Y de repente… todo acabó. La pesadilla había llegado a su fin. La angustia de esos casi cinco meses fuera de Tucumán, su lugar, había quedado atrás. Sin embargo, para Magdalena Bertrán, la odisea de lo vivido en este último tiempo junto a sus tres hijos y lejos de su marido, sigue latente. A ella no le tiembla la voz cuando habla con LA GACETA. Relata, por ejemplo, el principio de esta historia. De cómo la sorprendió en marzo la llegada del coronavirus cuando estaba de vacaciones en su casa que tiene la familia en la localidad de La Población, en Traslasierra, Córdoba.

El primer mal trago para Magdalena apareció cuando Matías, su marido, por ser trabajador esencial tuvo que volver en abril a Tucumán para trabajar. Pero ella y los chicos no. Quedaron allí, atrapados, en una casa en medio de la sierra. Los días se hicieron semanas y luego meses. Sin embargo, con paciencia y muchas ganas, su pareja logró todos los permisos para que la familia finalmente emprenda la vuelta a su hogar.

"Estuve en Traslasierra desde marzo con mis tres hijos de 9, 6 y 4 años. Quise esperar para volver de la manera más "natural", pero pasaban los meses y cada 14 días la cuarentena se iba prolongando o -mejor dicho- cada vez era más difícil adquirir permisos para regresar a casa. Y en este país federal transitar tres provincias parecía imposible. Yo no disponía de vehículo, por lo tanto mi marido, desde Tucumán, debía viajar a buscarnos. Eso complicaba aún más las cosas", cuenta a este diario.

Y sigue: "me comuniqué con el Comite Operativo de Emergencia (COE) de Tucumán para saber cómo sería regresar. Y me informan que, como veníamos de una zona que no había circulación comunitaria del virus, cuando llegáramos a la provincia nos harían los hisopados y evaluaría epidemiología dónde realizar la cuarentena. Toda mi familia dio con resultado negativo".

Con toda la documentación en regla, su marido, tras más de cuatro meses de videollamadas, partió desde Tucumán en busca de su familia, teniendo un plazo de 72 horas para ir y volver. Pero lo que tendría que haber sido un regreso tranquilo -según afirma Magdalena- "fue una pesadilla".

"El regreso empezó el miércoles 12, día que Matías salió de nuestro domicilio, en Yerba Buena. Su viaje de 10 horas a Traslasierra duró 37. Y el calvario también. Cuando él llegó al límite de Tucumán con Santiago del Estero debió esperar hasta el otro día en la ruta porque no lo dejaban pasar, pese a tener todos los documentos y permisos. A las 10 del jueves, un patrullero lo escolta hasta Recreo y antes de llegar al límite con Catamarca el móvil decide regresar dejando a mi marido conducir solo, pero con una faja para que no pueda bajar. Entonces, ¿para qué lo hicieron esperar 24 horas si este imprescindible patrullero que, en teoría, debía escoltar,lo abandonó", se cuestiona y afirma con bronca Magdalena.

Y agrega: "lo peor es que cuando llega a Córdoba, lo vuelven a demorar. Pasó, mínimo, por 29 controles hasta llegar a Los Hornillos, en Traslasierra. Él ya estaba a una hora de estar con nosotros después de no vernos por cinco meses. Pero ahí le dicen que no era válido el certificado. No sé cómo, pero después de idas y vueltas lo terminaron dejando pasar, por suerte. Y a las 22 se da el esperando reencuentro. Ese abrazo de sus hijos que tanto lo extrañaban no me lo olvido más".

EL ABRAZO MÁS ESPERADO

Ese encuentro lo fue todo. Fulminado de la odisea que vivió Matías, durmieron todos juntos ese día para emprender el viaje de regreso a Tucumán. El famoso regreso a casa que les trajo, otra vez, nuevos problemas a esta familia.

Es el viernes 14. Magdalena relata que todo iba bien; que estaban felices, cansados, pero que sabían que la demora iba a ser parte de la vuelta. Y no se equivocó. Cuenta que al entrar al límite entre Santiago del Estero y Tucumán, alrededor de las 22.40, la frontera ya estaba cerrada y deberían aguardar hasta el día siguiente. Y entonces...

"Nos precintan el auto y nos piden que pasáramos la noche en el vehículo, sin agua ni alimentos. Fue larga y fría (7 grados). De repente veo a mis tres pequeños agotados, desilusionados. La más chica no entendía nada. Ella deseaba llegar a Tucumán y su hermano, de 6, le explicaba -gritándole emocionado- que ya estaban en Tucumán. '¿Y cuál es nuestra casa?, le preguntaba. Me entró una ira que empecé a llorar. Éramos cinco en un auto donde debíamos dormir, sin ingerir nada", recuerda y llora.

"Al día siguiente, en caravana con los demás autos que estaban en la misma situación, nos escoltaron hasta la Terminal y de allí nos llevaron a un hotel que nosotros mismos tuvimos que pagar porque ni una información nos dieron. Nada de nada. Sólo que debíamos hacer la cuarentena. Se lavaron las manos, literal. Nos hospedamos en una habitación triple los cinco, sin los elementos necesarios de bioseguridad e higiene para una cuarentena, algo que nos debería haber otorgado Salud. A ver si se entiende: nosotros respetamos la cuarentena. Que aunque sea zona libre de circulación comunitaria de donde veníamos íbamos a respetar quedarnos en casa como corresponde por 14 días. Pero lo que no tolero es el trato que hemos tenido. Jamás me lo imaginé".

Por último, las sensaciones para Magdalena se mezclan. "Creí que en esta pandemia, que nos afecta a todos los argentinos, íbamos a desbordar de empatía, sentido común. Coherencia. ¿Somos un país federal? Eso también me quedó ahí dando vueltas, al igual que la frase del oficial en la Terminal que me dijo contento que, pese a que pagábamos el hotel, "la comida era gratis". Nos han hecho pasar por tantos malos tratos que la contención jamás estuvo en la lista del protocolo. Que viajar con menores es lo mismo que ir solo. Que querer ir al baño en el viaje no se pueda. No entiendo".

"En otras provincias a los residentes les permiten hacer la cuarentena en su casa. Yo podría haber hecho la cuarentena en la mía y hubiese sido mucho menos traumático para los chicos y más barato. Y si todavía le quedan dudas a las autoridades, hay sistemas que permiten hacer el rastreo si alguien se aleja del lugar donde debe estar. Todavía no caigo", se despide Magdalena junto a ese recuerdo de todo lo vivido en estos casi cinco meses. Pese a todo, lo más importante para ella, es  que ese abrazo tan esperado de sus hijos con su papá haya sido lo más importante para su familia.