Si hubiera que resumir 2020 valiéndose de un objeto, la elección sería muy sencilla: el barbijo. Si bien no se inventaron ahora (de hecho, ya se utilizaban a fines del siglo XIX con fines quirúrgicos), difícilmente se encuentre un elemento más representativo de este año tan particular e inesperado, en el que una pandemia puso a la humanidad en pausa.

En Tucumán, la obligatoriedad de su uso en la vía pública -establecida por ley- ha invertido la regla: ahora lo excepcional es ver personas circulando a cara descubierta por las áreas de mayor concentración. Esto a pesar de las flexibilizaciones y de que, en principio, no hay certeza de circulación comunitaria del virus. Lo llamativo de este nuevo escenario -que para muchos parece de ciencia ficción- es la variedad de mascarillas que se observa en la calle. No sólo en cuanto al material del que están hechas, sino también en cuanto a los diseños. Y es que, por más que su finalidad principal sea la servir como barrera de protección complementaria a las normas de higiene, no existe una regla que diga que deben ser todas iguales. Al contrario, muchos han encontrado en estos retazos de tela un lienzo donde desplegar su creatividad o imprimir figuras que hablen de su personalidad. Todo está permitido: desde logos de bandas hasta imágenes de comics, películas o frases ingeniosas. Incluso se ha aprovechado esta nueva prenda que cubre la boca para estampar mensajes activistas o con consignas políticas.

Para moverse dentro del ámbito laboral, la mayoría se inclina por motivos lisos y de colores neutros: gris, beige, negro o algún azul oscuro. No sólo para evitar estridencias, sino también porque son más fáciles de combinar. Fuera de ese espacio, el abanico de opciones estuvo mucho más abierto, aunque a la cabeza de los más pedidos estuvieron los de tipo “camuflado”, en el básico verde militar o alguna variación de azul.

Otra cuestión es el material con el que se fabrican. Ante la escasez de barbijos descartables al comienzo de la cuarentena (y a su consiguiente aumento de precio) muchos tucumanos optaron por confeccionar sus propios barbijos lavables valiéndose de tutoriales en YouTube o compartidos por Whatsapp. De hecho, hay quienes encontraron en la producción y venta de mascarillas una fuente de ingresos alternativa frente a la paralización de la economía.

Cabe preguntarse si los barbijos han llegado para quedarse, o si son una moda sostenida sólo por una situación excepcional, destinada a desaparecer una vez que todo vuelva a la “normalidad”. Su uso dejará de ser obligatorio en el futuro, pero de ahora en adelante dejarán de ser una rareza urbana asociada a los países asiáticos.

Lo que hay que tener en cuenta

La OMS señala que, para que una máscara casera funcione, debe filtrar como mínimo el 70% de las partículas y garantizar que el usuario pueda respirar normalmente. Por ello, sugirió que los barbijos caseros se hagan con tres capas de tela y que se combinen distintos materiales, utilizando algodón (que es más absorbente) para la capa que va cerca de la boca, de manera que allí se retengan las gotas de saliva. En el medio, debería ir el filtro y se recomienda que sea polipropileno, el tejido que se usa para las mascarillas quirúrgicas, y en la capa exterior un material que repela el agua, como el poliéster. El barbijo casero debe ser lavado siempre que esté sucio o, como mínimo, una vez por día con jabón o detergente, y en lo posible con agua caliente. Por otro lado, se insiste en que los barbijos deben cubrir nariz y boca. Por eso, el inmunólogo Alfredo Miroli señala que “tapaboca es una mala palabra”.