En el ámbito de la literatura erótica -para que una novela funcione- los escritores deben acopiarse de tantos verbos y adjetivos como les sea posible. Por desgracia, faltos del don de la pluma, es frecuente que en la intimidad olvidemos que el sexo debe vivirse con los cinco sentidos.

“La gente suele omitir de sus hábitos el abanico de sensaciones que encarna la sexualidad y terminan por dirigir sus actos hacia el sexo. Lo que con el tiempo genera desgano sexual. Usar el tacto, el olfato y el gusto les aporta niveles de experiencias nuevas a los encuentros y previene la desgarradora monotonía”, comenta la sexóloga Constanza Escalante.

Con un tinte de cultura, investigaciones y curiosidades, ¿qué se esconde detrás de aquello que sentimos en el dormitorio?

Ver, para querer

“Bastó ver sus ojos para encender el fuego”, es la frase típica para describir cómo la vista activa el deseo. “La mirada es la primera iniciación no verbal al acercamiento erótico. Somos increpados y seducidos por su poder de comunicación, los estímulos externos son la base de las fantasías y el contacto con el goce voyerista”, comenta la sexóloga María Victoria Puertas.

En su libro “La mirada del placer”, la antropóloga estadounidense Marie Von Adams hace una curiosa investigación al respecto. Con una muestra de más de 7.000 personas alrededor de Europa, la autora se dedicó a estudiar durante dos años la manera en que la gente se seduce en los bares.

El resultado es un tip usual en las revistas de corazón. “Sin importar la edad, se descubrió que es frecuente sostener la mirada para demostrar interés. Y luego correrla un par de minutos, para encarar de nuevo el contacto. Esta vez con una sonrisa. Es un mecanismo de seducción social arraigado”, sintetiza divertida Puertas.

La única salvedad son las diferencias de género. “Los hombres tienden a una mayor excitación visual. Sobre todo al observar los contornos del cuerpo, la agilidad de movimientos o el roce de la ropa. Pero para las mujeres el cuerpo propio también tiene una carga de estereotipos hegemónicos a imitar, por lo que cuesta esa apertura a la exhibición. Si no, pensemos en la rutina de tener sexo con la luz apagada o de elegir lencería sexy”, enfatiza Escalante.

Guarradas y cortesía

La escucha (o mejor dicho, su falta) es uno de los achaques más frecuentes en las relaciones. A la vez que representa la respuesta a todos nuestros males.

“La voz es un componente clave para la seducción. Su modulación y los distintos matices que expresamos le dan indicios a la otra persona de nuestras intenciones. En las mujeres su rol de excitación es mayor y tiene un correlato científico-cerebral al tener mejor desarrolladas las habilidades de comunicación y lenguaje”, explica Puertas.

El ejemplo es que, al gemir, el matiz tonal cambia a una frecuencia exclusiva para el placer físico. “Además, entre las fantasías más recurrentes está el escuchar a otra gente tener sexo por los ritmos entrecortados o el efecto sonoro que producen los roces corporales”, agrega.

Acá es cuando llegan las palabras sucias. “Muchas mujeres se sienten inseguras porque sus novios les piden que sean verbalmente agresivas. El temor (mal direccionado) es no poder darle el énfasis que ven en la pornografía o que esto sea el comienzo de otras prácticas como el BDSM”, comenta Escalante, en referencia a la sigla que remite a los juegos sexuales que refieren a la disciplina, dominación, sadismo y masoquismo. En esos casos, la terapeuta aconseja encaminar las talk dirty a dos temas: anunciar el futuro orgasmo y decir qué y cómo queremos que nos toquen.

Música y olfato

Otro aliado en el juego de voces y roces es la música. Hace algunos años, la plataforma Spotify contrató a un psicólogo musical -llamado Daniel Müllensiefen- para que investigara sus playlists en busca de los mejores temas eróticos. ¿Los resultados? “The time of my life” (icónica en la película “Dirty dancing”), “Je t’aime, moi non plus” y “You can leave your hat on”.

Al sumar la cantidad de terminaciones nerviosas y zonas erógenas del cuerpo humano, una dupla necesaria a experimentar es la mezcla entre fragancias y roces.

“El sentido del olfato está conectado directamente con el sistema nervioso y los recuerdos; a tal punto que hay aromas (como el de los fluidos seminales y las secreciones) que pueden provocar erecciones directas por el reconocimiento íntimo en la pareja”, describe Escalante.

Para intensificar el olfato, las expertas recomiendan la aromaterapia sexual o el uso de perfumes con feromonas. “Otra opción son los lubricantes que tienen fragancias (también comestibles) y las velas aromáticas. Una vez que se derriten, su cera se convierte en aceite para masajes”, acota Puertas.