Daniel “Garra” Jalil comenzó desde muy abajo. Primero instaló en un quiosco en su casa y con el correr del tiempo fue creciendo. En 2012 la hoy llamada División Antidrogas Tucumán de la Policía Federal comenzó a investigar una supuesta red de narcomenudeo. Con el correr de los meses sumaron pruebas para sospechar que se trataba de una organización que estaba bien enquistada en el sur de la capital.
Según el expediente, la banda traía pasta base del norte del país. Con el fino trabajo de un especialista (en la jerga se lo llama “cocinero”) la transformaba en cocaína y la estiraba. Luego la escondían en varios lugares diferentes y de allí la trasladaban a los distintos puntos de venta que tenía en los barrios Victoria, 11 de Marzo y Ciudadela Sur, entre otros.
El juez federal Daniel Bejas autorizó que se realizaran allanamientos. Las medidas se hicieron en octubre de 2013. Ese fue el principio del fin de Los Garra. Los agentes irrumpieron en la casa del principal sospechoso y en otros lugares donde encontraron nueve kilos de pasta base, elementos para su estiramiento y fraccionamiento, dinero en efectivo y armas de fuego.
En el procedimiento fueron detenidos Jalil y sus hijos Raúl y Diego, Luis Armando Gallo (el “cocinero”) y Raúl Héctor “Coy” Delgado (el que le proveía la droga y que tiene al menos otra causa en Salta por tráfico de droga). Pero la investigación tuvo otra arista increíble.
La “narcopolicía”
La Dirección General de Drogas Peligrosas (Digedrop) había allanado al menos tres veces la casa de Jalil, pero nunca lograron encontrar nada. Trabajo de meses terminaban archivándose porque no podían encontrar pruebas en contra del grupo. “Una vez no estaban esperando con un guiso que estaban haciendo. Era un show irónico. Nos sentíamos unos infelices porque sabíamos que estaban vendiendo drogas, pero no podíamos obtener evidencias en su contra”, explicó un integrante de esa fuerza.
“Ya entre todos los miembros del equipo nos mirábamos con desconfianza por cómo se daban las cosas. Fue una de las situaciones más difíciles que me tocó vivir en más de 10 años de carrera”, agregó el efectivo, un especialista en infiltrarse en los grupos dedicados al narcomenudeo.
Los federales fueron advertidos por sus colegas de confianza. Al hacer la investigación prestaron atención. Estaban convencidos que alguien estaba vendiendo la información, pero no sabían dónde trabajaba. Si el delator era integrante de alguna fuerza de seguridad o algún empleado de la Justicia que tenías acceso a los expedientes de las investigaciones.
Al cabo de unos meses, miembros de la Agencia Antidrogas descubrieron que la agente de la Digedrop María Alicia Herrera era la persona que les avisaba a los sospechosos que serían allanados por sus compañeros.
“Ay” era la palabra que utilizaba la “narcopolicía” -como se la bautizó mediáticamente- para avisarle al grupo que estaban por ser allanado o que visitarían las casas de sus grupos amigos que también se dedicaban a esta actividad ilícita para ganarse un favor que, tarde o temprano, se lo terminaría cobrando. La policía fue detenida semanas después. “Fue un golpe muy duro para la división. Tuvieron que pasar años para recuperar la confianza de funcionarios judiciales y de los miembros de otra fuerza”, indicó un policía.
Al quedar tras las rejas, y con un importante cúmulo de pruebas en su contra, “Garra” buscó que se le otorgara el arresto domiciliario por su estado de salud. Fueron tantos los pedidos que el juez Bejas, que ya le había rechazado varios planteos, tomó una categórica decisión. Ordenó que sea trasladado al penal de Ezeiza donde funciona el mejor hospital del servicio penitenciario. “Se quería morir cuando se enteró de la resolución del juez”, comentó un allegado de “Garra”.
Jalil estuvo en esa cárcel durante al menos seis meses, ya que la Cámara de Apelaciones aceptó el planteo que el preso no debía perder contacto con sus familiares y le dio el arresto domiciliario. Después de más de seis años de espera, el líder del clan Los Garra enfrentó un tribunal. Pero antes de que ello ocurriera, pasaron muchas cosas.