Reinventarse para sobrevivir. Esa es, desde marzo, la clave que cruza buena parte del espectro social. Reinventarse a la fuerza, por culpa de una pandemia atada, por el momento, a un desenlace incierto. Reinventarse con lo que hay a mano, que por lo general no es mucho. Reinventarse rápido, porque no hay tiempo, más allá de que 2020 parezca colgado en un limbo. Reinventarse para construir una nueva “normalidad” (a fin de cuentas, ¿qué es la normalidad?). Las pantallas no son ningún invento, ya habían ganado la partida antes del coronavirus, omnipresentes, inquietantemente orwellianas, y a fin de cuentas imprescindibles en este afán por reinventarse a la sombra de cuarentenas y aislamientos. Virtual y digital, a pura pantalla, el Septiembre Musical -como sucedió con el Mayo de las Letras- se reinventa para no perder el hilo de una historia que cumple 60 años.
El Ente Cultural postergó el Festival Gerardo Vallejo para octubre, con la esperanza de que a esa altura la flexibilización haya alcanzado las salas y los tucumanos podamos ver cine en el cine. El encuentro iba a realizarse el mes próximo, también en formato virtual. Es una apuesta y a la vez una expresión de deseos, dependiente del tan esperado retroceso de la covid-19. No es menos cierto que la decisión descomprime el frente interno y permite enfocar los recursos al Septiembre. Como la música viajará esta vez por las pantallas, y con recitales pregrabados, a la Dirección de Medios Audiovisuales la aguarda un exigente desafío durante las próximas semanas. Con el Festival en el medio todo se hubiera hecho cuesta arriba.
El Gerardo Vallejo no estará solo durante el segundo semestre porque se anticipa el regreso de Cortala, en este caso de la mano de la Municipalidad de Yerba Buena. Este fin de semana se medirá allí la marcha del autocine, que en su segunda convocatoria ofrecerá, como número de fondo, un documental centrado en el basquetbolista Fabricio Oberto. El éxito de los autocines, pasada la novedad, se rige por la misma lógica de las salas convencionales. Lo que convoca son las películas y el Incaa no está colaborando en la medida de lo necesario. Mucho menos las distribuidoras, lo que obliga al contacto sin intermediarios con directores y productores independientes para conseguir material.
Tras la experiencia del viernes pasado, cuando muchos de los que habían reservado la entrada no asistieron a las funciones -el riesgo inherente a la gratuidad-, la Municipalidad cambiará el sistema: ahora será por orden de llegada al predio aledaño a la Casa de la Cultura. Una medida acertada.
La dinámica de Cortala -festival de cortos- es diferente y en su originalidad radicó gran parte del éxito construido apenas emergió. La interrupción de Cortala, producto de numerosas razones, fue una mala noticia para el audiovisual tucumano. Su retorno es inminente y merece la celebración. Durante agosto se desarrollará la convocatoria y en septiembre los cortos se apropiarán del autocine en Yerba Buena.
El Mollar y Raco
Reinventarse implica también redireccionar los recursos humanos, aprovechar los esfuerzos y apelar a la creatividad. El ejemplo, volviendo al Ente Cultural, lo representa un ambicioso proyecto para el museo a cielo abierto de El Mollar en el que reposan los centenarios menhires. El plan está listo y fue confeccionado por los arquitectos del Ente, con el agregado de que hay un total acuerdo con las comunidades originarias para que se concrete sin interferencias. La obra integra el predio con la plaza de El Mollar, que será remodelada -en este caso por cuenta de la comuna-, y propone una solución definitiva para la protección y el lucimiento de una porción del patrimonio provincial históricamente sujeta a toda clase de manipulaciones.
La familia Iramain, mientras tanto, sigue demostrando su amor por Tucumán y su compromiso con la cultura. Ya había cedido la casa de la calle Entre Ríos, hogar de la valiosa colección de arte que forma parte del circuito museístico de la ciudad. A este regalo se sumó una nueva donación: una casa en Raco, cuya gestión el Ente de Cultura compartirá con la comuna. Habrá una pequeña muestra permanente y un espacio abierto para la organización de toda clase de actividades. En la galería de filántropos, los Iramain merecen un lugar destacado.
Manos a la obra
Es una buena oportunidad para que el Septiembre Musical se reinvente, abriéndose definitivamente a los artistas tucumanos. No faltarán figuras nacionales, desde Alejandro Lerner y Susana Rinaldi a Nelson Goerner -la grilla están en pleno proceso de confección-, pero el sabor del festival se sustanciará a partir de los condimentos locales. Al Septiembre suele criticárselo tanto por la acumulación de figuras repetidas como por lo sectario de su perfil. La pandemia brinda la oportunidad de cambiar ese eje. No es tan sencillo como parece.
Un dato sirve de ejemplo en este sentido. A los organizadores les gustaría contar con Miguel Martín para la apertura. No en el rol del Oficial Gordillo, sino como una especie de maestro de ceremonias que invite a sumergirse en la programación. Habrá que ver si la negociación fructifica, pero de por sí implicaría repartir el juego con un (nuevo) público que entrará al Septiembre por la pantalla de Canal 10. Que el festival se transmita por televisión abierta a lo largo de cuatro fines de semana seguidos (habrá shows los viernes, sábados y domingos) propone un escenario diferente: el de la masividad.
Al mismo tiempo, hay rasgos identitarios del Septiembre que nadie quiere perder y que pasan, básicamente, por los estándares de calidad. Los cuerpos estables, por caso, no pueden resignar su injerencia. Habrá ópera, como todos los años, pero no limitada al escenario del teatro San Martín. Se la filmará como una película, en varias locaciones -la Casa Padilla será una de ellas-, lo que implica un enorme esfuerzo de producción. Por eso se eligió una pieza corta y con menos personajes: “Rita”, de Gaetano Donizetti, dura una hora. Es, además, una comedia que cruza música con diálogos. Ligera, vivaz y entretenida, “Rita” es ideal para un montaje como el que se proyecta.
Cuando se haga el racconto del año cultural quedará en evidencia la profundidad de la crisis que afecta a sus protagonistas. El sector público corre con la ventaja de los presupuestos (sueldos) asegurados, al contrario de los artistas independientes y autogestivos, embarcados desde hace meses en una carrera por la supervivencia tan agotadora como injusta. Contener e incluir a todos esos colectivos en la agenda de los festivales oficiales se torna una obligación en estos tiempos y sería bueno, como quedó apuntado, que el Septiembre y todo lo que se organice en adelante refuerce este concepto. Parece un imperativo que no requiere enunciación, pero no siempre la solidaridad se ejercita por inercia. A las buenas intenciones hay que empujarlas. Y no se trata sólo de tender una mano generosa al que lo pasa mal, sino de redirigir las miradas hacia adentro con un enfoque crítico y valorativo de lo que tenemos. Las oportunidades se obtienen con trabajo y con talento. Todo, se sabe, es una gran reinvención.