La imagen cruel y grotesca lo resumía todo. El cuerpo de Mariano Córdoba, con un disparo en la cabeza, era exhibido en un destartalado catre de campaña en el patio de la comisaría de Aguilares. “Las autoridades buscaban dar un claro mensaje a las personas que pretendían alterar el orden social”, sostuvo el historiador Agustín Haro. “Marianito”, como se lo conoció, fue otro bandido rural que dejó de respirar después de ser atacado de manera artera por una comisión policial. Para la fuerza y la prensa era un temible delincuente que atacaba en los departamentos de Chicligasta, Río Chico y Monteros. Para los habitantes de esas zonas, una especie de Robin Hood que surgía de los cañaverales.

De Córdoba, a diferencia de otros bandoleros de la época, se conocen más detalles. “Nació el 5 de marzo de 1887 en Río Chico y según parece no hizo el servicio militar. Color blanco, nariz regular, boca ídem, pelo castaño, estatura 1,58 metro, soltero, jornalero y hoyoso de viruela. Este es un sujeto conocido en los anales del delito en la provincia. Habíamos dicho que desde su niñez mostróse aficionado a la pillería, teniendo el padre adoptivo que despedirlo de su casa”, fue el perfil que publicó el diario “El Orden”.

EN MEDIO DEL CAMPO. Los cuadernos depositados en el monumento levantado en Monte Redondo. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll

Haro hizo suyas las palabras del prestigioso investigador Gabriel Rafart, quien sostiene que “conociendo el mundo del delito, conociendo al criminal, podremos conocer realmente cómo era el contexto y la sociedad de la época”. Con ese criterio describe el historiador describe la situación social de esos días. “Hablamos de sectores empobrecidos que año a año se sumaban a la actividad azucarera para poder vivir. Una parte de la sociedad que vivía aterrada por la peste bubónica y la fiebre tifoidea. La vida de la clase trabajadora era difícil, muy difícil, mientras que la elite política en su afán progresista creaba una realidad que sólo se podía aplicar en la capital”, opinó.

En el departamento Río Chico, de donde era oriundo Córdoba, soplaban vientos de cambio. Santa Ana, de la mano de la familia Hileret, comenzaba a perder el brillo que supo tener en sus primeros años. Aguilares comenzaba a tener la pujanza que la llevó a transformarse años después. También comienzan a crecer a pasos agigantados otras localidades como la finca San Miguel, Los Sarmiento y Monte Redondo. Avanzaban a la misma velocidad que el crecimiento de los cultivos de la caña de azúcar. Esta era la tierra donde “Marianito” caminaba sin problemas.


Auge y caída

Córdoba, según el diario “El Orden”, desde muy chico había tenido problemas con la Policía por delitos menores. En julio de 1907 ingresó a la cárcel por lesiones y, después de permanecer 11 meses encerrado, recuperó la libertad al haber cumplido la pena. En agosto de 1908 fue nuevamente arrestado; en esta oportunidad lo acusaban de haber cometido varios robos, pero quedó despegado de la causa rápidamente y volvió a quedar libre. “Hay distintas versiones sobre sus inicios en el campo del delito. Una versión dice que ‘Marianito’ era un efectivo de la Policía que se convirtió en un asaltante de caminos. Otra, que era un hombre apegado a las leyes que fue acusado injustamente de un delito. Lo único comprobable es que su nombre comenzaba a repetirse en las crónicas policiales”, señaló Haro en una entrevista con LA GACETA.

El 26 de noviembre de 1910, en el paraje conocido como Gastonilla, tres bandidos asaltaron una tienda de ramos generales (en esa época concentraban el mayor movimiento económico de las zonas rurales) y mataron a sus dueños: Julián y Valentín López. “Anoche ha sido perpetrado uno de esos crímenes bárbaros y salvajes que de cuando en cuando se repiten en nuestra campaña, como una prueba elocuente que el hombre fiera no ha sido extinguido por la civilización, y que la bestia humana perdurará tanto como la propia especie de que forma parte”, se pudo leer en la crónica del diario “El Orden”.

OFRENDA. La tumba de “Marianito” Córdoba en el cementerio.

Haro relató que los policías detuvieron a dos personas y que un tercero pudo escapar. “El prófugo, según las investigaciones de la fuerza, era Córdoba y a partir de ese hecho, comenzó a ser el enemigo público número uno. Al no poder atraparlo, el diario de la época comenzó a cuestionar la actuación de la Policía porque no lo podían atrapar”, indicó.

El final de la vida de “Marianito” llegó el 22 de enero de 2011 y de una manera que nunca fue esclarecida. Sí quedó claro que fue ultimado de un disparo en la cabeza cuando se encontraba durmiendo la siesta.

La crónica policial sostuvo que la muerte se registró en la finca de José María Flores. “Fue un episodio extraño. En un primer momento se dijo que el dueño de casa le había pedido a su hijo que avisara a la Policía que el buscado estaba allí. Él quería quedarse con la recompensa que se ofrecía porque, según dijo, era un hombre pobre”, señaló el historiador.

El periodista de “El Orden” indicó que esa versión era sospechosa si se consideraba el estado en el que se halló el cuerpo. La versión oficial aseguró que los efectivos fueron a buscarlo y, cuando él los descubrió, sacó un puñal y los atacó, por lo que no les quedó otra que reducirlo con un disparo en la cabeza.


La otra cara

“A ‘Marianito’ lo mató la policía de la peor manera: lo sorprendieron durmiendo en un catre y le pegaron un tiro en la cabeza. Podrían haberlo reducido fácilmente, pero decidieron ejecutarlo de una manera artera”, señaló Ariste Núñez, habitante de Aguilares que pasó gran parte de sus 80 años recolectando datos de su amada ciudad. “A él lo hicieron un monstruo porque era un hombre diferente, muy querido por el pueblo. Y lo querían porque robaba a los ricos y se lo entregaba a los padres”, agregó.

Núñez recordó que Córdoba era muy conocido en el paraje conocido Monte Redondo, ubicado a pocos kilómetros de Aguilares. “Allí se instaló Carlos Antonio Lapetina, hijo de un inmigrante italiano que se habpia instalado en Santiago del Estero, y que llegó tentado a hacer negocios en una zona que tenía un futuro prometedor. Abrió una tienda de ramos generales que también se utilizaba para hacer reuniones y bailes. El dueño lo conocía mucho y le prestaba una pieza para que él durmiera allí”, relató entusiasmado.

“’Marianito’ era un típico peón rural. Trabajaba de sol a sol en los cañaverales para ganarse la vida. También cometía robos, pero la diferencia estaba que él regalaba la mayor parte de los botines a la gente que lo necesitaba. Eso molestaba mucho a varias personas, especialmente a los más pudientes, que no querían ver la realidad de lo que sucedía en los campos de la provincia”, explicó en una entrevista con LA GACETA.

En Aguilares vive un hombre de poco más de 80 años. Se llama Carlos Antonio Lapetina, hijo del dueño de la tienda donde “Marianito” durmió en varias oportunidades. “Mi padre lo conocía mucho y lo apreciaba un montón. Le tenía toda su confianza. ¿Si hubiera sido un delincuente, usted cree que un comerciante le habría abierto las puertas de su casa? Ni en esa época ni en la actualidad”, explicó.

OFRENDAS II. Los látigos y taleros que le dejan al bandolero.

“’Marianito’, primero, y el ‘Gauchito’ Reynoso pasaron por la casa de mi padre. Tenían antecedentes, pero eran por robos. Robos que cometían para ayudar a la gente que no tenía ni para comer. Eran como Robin Hood, pero jamás fueron homicidas. Siempre loz demonizaron sin razón alguna. Creo que la única razón que tenía era que ambos se habían transformado en un problema para los poderosos”, dijo Lapetina a LA GACETA.


Dos sitios de veneración

Si la muerte de Córdoba generó dolor entre los habitantes de esas poblaciones rurales de Río Chico, la decisión de la Policía de que sus restos no fueran velados provocó profundo malestar. “Esa medida generó un enojo muy grande entre la gente. Así lo transformaron en su leyenda. Si quisieron aplicar un mensaje a la sociedad, terminaron agrandando su figura. Hasta el día de hoy lo veneran en dos lados. Sí, en dos lados y no en uno solo”, relató Núñez.

El aguilarense dijo que en realidad no se sabe bien dónde fue sepultado “Marianito”. “Hay un monolito en Monte Redondo, donde personalmente creo que están sus restos. Pero también hay una tumba en el cementerio de nuestra ciudad. Lo único cierto es que en ambos lados recibe pedidos de ayuda”, explicó Núñez. Por su parte, Lapetina agregó: “hay muchas personas que le tienen devoción porque simplemente fue un hombre que estuvo al lado de los más necesitados. Pero sí, es verdad, hay algo extraño en los pedidos que recibe”.

Córdoba, que es uno de los bandidos rurales que más devoción tiene en la actualidad, es elegido por causas poco comunes. Decenas de padres dejan en la tumba y en el monolito látigos (la idea es que ayude a que sus hijos cambien de conducta), chupetes (para que los más pequeños los dejen definitivamente), zapatillitas (para que los ayude a caminar) y cuadernos y apuntes (para tener éxito en un ciclo escolar en un examen), entre otros. “Es extraño, no hay dudas, pero ‘Marianito’ sigue en el corazón de los habitantes de esta zona”, concluyó Núñez.