Su voz comenzó a repulgar sus versos en Famaillá. La juvenil militancia política fue tragada por la oscura sordidez de la última dictadura militar. Fue entonces cuando sintió la necesidad de emancipar sus poemas. “Saberse en un lugar llega por los pies o llega por estarse o viene de llegarse en ese rato que el destino subordina la mirada a descarnarse y es tan más allá de todo el tiempo que nos achica el pecho en ese acaso en que el mundo irá matando el cuerpo y los gritos que ocupamos”, dice el escritor Roberto Reynoso (1958). El autor de “La hundera” y “Cronicario”, entre otros libros, fue un activo protagonista de la actividad cultural de los 80.

- ¿Vendrías a ser un famaillense que fue a nacer en Los Ralos?

- Sinceramente, creo que el lugar de nacimiento es donde a uno su tiempo lo congrega a la vida, significando el espacio de amores y dolores que ha vivido. En mi caso, ese lugar es Famaillá -aunque según consta, nací en Los Ralos-, donde parte de mi infancia pasó entre bolillas, potreros, “perro familiar” e incomprobables aparecidos hasta que el verdadero espanto sonó como la sirena que sentenciaba el cierre del ingenio. Ese final, fue el inicio de tiempos que amagaban funestos. De una infancia rompiéndose en una realidad que no entendía pero sentía como iba oscureciéndose a pedazos. Fue creo, donde aprendí los sonidos de la palabra lucha entre gentes de dignidades inmensas y me reconocí en la ausencia de gentes emigrando que de golpe no estuvieron para siempre. Con el tiempo, como ellos fui parte de esa ausencia.

- ¿Qué personas o autores fueron moldeando tu sensibilidad?

- En Famaillá -casi un niño todavía- construyendo pertenencia, repartía mis días con Monteros, donde comencé a estudiar, la biblioteca y noches de teatro en la sala parroquial. Por entonces me apasionaba la lectura, en especial lo relacionado a lo político, la historia, lo social.

- ¿Cuándo se produjo el despertar a la escritura? ¿Había actividad literaria en Famaillá?

- A principios de la década de los 70, motivado por el entorno político, la lectura y más, me aboco a la militancia en el ámbito estudiantil. Fue en ese trajín de militancia y estudio -quizá por debida causalidad-, abro un libro y leo: “andan días iguales persiguiéndose” y ahí, así, en solo un acto, por solamente un verso, me sucedió la rompiente con que construye la poesía. Llegada la noche más oscura, engroso las listas de presos políticos de la última dictadura y a partir de aquel hecho comienzo a labrar mi escritura. Pasados tres mil y tantos días, de regreso (1979-80), en mi reencuentro con personas entrañables, propongo un ámbito de promoción cultural, que desemboca en el grupo Caminos. Hoy en retrospectiva, pienso qué corajudos fueron mis hermanos, en días en los que vedada la palabra cultura, gobernaban a placer los militares, en una Famaillá militarmente intervenida y ya devenida en ariete del horror que desató la dictadura.

- ¿Cuál fue el norte de Caminos?

- Nuestra primera meta fue publicar poemas de quienes conformábamos el grupo, como los del incipiente Oscar Barrionuevo, Mario Chara y alguno que otro trabajo mío. El objetivo se cumplió con el apoyo del Círculo de Escritores, presidido entonces por don Dionisio Campos. A aquel modesto propósito le sucedieron muestras de danza, teatro, gracias a la actitud incondicional de Beatriz Lábatte y Oscar Nemeth. Al inestimable esfuerzo y compromiso como los de Isabel Requejo y Gustavo Geirola con sus talleres literarios, que en adelante, se multiplicaron por cantidades impensadas de otros eventos en todas las disciplinas artísticas.

- Ya en San Miguel de Tucumán, ¿con quiénes te relacionaste?

- En paralelo -entre preanuncios de democracia-, en casa de Néstor Soria conozco a Alejandro Carrizo, quien a partir de esa noche propone emprender recitales poético-musicales, que al cabo de un tiempo concretamos. Encuentros a los que muchos autores aportamos poesía y en lo musical contribuyeron, talentosos como el mismo Soria, Tito Mangini, Lelo González, José María Montini, Rubén Cruz, Tomás González.

- ¿La antología “Los Pájaros del polen” surgió como un emprendimiento de amigos o del seno de un grupo literario con una estética definida?

- Estas juntadas de poetas nos llevaron a pensar en una publicación colectiva, y tras largas jornadas en la “Machu Picchu”, pensión donde Alejandro Carrizo y José Scrimini fogoneaban la idea, nos sumamos Mario Casacci, César Guzmán, Pancho Galíndez y yo. El resultado fue que los seis hicimos visible el libro “Los pájaros del polen”. Toda esta ebullición de hacedores culturales independientes abrió ámbitos, como los del hotel Metropol, que revitalizaron los recitales con artistas como la inmensa Elba Naigeboren, mientras en esa misma sala, Carlos Alsina, Gabriela Abad, Juan Carlos Malcun y Gustavo Geirola mostraban nuevos caminos en el teatro tucumano. En ese espacio increíble, tuve la oportunidad de presentar mi libro “Olario”, con el apoyo de algunas personas que ya nombré y de Ricardo Kaliman, el mismo que junto a Nené Baunaly, en otro tiempo y lugar, presentaron “Trasgris”, mi segundo libro.

- Transcurrieron varios años entre tus primeros libros y los restantes, ¿a qué se debió? ¿Colgaste los versos por un tiempo?

- Respecto al tiempo transcurrido desde esas dos publicaciones a las recientes, no pasó que colgué los versos. Mucho de lo publicado ahora fue escrito en ese tiempo. Tiempo en que repensé el propósito que persigo desde el principio y que es escribir con naturalidad y sencillez, meta que hasta hoy siento, por lo menos, esquiva.

Aclaro que no me refiero a la naturalidad y sencillez con la que se escribe como sea sobre cualquier cosa, señalo lo que verdaderamente emociona con contenido y forma.

- ¿La poesía es tu voz interior?

- Quizás, la contradicción de la poesía en la práctica me evidencia en lo que resulta de cómo escribo. Soy de los que piensan que crear belleza con el lenguaje requiere inspiración, pero fundamentalmente de transpiración. La espontaneidad no me es propia y con esto no intento desvalorizar lo espontáneo, más bien precisar que el don de escribir no solo es revolver y decir, sino y sobre todo, es conmover.

Regreso

regresar desde las sombras
es complejo
deviene en rehacer
deshacer
curvar por los lamentos
(hilar muy fino)
preguntarse
los pedacitos
carcomidos
reunirse a llover
arrancarse el harto corazón
del solo
desde el doler
que ocupan
otros
sobre todo como de un pozo
en adelante volver
de ausentes
que fui
hasta darme por perdido