El principio del fin de Carla “La Jefa” Sánchez comenzó a escribirse en febrero de 2013. El derrumbe de su imperio dedicado al tráfico de droga quedó al descubierto de una forma poco habitual para una líder narco que estaba acostumbrada a comercializar al por mayor toneladas de marihuana (era su especialidad) e importante cantidad de cocaína en el menos ocho provincias. Sucedió, aunque parezca inverosímil, en medio de chacareras y malambos de decenas de fanáticos del folclore.

Los coyuyos se habían llamado al silencio para que los sonidos de los violines se escucharan con máxima pureza. En el festival de la Canción Popular de Sumampa todos se divertían. Es uno de los acontecimientos más esperados de los veranos de Santiago del Estero. Un típico encuentro que se promociona para que el disfrute “de toda la familia”. Entre zambas y vidales, alguien acudió a los policías que estaban de servicio en la fiesta para avisarle que “algo extraño” estaba sucediendo en un stand de venta de ropa.

EXITOSO PROCEDIMIENTO. En un campo de La Ramada personal de Gendarmería secuestró una carga de marihuana.

Los uniformados se presentaron en el lugar y descubrieron que una atractiva joven tenía pequeñas dosis de marihuana, una importante suma de dinero y varias armas. Esa chica era “La Jefa”. Fue llevada a la comisaría y procesada. No estuvo mucho tiempo detenida porque los efectivos no habían llevado a cabo adecuadamente las actuaciones, por lo que resultaba muy difícil probar que ella había estado comercializando sustancias ilegales. Cuando recuperó la libertad, según le confiaron a LA GACETA sus allegados, no escuchó los concejos de quienes le pidieron que se alejara del camino del narcotráfico. Ni tampoco la sugerencia de los que, simplemente, le advirtieron que era tiempo de “levantar el pie del acelerador” para evitar sospechas.

Investigación

Desde el momento mismo de su detención, el apellido Sánchez quedó grabado en los despachos de la fiscalía federal santiagueña que conduce Pedro Simón. Él pidió a los investigadores que siguieran sus pasos. El primer informe que recibió el funcionario judicial fue lapidario. Le entregaron un documento con una larga lista de bienes que estaban a nombre de “La Jefa”. Allí figuraban autos de alta gama, propiedades en Santiago del Estero y en Tucumán y varias cuentas bancarias, aunque con sumas no tan importante de efectivo. Ahí quedó al descubierto que era imposible que una monotributista que se dedicaba a la venta de ropa en un humilde local comercial en el barrio 25 de Mayo, un vecindario de la ciudad santiagueña de La Banda en el que residen familias de clase media.

El fiscal Simón pidió autorización para avanzar con la investigación, planteo que fue aceptado por el juez Guillermo Molinari. Personal de Gendarmería Nacional elaboró una hipótesis: Sánchez había conseguido los contactos necesarios para traficar importantes cantidades de droga que llegaban a Santiago del Estero; y que después de fraccionarla era distribuida en esa provincia, en Salta (se sospecha que en esa provincia la organización podría haberla cambiado por cocaína), en Tucumán, en Córdoba, en Mendoza, en Neuquén, en La Pampa y hasta en Buenos Aires.

La hipótesis era fuerte, pero había que conseguir elementos para probar que la organización contaba con todos los engranajes necesarios para abarcar tantos mercados. Y consiguieron esos elementos. En agosto de 2014, personal de Gendarmería realizó dos allanamientos. Uno de ellos se hizo en una finca de la localidad de Señora Pujío que habría pertenecido a Sánchez.

Allí descubrieron unos 60 kilos de marihuana, diferentes instrumentos para el fraccionamiento de droga y, fundamentalmente, un terreno propicio para que avionetas aterrizaran o lanzaran la droga por “bombardeo”. Otro grupo de efectivos se presentó en la casa del barrio 25 de Mayo. Allí se incautaron de otros 40 kilos de marihuana y de documentación incriminadora contra de la principal sospechosa.

“Fue un golpe durísimo para esa organización. No sólo secuestraron una importante cantidad de drogas, sino que encontraron sistemas de comunicación y de geolocalización satelital, y ropa camuflada. Fueron consideradas pruebas para demostrar que traían la droga en vuelos clandestinos”, recordó Álvaro Juárez, periodista de Policiales del diario “El Liberal” de Santiago del Estero.

“La Jefa” no estaba en ninguno de los lugares que fueron allanados. Sus allegados dijeron que había viajado a Buenos Aires a comprar ropa, pero nadie creyó esa versión. Desde ese día, la concepcionense vivió en la clandestinidad, pero nunca se retiró del negocio.

La líder de la organización desapareció durante mucho tiempo. Pero volvió a ser noticia nueves meses después. Un informante de la policía santiagueña “batió” que el 11 de junio, en un Renault Fluence dorado, en un VW Bora gris (uno de los modelos de vehículo más elegido por los narcos) y un VW Gol negro llevaban un importante cargamento de marihuana hacia Tucumán. Los efectivos, con la información recibida, montaron de urgencia un puesto de control en el paraje de Isca Yacu, en Pozo Hondo. Cerca de las 20, los uniformados descubrieron que esos tres vehículos, al percatarse del operativo, habían tomado otra dirección. Se inició una persecución que se extendió por varios kilómetros.

Los vecinos de la zona informaron que desconocidos habían ingresado a una finca donde abandonaron el Renault y el Gol. Al requisarlos, encontraron más de 900 kilos de marihuana. Hicieron un rastrillaje y detuvieron a Nelson Iván Tapia, a Ricardo Antonio Rotolo y a Ángel Alberto Toledo. Se escaparon dos personas, entre ellas un tal González que, se presume, podría haber sido Federico Sebastián “Morenita” Marín, uno de los narcos más importantes de los últimos tiempos.

En la investigación de este decomiso de marihuana, el más grande realizado por la Policía de la vecina provincia, se descubrieron tres cosas. Primero, que la carga había sido comprada a Marín por “La Jefa”, quien esperaba recibirla en algún lugar de Tucumán. Segundo, que Rotolo, que falleció sin cumplir la condena de ocho años que le aplicó la Justicia Federal en 2018, era suegro de Víctor Hugo Díaz, el empresario de la noche tucumana que fue detenido tres años después por trasladar cocaína a otra provincia. Tercero, que Toledo era un guardiacárcel en actividad: un hombre del Servicio Penitenciario tucumano formaba parte del grupo que había viajado al litoral a comprar marihuana y la trasladaba a la provincia.

El caso generó un escándalo en nuestra provincia. “No se me ha notificado de nada, pero voy a ordenar un sumario administrativo y que se inicie una investigación para determinar si alguien del personal estuvo involucrado en esto. También me comunicaré con el Juzgado Federal de Santiago del Estero para que me informen si es que hay alguna vinculación del personal a mi cargo con este hecho”, informó a los cuatro días el titular del Servicio Penitenciario tucumano, Guillermo Snaider.

Toledo fue condenado a ocho años de prisión por la Justicia, fallo que fue confirmado en marzo pasado. Ese escándalo se desató antes de que varios internos denunciaran que los guardicárceles les entregaban drogas para que las vendieran dentro del penal. Esas presentaciones derivaron en el homicidio del interno Fernando Medina en noviembre de 2017, por el que fueron imputados varios funcionarios, entre ellos Snaider.

Sospecha

“La Jefa”, finalmente, fue detenida en noviembre de 2015 en un barrio privado de Yerba Buena. Después de ser procesada, fue trasladada a la cárcel de Güemes, en Salta, por cuestiones de seguridad. Pero los investigadores sospecharon que podría haber seguido operando desde allí.

En abril de 2016, por orden del juez Federal, Guillermo Molinari, Gendarmería Nacional allanó un campo en La Ramada, donde encontró 36 kilos de marihuana. A ese lugar, según la investigación judicial, llegaban por vía aérea desde Paraguay cargamentos de marihuana que luego eran distribuidas a diferentes provincias.

Para la Justicia, “La Jefa” era la que había realizado el contacto con los productores de la droga. Siempre según la hipótesis de los investigadores, ella se quedaba con una parte del cargamento y vendía el resto a otros narcos. Los pesquisas, según la información que figura en el expediente, creen que los grupos conocidos como “La Banda de Trayán” y “La Banda del Gordo Vaca” habrían sido algunos de sus clientes.