Germán Alfaro transmitió preocupación y esperanza; fue conciliador y cuestionador, y dejó la idea de que los tiempos de la pandemia reclaman un trabajo dirigencial con bajo perfil, que hable por sí mismo sin necesidad de amplificadores artificiales. “No debe reinar la hipocresía”, definió en un tramo de la entrevista que concedió anoche a “Panorama Tucumano”, el ciclo televisivo de LA GACETA Play. El intendente de San Miguel de Tucumán manifestó que no era el momento de que los líderes se mostraran trabajando. “No podemos hacer el mínimo de política con esta crisis”, reflexionó.

Alfaro dio su versión sobre la audiencia que mantuvo con el gobernador Juan Manzur después de mucho tiempo de distancia y defendió su vínculo con el vicegobernador Osvaldo Jaldo. Cuando le preguntaron si hacía un mea culpa por el desorden callejero del viernes, atacó el Banco Macro y hasta expuso un pedido controvertido. Meditó que nadie estaba exento del virus, como lo demostraba el caso del ejecutivo fallecido Ricardo Laudani, y se permitió fantasear con la posibilidad de un rebote económico cuando la pandemia cese. Alfaro dijo que se levantaba todos los días con la determinación de hacer frente a la situación. “Pero este no es un momento para salir con una cámara, un periodista y un micrófono”, insistió.

El intendente convocó a que cada quien cumpla sus obligaciones. “El desapego a las normas es nuestro problema más grande. Todos hacemos ese doble juego, tanto los políticos como los ciudadanos”, analizó. Y trazó las desigualdades: “en el casco céntrico tenemos un acatamiento del aislamiento del 75%, pero en los barrios es a la inversa: el acatamiento es del 25%. ¿Cómo voy a pedirle a una familia que haga cuarentena en una habitación de cuatro por seis o de cuatro por cuatro?”. Sin embargo, expresó a los periodistas Federico van Mameren y Carolina Servetto que estaba seguro de que, después de esto, Tucumán iba ser una provincia distinta: “en buena hora para que cambiemos y seamos más solidarios. Esto no se soluciona con recursos: miren a Estados Unidos e Inglaterra. Ellos no querían dejar de lado su nivel de vida ni parar su economía. ¿Pero de qué les sirve eso si tienen la mayor cantidad de muertos?”.

-¿Como intendente hace un mea culpa por lo que pasó este viernes caótico en el que se expuso a mucha gente?

-Hay una responsabilidad social: voy a contar una infidencia con nombre y apellido. El viernes se produjo este caos. El sábado me llama gente del (Banco) Macro. Les pregunté qué necesitaban porque podía ordenarles la colas y hacer que la gente respetara las distancias. No, ellos querían que les alquile sillas. Soy el segundo cliente más importante del banco. ¿Les parece que yo le tenga que alquilar sillas? Hay cerca de un millón de personas en la ciudad y alrededor de 25 bocas de pago. Yo necesito por lo menos entre 17.000 y 25.000 sillas: para ponerlas, debo parar la ciudad.

-¿Cómo termina el cuento de las sillas?

-Les pasé el número de mi secretario de Gobierno (Rodolfo Ocaranza). Lo hablaron y él les dijo: “nosotros sillas no tenemos, pero sí les puedo decir dónde alquilarlas”. No lo llamaron más. Tenemos que dejar de decir “vamos a salir de esta situación” de la boca hacia afuera: hay que ponerlo en ejercicio.(N.de la R: El banco terminó alquilando las sillas tanto en capital como en el interior)

-¿Y qué hace el intendente en ese sentido?

-Trabajar en lo que yo pueda, con mis competencias y las dificultades que tengo. Hoy (por ayer) hemos depositado para que los empleados municipales puedan cobrar su salario. No sé qué va a pasar después. Yo tenía un municipio con mayores ingresos que egresos por eso yo no pedía adelantos ni créditos. Pero hoy eso se invirtió.

-¿Cómo planea gestionar en ese contexto?

-Tengo un cierto alivio hoy con esto de que el presidente (Alberto Fernández) va a girar $ 120.000 millones a las provincias y a los municipios. Esto nos dará un pequeño desahogo. Con los pocos recursos que uno dispone y tiene hay que estar en el territorio, y militar. Para eso no se necesita de una cámara ni de un micrófono. No podemos pretender hacer el mínimo de política de esta situación. La gente tiene que informarse por los medios tradicionales y serios. En las redes circula cualquier cosa y generan incertidumbre en la sociedad. Las famosas fake news decían que yo tenía coronavirus y que iba a aumentar el sueldo a mi personal. Ustedes, en cambio, cotejan la información antes de publicarla. Yo recibí con mucho beneplácito la llamada del gobernador y fui a verlo porque necesitamos coordinar la acción para que sea más efectiva, sobre todo porque no sobran los recursos...

-Si esto hubiera ocurrido hace cinco o seis meses, en esa era “antes del coronavirus”, ¿habría ido?

-Yo me cansé de pedir audiencias. Ustedes sacaron las notas. Tengo mi responsabilidad pública, la que me dio la gente: las cuestiones políticas están más allá. No me puedo detener en eso. Fue una charla de trabajo, de coordinación y sincera. Lo vi muy preocupado al gobernador. Esto no quiere decir que ya soy amigo de él y que ya estoy en sus filas. Tenemos visiones diferentes, pero Hay algo que todavía no puedo dejar de pensar. No creo que haya dirigente con responsabilidad pública que no tenga buena fe.

-¿Puede repetirlo?

-No creo que nadie haga algo para dañar a la gente. Podés equivocarte y elegir mal. A pesar de mis diferencias, todavía creo en la buena fe del gobernador, además de que la gente lo votó.

-¿En qué se equivocó usted?

-Si hay algo de lo que me arrepiento en mi vida política es el haber votado a favor de la privatización del Banco Municipal. Hoy hubiera tenido una entidad financiera en la que apoyarme. Me arrepiento porque los bancos que quedaron en pie, como el Banco Provincia de Buenos Aires y el Banco Ciudad (de la capital del país), son fuertes.

-¿No se arrepiente de sus idas y vueltas del peronismo?

-Son mucho más fuertes mis convicciones e ideas que un espacio político que no se aggiornó. Todas las instituciones van mutando... Yo entiendo que el peronismo no es el Partido Justicialista.

-¿Está necesitando que sesione el Concejo?

-No. En esto no debe reinar la hipocresía. Todo el mundo se quiere mostrar trabajando y haciendo cuando lo primero es aislarse.

-¿Es lo que le pasó a la Legislatura?

-Veamos al Congreso Nacional... mi esposa es diputada (Beatriz Ávila). Todos los que saben dicen que el virus está circulando en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Vamos a ser tan irresponsables de trasladarnos para decir que estamos trabajando?

-Usted está priorizando su situación particular...

-No, porque si viaja y vuelve, no sé qué pasa con mi núcleo familiar, pero tampoco con los que tuvieron contacto (con ella). No es momento de mostrarse que uno está trabajando. La gente está en otra: trata de solucionar sus problemas.

-En este momento puede estar escuchándolo el vicegobernador Osvaldo Jaldo, un amigo o conocido que tiene muy buenas relaciones con usted...

-Es otro tema. Vos decís un “gran amigo con el que tienes relación”. En esta provincia parece que conversar con un dirigente opositor es un delito. Sí, converso con Jaldo. Yo levanto el teléfono y lo consulto, y él hace lo mismo conmigo. Me hubiese gustado poder hacerlo con el gobernador porque la vida del Gobierno provincial tiene mucho que ver con mi ciudad.

-¿Se equivocó Jaldo (al celebrar la sesión)?

-No estoy hablando de uno. Hay que ser indulgentes porque estamos administrando una crisis que nunca hemos vivido y nos podemos equivocar.

-Pero la gente no es indulgente, sino muy crítica con los funcionarios y está mirando qué hacen...

-Por supuesto. Hay un estado de intolerancia por la crisis, que es grande. Llegan mensajes sin límites. Tenemos que saber tomar esa temperatura. La gente está mal. Debemos entenderla; poner el oído; escucharla y, si te pega una cachetada, darle la otra mejilla.

-¿Cómo está el transporte público?

-Hay una baja de ingresos para todo el mundo. Hay gente que tiene la responsabilidad y la solidaridad, y que está poniendo lo que tiene...

-¿Está de acuerdo con la flexibilización del encierro?

-Lo único que aspiro es a que el esfuerzo que hicimos todos este tiempo no caiga en saco roto, y que el Presidente y su equipo tomen la decisión acertada. Vamos a salir magullados, pero, ojalá que salgamos con la menor cantidad de abolladuras posibles.