Mientras en España (y en Barcelona en particular) se iniciaba una larga transición, Argentina vivía sometida bajo una dictadura atroz.

Este fue el contexto en el que comenzaron a llegar las novelas de Juan Marsé: primero “Si te dicen que caí”, y luego historias como “Últimas tardes con Teresa” y “La muchacha de bragas de oro”, entre otras.

El catalán falleció a los 87 años en la noche del sábado, y dejó una obra singular en clave generacional con el compromiso social por un realismo literario, el testimonio narrativo, el recurso del humor y la apuesta por mantener encendida la memoria con una buena historia, coinciden distintas agencias.

Escribió novelas, cuentos, guiones, críticas de cine y crónicas- exploraban en clave realista lo que ocurría a su alrededor, como sus textos sobre la posguerra. Cuando recibió el Premio Cervantes, dijo en su discurso: “Un escritor no es nada sin imaginación, pero tampoco sin memoria, sea ésta personal o colectiva. No hay literatura sin memoria”.

Con “Últimas tardes con Teresa” comenzó a definir lo que sería su obra: realista, de posguerra, con compromiso de época y de clase por su voluntad de traer la voz de los sectores más postergados y no exenta de ironía y humor: en 1970 salió “La oscura historia de la prima Montse” (1970), mientras que en 1973 se publicó en México “Si te dicen que caí” y recién pudo editarse en España en 1976 por la censura franquista.

“La desmemoria fue decretada en este país oficialmente a partir de la Transición y después macerada y propiciada por determinadas políticas culturales; nos robaron y adulteraron el pasado”, sostuvo el escritor a propósito del período que sobrevino tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.

En 1978 se publicó “La muchacha de las bragas de oro” (1978), que le valió el Premio Planeta, un galardón del que Marsé era miembro habitual pero dejó en 2005, tras denunciar abiertamente la baja calidad de los originales enviados y no atender sugerencias sobre cambios en el proceso de selección. De una obra que había sido elegida y él no estaba de acuerdo llegó a definirla como “bodrio”.

Marsé prefería llamarse “narrador”, antes que intelectual, y varias de sus novelas fueron llevadas al cine por importantes directores. Con los que también se peleó por no acordar con sus indicaciones.