Mala

Película / Por Netflix

En los primeros minutos de lo que intenta ser un policial (al menos dos policías están sentados en un auto), Manuela “Pipa” Pelari (Luisana Lopilato) nos explica lo que está por suceder en voz alta, en una línea de diálogo. Su compañero está ahí para que los espectadores escuchemos la trama. Nada más. Esto nos anticipa no sólo lo obvio de lo que veremos a continuación, sino la forma en la que se contará el resto de la película. Cualquier intento de crear suspenso se desvanece a cada segundo.

La historia sigue a Francisco Juanez (Joaquín Furriel), un detective muy inteligente pero de métodos dudosos, y a Pipa, la novata y astuta policía que se ve obligada a trabajar con él. Y a la vez lo espía para descubrir si Juanez tuvo algo que ver con la muerte del asesino de su esposa. Hay un crimen, por supuesto, una veinteañera hija de un empresario que aparece muerta en su propia cama. Es una trama paralela sin misterio y plagada de lugares comunes que servirá para llenar las dos horas de la película.

Lopilato hace todo lo que puede para darle algo de credibilidad a su personaje pero no le alcanza. Quizás no le hubiera alcanzado ni siquiera con las dotes actorales de Meryl Streep. El resto del reparto tampoco devela ningún talento escondido y tanto Furriel como Rafael Ferro (en la piel de un fiscal corrupto) no hacen más que leer sus diálogos en voz alta.

La primera película argentina producida por Netflix despierta más de un bostezo y trata al espectador como un analfabeto del cine que necesita constantemente que le marquen con una tilde cada vuelta de tuerca. La trama se explica en voz alta de todas las formas posibles: conversaciones en el celular, audios de noticieros de televisión, diálogos, confesiones, recuerdos con voz en off. Hasta sonidos como el latido del corazón aparecen para remarcar con fibra roja el título de la película.

Alejandro Montiel dirige y coescribe un guión que tiene otras dos autoras, Mili Roque Pitt (además productora) y Florencia Etcheves, autora del libro “La virgen en tus ojos”, en el cual se basa el film. Con tres manos en el plato, el guión de “La corazonada” parece un ejercicio de estudiantes de cine desaprobados en primer año. La película es además una precuela de “Perdida”, también protagonizada por Lopilato de la mano de Montiel y adaptación de otra novela de Etcheves, “Cornelia”. Naufraga, tal como le sucedió a su predecesora.

Eso sí: vemos un gran despliegue visual, aunque los drones y la puesta estética prolija y “profesional” le confieren a la película un aire despersonalizado. Las oficinas de policía son galpones grises con cubículos de vidrio y las locaciones van desde casas en loft súper lujosas y construcciones abandonadas a depósitos de cargas pesadas. Podría ser cualquier ciudad, cualquier lugar del mundo, menos Buenos Aires. No hay suspenso ni sorpresas, sino una receta clásica sin gracia pulcramente filmada pero que sabe a una torta de revista, hecha de plástico.

Con gran presupuesto y aspiraciones de exportación, “La corazonada” luce como una oportunidad desperdiciada. Aunque es difícil predecir el gusto del público y no sería raro si en pocos días termina primera en las visualizaciones del gigante del streaming.