A la par de la pandemia de coronavirus, el sistema de salud atraviesa otro desafío en estos días: la epidemia de dengue, la enfermedad transmitida por el mosquito Aedes aegypti, que no se detiene a pesar de la cuarentena. Según el último Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación, este año se registraron 7.862 casos de dengue en 16 provincias. En Tucumán hubo casi 1.700 casos sospechosos y se confirmaron 507 como positivos. Ambas enfermedades implican un reto y exigen un compromiso desde el sector doméstico y de la salud. Lo que no puede ocurrir es que por darle demasiada importancia a uno de los virus nos olvidemos del otro.

Actualmente, según reportan los médicos locales, en los hospitales, clínicas y centros asistenciales están atendiendo muchos más casos de dengue. La directora del hospital Padilla cree que los tucumanos hemos relajado las medidas de prevención. Los investigadores de la Fundación Lillo advierten que, como consecuencia del aislamiento preventivo y obligatorio, estamos más expuestos a la picadura del mosquito Aedes aegypti, que transmite la enfermedad. Sucede que estamos en contacto todo el tiempo con un insecto domiciliario, que ataca principalmente cuando nos encontramos en casa y en reposo.

Aunque muchos municipios y comunas están redoblando las tareas de fumigación en los barrios, son acciones insuficientes. Los insecticidas que usan con maquinarias agrícolas y nebulizadoras matan, por contacto, a los mosquitos que están volando en ese momento. No a los que están adentro de nuestras casas. Y mucho menos a las larvas y huevos que eclosionarán en los próximos días, especialmente después de las lluvias. Por ello, lo que podamos hacer en nuestros hogares para eliminar los criaderos de Aedes es fundamental: hay que tirar todos los recipientes que acumulen agua.

Pero con eso no basta. No se le spuede dar toda la responsabilidad a los ciudadanos en sus viviendas. También las autoridades tienen que hacerse cargo de desmalezar los espacios verdes, intimar a los dueños de baldíos para que los limpien, eliminar basurales a cielo abierto y controlar focos infecciosos, como por ejemplo gomerías, cementerios y chatarrerías.

Es obligación del Estado revisar cómo asistir mejor a los pacientes con dengue. Muchos de ellos denuncian a diario en los comentarios de LA GACETA que no están recibiendo la atención adecuada en medio de la crisis por covid-19. El propio Ministerio de Salud de la Nación reconoce en su último Boletín Epidemiológico que la situación actual (pandemia) no permite tener una cabal idea de la vigilancia de dengue, sea por falta de consulta como por dificultades de los servicios a la hora de realizar la notificación de los casos, señala el reporte.

Con toda la atención puesta en el coronavirus, el dengue sigue avanzando en silencio. Y opacado por esta nueva urgencia médica importada. En muchos CAPS ya no quedan repelentes para dar a los afectados y evitar que los piquen mosquitos que luego diseminarán el virus cuando ataquen a otras personas sanas.

Los infectólogos saben perfectamente que hay algo peor que una epidemia: dos epidemias. Por la posibilidad de co-infectarse que tienen las personas y de desarrollar cuadros de mayor gravedad. Y porque los recursos pueden ser insuficientes. Se suma, en este caso, que las dos enfermedades comparten los síntomas iniciales (fiebre alta, fatiga), lo cual se presta a diagnósticos errados.

El coronavirus ya cobró la vida de cuatro tucumanos. El brote de dengue causó dos fallecidos (uno de los casos aún se está investigando). Está claro que las dos son emergencias.

Mientras muchos médicos siguen rogando que vengan rápido los días de frío y el mosquito se vaya antes de que llegue el pico de coronavirus, el escenario epidemiológico actual exige sin dudas un mayor compromiso de todas las partes para prevenir el coronavirus y para no olvidarnos del dengue.