La mujer presente en las revoluciones, como protagonista esencial en la batalla, resulta un terreno poco estudiado. Primero porque, más allá de las conocidas damas antiguas, no es algo de lo que se cuente mucho en la escuela. Ni siquiera los manuales en los que se basan los programas de la materia la mencionan en sus amarillentas páginas. “Es recién en los museos donde comienza a vislumbrar la participación de las mujeres en la historia y en la Independencia”, asegura Valentina Mitrovich, historiadora encargada del Área de Investigación del Museo Casa Histórica.
Ese orgullo tucumano de estar en el mismo suelo y de frente a las mismas paredes que fueron testigos de la libertad, queda un poco sesgado frente a los cuadros que decoran la sala en donde todos los rostros son de varones. “Se construyó un estereotipo: una mujer en su rol de madre, de ama de casa; dócil, tierna pero sin participación en la vida pública”, explica Mitrovich.
A las mujeres se las mencionó como acompañantes de sus maridos en las batallas. Como dice la historiadora, se obvió mucho el lugar que tuvieron Manuela Pedraza, Juana Azurduy, Macacha Güemes o María Remedios del Valle, que aun siendo madres tuvieron un compromiso con la causa revolucionaria y participaron activamente en el frente de batalla.
“Al pensar en el lugar que ocuparon, hay que tener en cuenta que se trató en una sociedad de antiguo régimen; una sociedad desigual si analizamos qué lugares tenían los hombres y cuáles las mujeres. Siempre las leyes y la tradición ubicaron a los hombres por encima de ellas, ocupando los cargos más importantes, tanto en la política como en la religión y en la sociedad”, describe Valentina.
No sólo curaban soldados
En la época de la revolución no todas fueron enfermeras. Hubo guerreras, espías, agentes secretas… Las mujeres pusieron su cuerpo tal cual sus compatriotas varones; la participación de ellas realmente fue clave para el triunfo en las batallas. “Tampoco nos cuentan que muchas participaron ofreciendo sus casas para las tertulias, para que se discutan las ideas políticas”, detalla Mitrovich. Ese fue el caso de Mariquita Sánchez de Thompson, una de las que sí se escucha en las aulas en la hora de historia; y fue el caso de Flora Azcuénaga. Ellas se comprometieron y formaron parte de las logias políticas de ese momento.
Y las damas patricias. Remedios de Escalada, por ejemplo, que a pesar de haber sido muy joven perteneció a la sociedad patriótica y alentó a muchas mujeres de elite a que donaran y aportaran dinero para las causas revolucionarias. “Ellas mismas firmaron un documento y dejaron un registro de lo que hicieron”, dice Mitrovich. Desde el 1800 el problema ha sido la invisibilización. “Fue Manuel Belgrano uno de los pocos hombres que pensó en la educación y el protagonismo de las mujeres”, describe Mitrovich. “Se sabe poco que él convocó a 1.200 mujeres para que peleen en la batalla de Tucumán y en la Batalla de Salta. Él nombró como capitana del norte del ejército a María Remedios del Valle, la primera mujer negra a quien se conoce como la Madre de la Patria, por participar en estas guerras de la Independencia”. Y concluye: “comenzar a incorporar a las mujeres en el relato histórico es hacerlo un poco más justo”.