la capacidad organizativa parecen aún mayor que las que existen geográficamente. El “Viejo Continente” es como el “Nuevo Mundo” que supo adaptarse a la pandemia para que nadie se sienta perjudicado. Un mundo nuevo donde las tendencias cambian y los que alguna vez fueron los reyes del fútbol europeo hoy miran desde las sombras como celebran otros.
El fútbol es dinámico, cambiante. Las modas se renuevan. Las tácticas se reciclan. El dominio pasa de manos. La era Barcelona, que dominó muchos años y asombró por la capacidad para tener el control del balón, quedó relegada. Ahora se impone la presión alta. La fortaleza física y anímica. Atributos que expusieron los alemanes, candidatos desde el primer día. Ganaron todos los partidos. Si, el ciento por ciento de efectividad. Y completaron la triple corona.
Lionel Messi se bajó del gran escenario antes de lo que muchos -y especialmente él- esperaban. Ayer seguramente vio la final entre Bayer Munich, su verdugo, y PSG, por televisión. Él estaba convencido que podía estar ahí. No lo logró. Lo que sucedió con Barcelona fue una “muerte deportiva” anunciada. Hace tiempo que los catalanes dejaron de ser protagonistas en las competencias internacionales. Las frustraciones se fueron sucediendo en los últimos años y los golpes fueron cada vez más fuertes. Eliminaciones inexplicables que lo fueron dejando al borde del nocaut, ese que llegó cuando se cruzó con Bayer Munich y lo eliminó con un humillante 8 a 2. Explotó la bronca. Se terminó la paciencia. La basura que en los últimos años guardó bajo la alfombra quedó a la vista y el caos ya no pudo disimularse. El rosarino no está dispuesto a soportar tantas humillaciones. La foto que se viralizó con su mirada perdida en el vestuario durante el entretiempo de ese partido refleja que la impotencia se apoderó de él. Si quiere recuperar el protagonismo tendrá que buscar nuevos horizontes. Los catalanes anuncian cambios profundos, pero no tienen dinero para encarar una transformación que les permita recuperar los primeros planos en el corto plazo. Los errores en materia de contratación y en el pago de salarios de muchos millones de euros vaciaron las arcas.
El poder económico de Barcelona ya no está a la altura de clubes ingleses o italianos donde los capitales privados llegaron para tentar a las grandes figuras. Inter es un claro ejemplo. Las decisiones de ese club son tomadas desde hace cuatro años por la familia china Zhang, dueña del 70 por ciento de las acciones de la institución y propietaria del Suning Holdings Group, uno de los gigantes empresariales más poderosos del mundo, cuyo objetivo central es contar con el argentino entre sus filas. Para eso diseñaron un plan que involucra directamente al gobierno chino. La materialización del ambicioso proyecto no sería solamente un salto de calidad para el subcampeón de la UEFA Europa League. También pondría a China en las portadas deportivas y se usufructuarían como nunca los derechos televisivos.
Inter tiene el poder económico, pero en el fútbol como en la vida, no todo se puede resolver con dinero. La salida de Messi de Barcelona, más allá de las intenciones del jugador, no es sencilla. El principal escollo es la cláusula de rescisión de contrato: 700 millones de euros. Si a eso se suma el salario, los italianos podrían ser sancionados por no cumplir con el “fair play” financiero. Además, los dirigentes catalanes no quieren cargar con la cruz de ser los responsables de la salida del ídolo, el que le hizo ganar todo al club. “Si se quiere ir, que la decisión la tome él”, es la postura dirigencial. De todos modos, si pretenden renovar el plantel y encarar una revolución, la venta de “Lío” es la única llave que tienen a mano. Venderlo ahora recaudando una buena suma de dinero o verlo partir dentro de 10 meses cuando vence su contrato y quedarse con las manos vacías es la opción.
Las ganas de seguir sumando título, récords y éxitos personales siguen inalterables en Messi. Como en Barcelona eso parece cada vez más lejos de alcanzar, su salida del club es una posibilidad concreta. Claro que hay una pregunta que nadie puede responder todavía: ¿alguien se animará a abrirle la puerta para que se marche?
Viejos cuestionamientos
“El club de los amigos de Messi”; “el dueño de vestuario”;“ le falta carácter para ser capitán”. Estas expresiones ya no son exclusivas de los argentinos. Es lo que se dice por estos días en España.