La denominada “Caravana por la República” volvió a mostrar una Argentina con grietas profundas, con instituciones débiles y con una sociedad que se siente errante, sin nadie que le marque un rumbo.

La marcha tuvo su epicentro en el Obelisco, pero se replicó en las principales ciudades del país, inclusive Tucumán, con muestras multitudinarias de enojo con distintas cuestiones que tienen que ver con la administración de Alberto Fernández y de Cristina Fernández. La principal característica fue la variada muestra de consignas, con eje en el rechazo a las restricciones encuadradas en el aislamiento por el coronavirus y a la reforma de la Justicia. Manifestantes protestaron con carteles. Muchos, desde sus automóviles, pero otros de a pie. “Fue una cosa extraordinariamente importante”, dijo sobre la protesta el actor y ex diputado radical Luis Brandoni, quien aseguró que no hubo amontonamiento, aunque en varias imágenes puede verse que no se respetó el distanciamiento social. Brandoni defendió al ex presidente Mauricio Macri de las críticas por su viaje a Europa, y aseguró que la marcha no fue convocada por ningún partido político. Si bien la caravana fue convocada desde las redes sociales, mediante los hashtag (etiquetas) #17ASalimosTodos y #17AYoVoy, la participación en la convocatoria de referentes del PRO y de otros sectores de la oposición le dio un halo de política partidaria.

El Gobierno había advertido sobre el riesgo de exponerse al contagio de la covid-19 en manifestaciones multitudinarias y de hecho algunos funcionarios la llamaron la “marcha del contagio”. En el medio de esta caravana se advierten varias cuestiones. Por un lado, que el Gobierno nacional parece no haber entendido el mensaje de gran parte de la sociedad, de que no quiere posturas extremas ni avasallamiento de las instituciones ni normas que posean tufillo a intereses particulares. Ya lo había demostrado una porción de los argentinos cuando salió a marchar en contra de la expropiación de Vicentin. Ahora, la reforma judicial fue la gota que rebasó el vaso de la paciencia de quienes dudan de la efectividad de la cuarentena, de quienes desconfían de la ex Presidenta, de quienes piden el fin de la impunidad, de los que ven un ataque contra el campo y de quienes están hartos de la inseguridad. En definitiva, de los que piden un “país normal”.

Por otra parte, se advierte a un grupo social importante con posiciones ambivalentes. Exigen un Estado más presente y duro para que no se viole el aislamiento, pero al mismo tiempo se expone entre cientos o miles de personas en una marcha, cuando en todo el mundo hay consenso respecto de que el distanciamiento social es uno de los antídotos más eficaces para evitar contraer coronavirus. Claramente, el miedo a un Gobierno que avasalle libertades se impuso al miedo que genera la covid-19, al menos para los que salieron a protestar

La caravana del día de San Martín dejó en evidencia que desde la clase dirigente no se envían mensajes claros y efectivos a una ciudadanía que viene crispada por décadas de altibajos, privaciones, pobreza, desempleo e inseguridad. Sería bueno que, desde arriba hasta el escalón más bajo en la pirámide institucional de nuestra sociedad se reflexione sobre las acciones que toman una persona, un grupo de ellas u otros millares y que asestan un golpe con onda expansiva hacia todos los argentinos.