De repente, todo queda envuelto en una inmensa nube blanca. Vehículos lentos, pero imparables, van dejando a su paso una bruma que ya se ha convertido en parte del paisaje cotidiano de muchos barrios, countries, espacios verdes y calles de ciudades y pueblos. El objetivo es acabar con el mosquito que transmite el dengue, el Aedes aegypti.
Las fumigaciones aparecen –junto a las tareas de desmalezamiento- en el primer puesto de lo que los vecinos les exigen en estos días a los municipios y comunas. Cada mañana salen decenas de camionetas con termonebulizadores y empleados con mochilas pulverizadoras. También se han visto tractores fumigadores recorrer las calles.
Dado que los insecticidas que se utilizan para fumigar son tóxicos (deberían ser de baja toxicidad), ya que de otra manera no matarían los insectos, la pregunta es: ¿qué cuidados debemos tener nosotros y las autoridades al contratar estos procedimientos? ¿Cómo sabemos qué productos se usan? Y hay más dudas, especialmente relacionadas al ejército de fumigadores particulares que hoy en día se ofrecen, muchos de los cuales no tienen formación.
Julio Vallejo, vicepresidente del Colegio de Ingenieros Agrónomos, está preocupado por esta situación. La epidemia de dengue se agudiza en Tucumán (ya hay 172 casos confirmados y la cifra va en aumento) y gran parte de la población cree que solo la fumigación nos podrá salvar del Aedes aegypti.
El Ministerio de Salud aclara que, a diferencia de lo que se suele creer, la fumigación no es una solución definitiva ni la más eficaz para prevenir las enfermedades que transmiten los mosquitos. “Se utiliza principalmente como medida de control cuando aparecen casos de zika, dengue o chikungunya, con el fin de disminuir la cantidad de mosquitos adultos infectados que podrían transmitir patologías a personas sanas. Cuando el insecticida cae al piso o se evapora ya no ejerce efectos sobre la plaga. Además, aunque su toxicidad sea baja, los productos utilizados en las fumigaciones deben ser manipulados únicamente por profesionales”, precisan las autoridades.
El ingeniero Vallejo, docente de Saneamiento Ambiental de la UNT, opina que ante la problemática actual es más que necesario el control químico para disminuir la población del mosquito adulto y de las larvas.
“Hay aplicadores del sector público y del privado. Algunos, sin ningún tipo de experiencia en control de plagas urbanas, comenzaron a utilizar equipos pulverizadores y productos químicos de diversa índole. Los que tienen conocimiento y respetan las normativas legales utilizan plaguicidas domisanitarios (son los indicados) y equipos avalados por el Ministerio de Salud de la Nación. Otros ya están usando nebulizadoras de la actividad agrícola con plaguicidas fitosanitarios, lo cual es totalmente ilegal y peligroso”, precisó.
El problema, según apuntó, es la falta de controles. “Los productos fitosanitarios y los equipos pulverizadores de la actividad agrícola no se pueden utilizar para control de plagas urbanas. Y de ninguna manera se pueden hacer aplicaciones aéreas sobre ciudades o comunas; la gente no puede tener contacto con productos químicos”, precisó. En ese sentido contó que hace unos días, una localidad del interior hizo tareas de fumigación con un tractor, lo cual está prohibido. En otra zona hubo fumigaciones sin avisarles previamente a los vecinos ni cortar las calles. “Una pobre mujer quedó envuelta en una nube tóxica”, renegó. “Ojalá haya salido”, añadió.
Con los insecticidas no se debe improvisar porque está en juego la salud de las personas. Y puede ser peor el remedio que la enfermedad, señaló. Cuando se utilizan productos agroquímicos -no aptos para centros poblados- las consecuencias sobre la población pueden ser a corto y a largo plazo. Pueden provocar intoxicación aguda (desde resfríos, estornudos, vómitos, diarrea y desvanecimientos) o crónica (alergias, por ejemplo).
“Lo que vemos en Tucumán es un mundo de gente trabajando en fumigaciones, muchos de ellos oportunistas sin conocimientos. Hay municipios y comunas que desarrollan estas tareas sin asesoramiento técnico profesional. Malgastan dinero y personal en algo que no tendrá ningún beneficio contra el dengue. He visto ejércitos de empleados con mochilas. De hecho, en todos los locales están agotadas las mochilas manuales para fumigar. Les tengo una noticia: no sirven para matar Aedes aegypti. Son específicos para insectos rastreros”, apuntó.
Vallejo sostuvo que hay desabastecimiento de equipos aplicadores y de productos químicos domisanitarios (autorizados por Salud Pública), lo que lleva a muchas personas del rubro a utilizar productos agrícolas, con altas concentraciones de activos. “En el año 2009, con la primera epidemia de dengue, se cometieron muchos errores en las tareas de fumigación. No sería bueno que se repitan. Los actores involucrados deben conocer las normativas legales para no causar impacto ambiental y ecotoxicológico”, puntualizó.
A tener en cuenta a la hora de aplicar químicos
- El Aedes aegypti se refugia del sol y del calor.
- Siempre está cerca del humano.
- El químico disminuye la densidad y longevidad del mosquito adulto. También impide que las larvas pasen a adultos.
- El único tratamiento válido para mosquitos es el espacial, o sea con motomochila (no la manual) o termoniebla.
- Durante el servicio no pueden haber personas ni animales.
- Se pueden combinar tratamientos de desinfección (coronavirus) con desinsectación (adultos y larvas de Aedes)
- Exija al aplicador -por cualquier accidente- elementos de protección personal.
- Exigir siempre a la empresa de servicios el nombre del químico usado. Deben ser domisanitarios (etiquetas verdes) y no agrotóxicos (etiqueta roja)
- Contratar empresas habilitadas.