Si la crianza respetuosa involucra a todas las personas que cuidan de un bebé o de un niño, ¿cómo equilibrar el deseo y la necesidad de acompañar ese período inicial -en el que los chicos comienzan a reclamar su autonomía, ponen a pruebas sus límites y precisan la cercanía de adultos en su entorno- con las exigencias laborales y del mercado? ¿Cómo resolver la tensión si en la práctica las familias están cada vez más solas?

Tal es el planteo central del libro “No tan terribles”, de Adí Nativ, Ivana Raschkovan y Noelia Schulz, quienes entienden la crianza como suceso público y social, informa la agencia Télam.

De acuerdo con las autoras, es evidente la falta de políticas públicas y de conciencia social sobre las tareas de cuidado y acompañamiento en la primera infancia. El libro también da cuenta de la importancia de generar vínculos tempranos y respetuosos para el desarrollo individual y colectivo de los seres humanos.

“Es cierto que en las grandes ciudades las madres y los padres estamos cada vez más solos y aislados en la crianza. Por eso nuestro trabajo en términos de promoción de la salud es construir redes de sostén para las familias como factor de protección frente el problema social que resulta de la falta de matriz de apoyo y la escasez de políticas públicas para cuidar a los cuidadores”, explica Raschkovan, psicóloga y autora de “Infancias respetadas”.

Leyes flexibles

Raschkovan agregó que, en ese sentido, “es necesario construir un tejido social con una mirada más amable y empática hacia la infancia. Para ello se necesitan leyes laborales más flexibles y conciliables con la crianza, sobre todo en la primera infancia”.

Coincide con ella Nativ, médica pediatra. “Se necesitan políticas públicas como extender la licencia por maternidad y por paternidad o por eventos inesperados en el desarrollo de un niño. Sin políticas públicas es muy difícil llevar a cabo una crianza respetuosa”, advierte.

En opinión de la pediatra, por ejemplo, “en el plano económico es muy difícil para las familias hacerse cargo de las cuotas de la guardería”, y destaca que si bien los cuidados están más repartidos entre madres y padres y “la crianza es compartida, seguimos remando contra molinos de vientos. Porque es muy difícil cuando la sociedad no acompaña”.

Un hecho público

Para Schulz, comunicadora y codirectora de la primera escuela de porteo en Argentina, “la conciliación de los adultos que crían niños con el resto de sus actividades no puede quedar librado al ámbito privado. Hay que remarcar que se necesitan condiciones y tenemos que ir de lo macro a lo micro. No puede ser un hecho individual: tenemos que separarnos de la casa y hacerlo un hecho público”.

Para las autoras, el paradigma de la crianza respetuosa tiene efecto decisivo y positivo en la primera infancia: “impacta -explica Schulz- en la salud integral y de toda la familia, entendiendo la salud como un conjunto físico y mental. Y también en las relaciones sociales. Una crianza respetuosa debería redundar en sociedades más solidarias, en vínculos de cooperación”.

Para Nativ, “es muy importante criar a los chicos desde este paradigma porque depende cómo criemos vamos a tener sociedades más respetuosas y solidarias. Pero es un cambio que lo hacemos entre todos y este libro y el trabajo con la asociación Red Interdisciplinaria de Crianza es un granito de arena en ese sentido”.

Menos violencia

Raschkovan asegura que la crianza respetuosa “favorece la construcción de ambientes facilitadores y el establecimiento de vínculos de apego más saludables. Esto constituye un factor protector para la constitución del psiquismo en tiempos donde todo se está formado.

Y a nivel social puede contribuir a que tengamos sociedades menos violentas, donde el otro no sea considerado un rival a dominar o destruir sino un semejante que como tal merece respeto y empatía”, resume.