Durante décadas muchos argentinos ignoramos quién era Manuel Puig. Algunos lo conocimos por las películas como “Boquitas pintadas”; durante la dictadura militar estaba prohibido y tuvo que exiliarse. Y tiempo después se comprendió que tanto hablaba del país, de su gente, del cine y de la estética camp.

Hay novelas que, decididamente, están escritas desde el cine: no pocos especialistas advertirán que “La traición de Rita Hayworth” (1968) , “Pubis angelical” (1979), “Boquitas pintadas “(1969), “The Buenos Aires Affair” (1973) y “El beso de la mujer araña” (1976), funcionan en el intertexto.

La ensayista española Elena Jiménez Gomariz hace notar las deudas de Puig con las técnicas fílmicas, y menciona el montaje, la concepción del plano, el uso del tiempo y del espacio o los modos de narrar. “El cine se convirtió en su modelo literario”, precisa.

Puig (1932-1990) falleció hace 30 años. Y hoy, en parte de las escuelas secundarias se enseñan algunos de sus textos. Sus personajes más estrechamente relacionados a la pantalla, además de Molina (“El beso de la mujer araña”), son Mita y Toto (“La traición de Rita Hayworth”).

“El beso...” es su novela más política, tal vez: narra los días de dos presos en Villa Devoto, uno político y otro homosexual acusado de seducir a un joven. Escrita en 1976, fue prohibida por la dictadura. Héctor Babenco la llevó al cine en Brasil (1985), con Raúl Juliá, William Hurt (ganó el Oscar por su actuación) y Sonia Braga. “Boquitas pintadas “(1969) la dirigió Leopoldo Torre Nilsson en 1974, con Alfredo Alcón, Luisina Brando, Marta González, Leonor Manso y Raúl Lavié. La actriz Luisa Córica fue acribillada al año siguiente por un comando paramilitar.

Allí cuenta como un verdadero folletín historias de su ciudad-pueblo y comienza a marcar características que pertenecerán al llamado camp: “Su esencia es el amor a lo no natural, al artificio y a la exageración”, escribe en sus notas Susan Sontag. La extravagancia recorre el estilo, en el que no se puede obviar el melodrama como protagonista: los tangos y boleros con sus letras y su ritmo, la fotonovela y la radionovela.

Otros autores mencionan el “amor por lo no natural, gusto por lo andrógino y, a la vez, culto a la exageración de las características sexuales, concepción de la vida como teatro y de los seres y cosas en cuanto representan un rol; relación sentimental con el pasado; carácter lúdico cuyo propósito fundamental es seducir; aprecio de la vulgaridad y el triunfo de la ironía sobre la tragedia”. Esas características se ven en sus obras principales.

“Pubis angelical” se estrenó en 1982 con Alcón, Graciela Borges y Pepe Soriano. La dirigió Raúl de la Torre y, como en otras películas, el guión estuvo a cargo del propio Puig. Su exhibición se demoró porque fue censurada.

La agencia Télam analiza que Puig renovó las formas y los géneros literarios y estableció la posibilidad de la oralidad como una construcción poética convirtiéndose en un autor central de la literatura argentina y a tres décadas de su muerte, sus ficciones siguen interpelando. La especialista Graciela Speranza sostiene que “como los artistas pop, con quienes dialoga claramente en sus comienzos, Puig hizo de la copia un arte y confundió su propia voz con la de sus personajes”.